1. En las Metamorfosis, Ovidio narra las transformaciones de célebres personajes pertenecientes a los panteones griego y romano, dando con ello explicaciones que van desde la creación del mundo. Además de ser una obra maestra de la literatura clásica, es un libro muy entretenido que contiene los mitos que considero mis favoritos. Uno de ellos es el de Apolo y Dafne. Apolo se burla de Eros porque juega con su arco y flecha; éste le maldice lanzando dos flechas: una de oro y una de hierro. La primera incitaba al amor y la segunda al desprecio. Con la de oro hiere a Apolo y con la de hierro a Dafne. Apolo persigue a Dafne rogándole su amor, que ésta siempre rechaza. Tanto la persigue que los dioses le ayudaron a que la alcanzara, pero cuando éste la atrapa, Dafne pide ayuda a su padre Peneo y éste la transforma en laurel, árbol que Apolo promete amar y colocar en las cabezas de los líderes.
2. El beso es una de las obras más famosas del pintor austriaco Gustav Klimt, nacido hace 150 años un 14 de julio. Esta obra es un imponente óleo de 1.80m x 1.80m que se exhibe actualmente en la galería Belvedere, en Viena, donde además pueden encontrarse otras increíbles piezas del artista. El beso muestra una representación simbólica del momento en que Apolo besa a Dafne cuando logra atraparla, antes de consumarse la transformación de ella en laurel. Hace casi un año, justo el día en que cumplí años, el Piantao y yo conteníamos el aliento observando esta obra a escasos centímetros de distancia. Cuelga majestuosa al centro de una gran sala, sobre una pared roja que hace destellar los tonos dorados de la pintura cual si fuere un reflejo divino.
3. Hace varios años compré unos posters en oferta en allposters, y los tuve guardados mucho tiempo. Uno de ellos era El árbol de la vida (también de Klimt) que colgué en el comedor de mi departamento, para el que Damián y mi hermana hicieron un hermoso fondo de árboles dorados (ahora extintos). El cuadro terminó siendo la inspiración delirante de los pacientes del Piantao en su consultorio. El otro era El beso, al que enmarcamos con un bello marco dorado desteñido y ahora corona nuestra cama todas las noches y todos los días.