Un viejo gato gris mirando por la ventana

viejogato
El día de mañana estaré presentando Un viejo gato gris mirando por la ventana, el nuevo libro de Toño Malpica publicado por el FCE.
Ojalá puedan acompañarnos, la presentación será en la Feria Internacional del Libro Monterrey, mañana jueves 16 de octubre a las 4.30 pm en la sala D.

Manda fuego, de Alberto Chimal

**Este es el texto que leí en la presentación del libro Manda fuego, de Alberto Chimal. Casa Universitaria del Libro, septiembre 26 de 2014

La tarea de invitar a leer un libro puede ser tan fácil o tan difícil como uno la asuma. Sin embargo, hay algo muy cierto en casi todos los casos: nuestros afectos están en los libros que recomendamos. Por lo menos en aquellos que recomendamos de manera honesta, para los que tenemos adjetivos que no nos caben en la boca: “en serio, léelo, te va a encantar, es maravilloso, buenísimo, fascinante, está súper padre, está bien chido, está conmadre, lo vas a leer en una sentada, no te va a soltar, te va a marcar, en serio, vas a querer comprar diez copias más, ándale, interrumpe tu lista de lecturas y hazle un huequito a esta; es más, ten, te lo presto”, entre otras frases y un largo etcétera. En la recomendación habrá otros muchos adjetivos y frases que nos salen de las vísceras pues esos libros que nos han enganchado, por lo menos en primera instancia, no admiten objetividades. Así pues, intentaré invitarlos a leer el libro que hoy nos reúne aquí, Manda fuego, sin miedo a dejar ver mi propia fascinación por el universo literario presente en él, que me resulta trastornante, vasto, novedoso y, por supuesto, lleno de imaginación.
La buena literatura es aquella que no nos deja indiferentes, que no nos permite volver a la cotidianeidad al cerrar el libro como si nada hubiera pasado, como si nuestro espíritu no se hubiera transformado o virado el rumbo, como si no hubiésemos notado que hay algo más grande que nosotros y que nos envuelve en forma de palabras, de personajes, de vida más allá de lo tangible. La literatura que vale la pena es aquella en la que hay espacio para poner de todo, para experimentar, para romper las formas rígidas que, a veces a propósito o a veces sin querer, nos imponemos. Alberto Chimal, en la vastedad de su obra, ha encontrado muchísimas formas de contar historias y en este libro tenemos un puñado de ejemplos. Desde las intertextualidades hasta el vértigo, desde la brevedad hasta las profundidades, desde la velocidad hasta el suspenso, Chimal nos da a raudales páginas de esa buena literatura, de esa que vale la pena, de esa que nadie debería perderse.
Manda fuego es una excelente droga de entrada para aquellos que no conocen la obra de Alberto, pero también es una buena oportunidad de acercarse a una antología personal que contiene textos emblemáticos y multifacéticos como “Shanté”, novela corta; un guiño a Calvino en “Las ciudades latinas”, una colección de imágenes violentas y fascinantes en “Álbum”, un raudal de vida y azar en “Catarata”, un universo dentro de este universo en “Mesa con mar” y “Se ha perdido una niña”, dos de mis favoritos. Muchos otros textos de este libro merecen sendos elogios que ya ustedes, lectores experimentados de Alberto o primerizos curiosos, enunciarán en su momento.
Italo Calvino en su libro Seis propuestas para el próximo milenio (1985), enuncia seis rasgos o características que él considera indispensables en la literatura del siglo XXI, y una de ellas es la rapidez. Decía el escritor italiano: “Mi temperamento me lleva a ‘escribir breve’ y estas estructuras me permiten unir la concentración de la invención y de la expresión con el sentido de las potencialidades infinitas”. Y así ocurre con estos cuentos. Cada narración es una potencialidad, con nexos y conexiones dentro de las mismas historias y hacia afuera del libro. Esta multiplicidad (otro término de Calvino) es la que, a modo de una red, atrapa a su lector y no le permite discernir entre la realidad de la vida cotidiana y la realidad del cuento.
Como profesora de producción editorial siempre digo a mis alumnos que lo que tenemos entre las manos es un fragmento de placer: tangible, estético por dentro y fuera, que invita a la posesión a través de la lectura y el tacto. Sin embargo, el placer de leer este libro no sólo se limita al objeto como tal (pues es un objeto muy lindo) y a su contenido literario (fascinante), sino que, además, acompaña a este libro un disco en el que Alberto lee algunos de sus textos. Este disco es la prueba fehaciente de que estamos no sólo frente a un buen escritor, sino frente a un excelente narrador oral, que lo mismo puede envolvernos en sus historias cuando lo leemos como cuando lo escuchamos. Las inflexiones, tonos y demás características de la voz de Alberto lector, nos permite entrar en los cuentos por otra puerta, la del que escucha, en una oportunidad que no todos los buenos escritores nos pueden brindar pues, lamentablemente, no todos los buenos escritores son buenos lectores en voz alta. Sin embargo el caso de Alberto es uno de esos afortunados, donde los afortunados, por supuesto, somos nosotros.
Alberto Chimal es, indiscutiblemente, una figura imprescindible en el panorama de la literatura contemporánea en México. Con mucha frecuencia escucho a persona (amigos, estudiantes) decir que no leen literatura mexicana porque es muy “tradicional” o “costumbrista”. Yo no sé si es culpa del sistema educativo, o de los prejuicios literarios, pero si de verdad se asomaran a ver lo que hoy esta literatura nos ofrece se quedarían asombrados. Este libro es una prueba de ello.
Ya para terminar, me gustaría retomar la frase de Stanley Kubrick que pueden encontrar en el epígrafe del libro y dice: “Debemos conseguir nuestra propia luz”. Alberto ciertamente ha conseguido la suya, a través de su literatura, y desde hace mucho está listo para compartirla con nosotros. Con la fuerza de un fuego espiritual caído del cielo, las palabras de Alberto Chimal resonarán desde el futuro hasta el principio de los tiempos.

Stepping stones

Hace algunos días entrevisté a Jeff Gomez, autor (entre otras cosas) de Beside Myself, una novela muy buena que además es un ejemplo de una exitosa integración entre medio y contenido. Me dijo cosas interesantes que me hicieron reflexionar temas que me dispongo a escribir en este momento en la conclusión de mi tesis. De entre sus respuestas, les comparto esto que estoy a punto de citar en mi texto:

In the end, any fictional work should be compared to the next, regardless of the delivery mechanism. After all, we don’t view novels differently when one is published as a paperback and the other is a hardback, so why would an electronic novel be treated or thought of any differently? And yet of course nearly everyone—the publishing industry, editors, agents, and even readers—look upon electronic content as something “less than.” It is treated as unserious, even cheap, as if words and stories somehow become better when they’re printed on a page. The fact remains that what we think of as “books,” i.e. the physical artifact, are merely the delivery mechanism for stories. As much as we love to hold them, or what kind of memories printed pages may hold of our shared or individual past, they’re merely stepping stones between the writer and reader.

Obsolescencia

He leído mucha teoría estos últimos años (3 años o algo así) para escribir mi tesis, y siempre me da un poco de ternurita cuando leo textos de principios de los 90 (suena cercano, pero eso fue hace por lo menos 20 años) y se lee en ellos la gestación de grandes preguntas sobre la tecnología y el futuro de los libros y la literatura. Algunos teóricos se van al extremo casi de la ciencia ficción, donde el papel ya no existe y lo in es la literatura hipertextual (jijiji tan noventas como ellos solos). Otros satanizan las nuevas tecnologías y las tachan de frívolas, resaltando la complejidad en la categorización de los textos producidos así o su falta de calidad. Lo bueno es que según yo ya superamos el asunto de papel vs. soporte electrónico, ya sabemos más o menos de qué va la cosa y las preguntas se encuentran (o debieran encontrarse) en otros lugares.
Mientras escribo la página en la que voy (jeje) en la que hablo sobre literatura enriquecida y libros/aplicaciones para iPad e iPhone, y me pongo a pensar… si mi tesis se imprime en octubre, digamos, y en un golpe de suerte puedo publicarla en el 2014 (se vale soñar) o acaso en el 2015… ¿cuánto tiempo podrán ser válidos los planteamientos que en ella se desarrollan? ¿En qué punto a la gente le parecerán “retro” los temas que ahí se discuten? ¿Cuánto falta para que alguien escriba en su blog que le da ternurita leer a los teóricos que explicaban cosas que ya no necesitan explicación?

No puedo evitar sentirme obsoleta desde ya mientras escribo. Es horrible :/

Tree of Codes

Tree of CodesTree of Codes by Jonathan Safran Foer
My rating: 4 of 5 stars

El primer aspecto que me llamó la atención de este libro fue, obviamente, el darme cuenta de que todas las páginas estaban cortadas. Es decir, había huecos en los que anteriormente había palabras y sólo algunas de ellas podían leerse todavia. En un principio no creí que un ejercicio así pudiera dar como resultado una historia coherente, pero afortunadamente me equivoqué.
Tree of codesEl título Tree of Codes es una adaptación del título de otra novela, The Street of Crocodiles, ejercicio que es a su vez un ejemplo de lo que el autor hace con esta historia. The Street of Crocodiles es una novela del escritor polaco-judío Bruno Schulz de quien, debido a su trágica historia de vida durante la segunda guerra mundial en Polonia, sólo se conservan dos obras. Jonathan Safran Foer realiza un homenaje/reescritura sobre esta novela de Schulz, cortando palabras o fragmentos de ella para encontrar su propia voz narrativa y reescribir la historia.
El ejercicio de exhumación es visible en la materialidad de la obra, aspecto esencial para su entendimiento. Las hojas se encuentran recortadas, dejando al descubierto sólo las palabras que son relevantes para el autor. No lo hace de una manera tan vistosa como Tom Philips en A humument, obra que pudiera comparársele, pero no es necesario, pues el involucramiento del lector con la página llena de recortes conlleva un goce estético más allá de la palabra escrita.
Creo que el resultado final es un libro donde puede percibirse la voz del autor, una historia nueva y una materialidad que da significado.

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