la vida color magenta

Me chocan las vacaciones de verano, porque son largas, tengo tiempo disponible para pensar y ser miserable, y además de todo, cumplo años. Este año el mes de julio ha sido particularmente estresante a nivel emocional, que es lo que más jode, menos se nota, y no es socialmente aceptable. Uno puede estar estresado por el exceso de trabajo, porque tiene que mantener a 5 hijos, porque no tiene carro o lo que sea, pero alguien que lo tiene todo no puede estresarse emocionalmente porque eso es de nenas; en otras palabras, son nimiedades.
Y sin embargo el estrés o el cansancio emocional (manera lindísima de llamarle a una inminente depresión) simplemente no existe. Pero existe. La verdad no me atrae la idea de quejarme de mis dilemas existenciales en el blog, al menos no de una manera tan directa, pero es que estoy al borde de la histeria.
Si hay algo en esta vida que no soporto es la incertidumbre (si me dieran un peso por cada vez que digo o escribo eso, sería millonaria). Me encanta planear todo, y luego de planearlo, repasar los planes. Acomodar mis cosas una y otra vez, saber con lujo de detalles dónde está todo, tener cajas para guardar cosas que luego guardo en otras cajas, planear viajes paso por paso e imprimir los mapas de google cuando tengo que ir a algún lugar. Ya tienen la idea.
Mi trabajo terminó hace algunos días. Al siguiente día de mi último día de trabajo, me ofrecieron un trabajo temporal, y lo rechacé. Quise vacaciones. Pero la verdad de las cosas, es que estoy esperando a que me den la resolución de un trabajo afuera del país. Así es, nunca digan “de esta agua no beberé”, porque aunque yo deteste al gabacho (generalización incluída) de ahí me están llamando. Eso, desde hace más un mes, y todavía no tengo claro nada.
No sé si puedan imaginarse el grado de ansiedad y desesperación que eso implica: saber que pronto te quedarás sin trabajo, que quizá te contraten en un lugar donde te van a pagar con madre pero te van a pedir que cambies absolutamente toda tu vida. Pero todavía no te pueden decir que sí, pero tampoco que no, pero no te pueden dar nada seguro.
Me lo propusieron desde finales de mayo. Bueno, me soltaron la idea, y me emocioné. Luego me la confirmaron a principios de junio, pero ya no le dieron continuación. Luego, hace exactamente una semana, me dijeron que ya habían conseguido a alguien que hiciera el trámite de la visa. Pero luego de eso, no me han dado noticias. Me han preguntado como cuatro veces si sigo interesada en trabajar con ellos, me han preguntado como tres veces que cuánto quiero ganar. Si no sabían como generarle angustia a una persona, bueno, ya más o menos se lo imaginan.
Hace una semana me pusieron a pensar en lo que sería mi vida si me voy. Por una parte me emocioné mucho (muchí$$$$imo) y pensé “bueno, al menos tendré un kindle“. Por otro lado me entristecí muchísimo también, por todo lo que tendría que dejar, y lo difíciles que serían algunas cosas/relaciones a la distancia. Ya he estado lejos de casa, y sé a qué cosas puedo sobrevivir, y a cuáles definitivamente no.
Y bueno, desde hace una semana, cuando ya la opción se presentó como algo más posible, no puedo pensar en el futuro. Cuando me preguntaron si iría a NIN pensé “bueno, técnicamente sí…”, cuando me preguntaron qué onda con el Night Shift 2, pensé “bueno, yo lo estoy organizando, pero y si…”, cuando me ofrecieron dar clases en una prepa de esas intolerantes pensé “ni madres… pero ¿y si acaso llegara a necesitar el trabajo?”. Y luego mi banda, tan linda. Quizá toquemos por primera vez este domingo, y ¡hay tantos planes! pero el futuro… ¿qué es el futuro para mí ahorita? En pocas palabras, no puedo siquiera renovar el plan del celular (¡el prada, el prada me espera!) hasta no tener más noticias. Lo peor, es que trato de no pensar en eso, pero cualquier cosa relacionada con el futuro, ni siquiera lejano, el futuro de agosto, por ejemplo, me hace retomarlo. Y si por mala suerte me despierto en la madrugada, porque fui al baño o lo que sea, y se me viene a la cabeza aunque sea una partícula de este asunto, ya valió madre porque significa que pasaré la siguiente hora dando vueltas en la cama pensando en qué pasará.

Mañana, o sea hoy pero más al rato, tengo una cita “virtual” con la persona encargada de mi tortura, allá en gringolandia. De más está decir que no tengo sueño, sólo un hueco en la panza. Siento que las cosas no están fluyendo como deberían, pero quizá sea sólo mi miedo de irme, y lo imposibilitada que me siento a decir que no. Porque si ellos me dicen que sí, y me lo aseguran, yo me voy. No puedo tomar otra decisión. Si me dicen que no… no quiero admitirlo, pero me resolvería muchísimas cosas. Pero a fin de cuentas no sé qué me dirán, así que ni especular vale la pena.

Graciosamente, mañana o sea hoy, cumplo años: 27. Todavía a los 23 creía que me iba a casar a los 27. Este año no quise hacer fiesta de cumpleaños, me angustia mucho organizar cosas para mí misma, porque me siento obligada a lograr la plena diversión y satisfacción de todos los invitados. Además, estos días no tengo a muchos amigos cerca. El 27 me gusta, no sé por qué. Recuerdo el año en que N y yo íbamos a cumplir años bien chido: yo 23 el 23 de julio, y él 27 el 27 de noviembre. Era chido, no sé. Me fijo mucho en esas tonterías. Pero ya nunca volveré a cumplir 23 el 23. Nací a las 5 de la mañana, soy leo con ascendiente cáncer. Si es que eso importa. El 27 es un número que marca algo, todavía no sé qué. Ese, y el 30.

Mañana a las 9 de la mañana tengo una cita virtual con una mujer en EU. Lo primero que haré el día que festeje mi 27° aniversario, será hablar sobre un posible cambio radical en mi futuro. Y no saber qué pasará, o si tendré tranquilidad, me enerva. Por lo menos mi gatito dormirá conmigo. Quizá no sea nada, pero who knows.