I. Ahora sí creo, de verdad, que la cantidad de trabajo que tengo me supera, me supera por muuucho. En todos los ámbitos de la vida: mañana toca Radio Kaos, el sábado Aural Vampire. El viernes quiero ver a una amiga, el domingo bailaré en la convención (cintermex, 12 pm) para lo que debo ensayar una canción en tribu y dos solos, el lunes entrego mi primer trabajo final, el miércoles la mitad de otro, perdí toda la página de Felipe en una movida nada inteligente y ahí se me fueron 3 días de trabajo. Ya tengo el tinte pero no el tiempo para ir a la estética, mis cejas son un caos, tengo mucha ropa sucia, tuve que cancelar mi clase de turco, etc etc etc. De aquí al 2 de diciembre será un maratón INTENSO.
II. Me gusta mi maestra de turco. No en *ese* sentido, me gusta porque me parece una persona adorable y muy divertida. El otro día me estaba enseñando maldiciones, o cómo no debo conjugar ciertas expresiones para no alburearme a mí misma, y nos reímos mucho, como tontas. Pero además aprendo muchísimo con ella, es una pena que no pueda tomar más clases (la onda es que las cobra muy caras, pero lo bueno es que ese dinero no es para ella sino para una buena causa, ya les contaré). Pero me pasa eso que me pasa con las niñas bonitas: es de esas personas que son de porcelana, hermosas, prístinas, que sin una gota de maquillaje lucen impecables. Yo me siento frente a ella como tosca, siento que se me caen las plastas de maquillaje, que mis anteojos están sucios de grasa, que mi cabello está descuidado, que escupo cuando me río. Y no es que ella se arregle mucho, para nada, es que ya es así, es parte de su persona, es natural. Me ha pasado ya con otras personas y me pasa desde niña, que siento que no puedo aspirar a ese nivel de belleza, no a tenerlo, sino a… no sé, involucrarme. Suena tonto, pero así se siente. Creo que se llama admiración.
III. Mis gatitos ya empiezan a dormirse en mi cama. Creo que fue el cobertor nuevo que compré, que es todo pachón y delicioso para pasar horas tirado encima de él. Yo, sin ser gato, quiero dormirme sobre el cobertor y no bajo. Mi nuevo juego de cama es hermoso y comodísimo: siete piezas (sin contar las sábanas), de las cuales sólo 1 es necesaria y las otras 6 son pura vanidad. Es curioso, pero ese juego de cama me ha cambiado completamente el ánimo. Es que también cambié la cama de lugar, arreglé el escritorio, le puse un espejo grandote encima y casi casi parece un tocador de verdad. No pondré fotos hasta que quite esas asquerosas cortinas color melón o durazno o lo que sea, que espero, pueda ser dentro de unas dos semanas. Ansío las vacaciones.