la discapacidad

Me molesta mucho, MUCHO, que la gente se estacione en los lugares reservados para personas con discapacidad. ¿Tanto les cuesta caminar 10 metros más? Digo, al menos tienen piernas para poder usarlas… deberían usarlas, no vaya a ser que de tanta hueva que les da moverse, les vayan a salir várices. Donde más he visto esto, es en HEB, Costo, y ciertos centros comerciales. Normalmente, veo SUV’s, camionetas de mamá o coches del año. Lo que nos dice bastante sobre la cultura de las personitas que manejan estos coches y se estacionan en estos lugares -ojo, no digo que TODOS los que traen carro del año sean unos ineptos (eso sería la envidia hablando, jiji) sino que habla de cierta posibilidad económica la que les da el “derecho” de adueñarse de un lugar que no les corresponde. Un mensaje para toda esta gentecita: NO SEAN HUEVONES. Nada de “no me tardo nada”, “nomás voy al cajero”, “al cabo hay más disponibles”. El respetar un lugar implica precisamente eso: RESPETO. Quizá haya otros seis cajones disponibles al mismo tiempo, pero ese no es el punto. El punto es que te estás parando en un lugar que no debes sólo porque tu hueva gigante no te permite usar tus piernas que -¡gracias a Dios!- funcionan bien.
Cuando veo coches estacionados en cajones azules, siento unas ganas irrefrenables de hacerle algún daño al coche, o como mínimo escribirle alguna grosería en el parabrisas (“pinche huevón/ona irresponsable” sería lo más indicado). Pero como soy una persona decente (cuando quiero), lo que hago es dejarles unas tarjetitas de las que me enteré hace tiempo en ocho cuartos. Básicamente dicen “Este lugar es para alguien que lo necesita. Ojala tú nunca lo necesites”. En la página está el archivo en pdf, lo imprimes y lo recortas por la rayita y ya. Me pareció una excelente idea, y le escribí a los chavos con la esperanza de realizar alguna otra actividad que fuera en pro de la cultura de respeto. Pero aparentemente olvidaron el proyecto o algo, porque nunca recibí respuesta. Pero al menos nos heredaron sus tarjetitas que son bastante útiles.

Pero esta es sólo una de las miles de trabas que tienen las personas con discapacidad. Sólo basta con asomarse a la banqueta de enfrente para ver las rampas para silla de ruedas mal hechas (según las leyes de accesibilidad universal deben tener cierto ancho y cierto ángulo de altura… son rampas, no resbaladeros, no manchen), los señalamientos en medio de la banqueta, los pozos, los parabuses invadiendo espacio… tantas cosas que hacen las calles intransitables, ya no digamos para una persona en silla de ruedas, ni siquiera una persona ciega con bastón podría salir ilesa de tanto obstáculo y semáforos sin audio.

El transporte urbano… puff, qué no decir del transporte urbano. Los choferes nacieron por esporas (es que no tienen madre los cabrones) pues la mayoría de ellos no tiene un gramo de decencia. Mis compañeros del trabajo (que están ciegos) me comentan que a veces los ven con el bastón blanco y no los quieren subir, “no vaya a ser que anden limosneando”. Si no los acompañamos nosotros a tomar el camión, los hijos de su chingada ni se paran. Y algunos ecotaxistas que se quieren pasar de listos, y darles más vueltas para cobrarles más. Lo que no saben, es que ellos aunque no vean, se saben el camino con santo y seña, cuántos topes, cuántos pozos, cuántas vueltas. Intenta hacer pendejo a un ciego llevándolo a su casa por otro camino, y ya verás como se da cuenta ipsofactamente. Pero la gente es gandalla.

Por cierto, para los que anden en la calle: si ven a una persona ciega (normalmente los reconocemos porque traen bastón blanco… si tiene la punta roja es que es ciego, si la tiene azul es que es débil visual. Aunque en México no se usa tanto este sistema, en países más “avanzados” socialmente sí se usa) bueno, si ven a una persona ciega apuntando con el bastón hacia la acera de enfrente, es que quiere cruzar la calle. Si la punta está hacia arriba, es que está perdido. Si golpea ligeramente la banqueta con la punta del bastón, es que necesita ayuda. Si vas en coche y ves a una persona atravesando su bastón hacia la calle, PÁRATE. Porque la mayoría tiende a acelerar, “para cruzar antes que el cieguito”, háganme el refregado favor. Párate. La persona se dará cuenta de que te detuviste, y con eso le facilitas el trabajo. Si andas de peatón, acércate, tócale del hombro, preséntate, pregúntale que si necesita ayuda. Son ciegos, no sordos, ni tampoco imbéciles. No intentes jalarlo del brazo para llevarlo hacia donde tú crees que quiere ir, dile que te tome del hombro o del codo, ellos así se mueven más fácil. Háblale todo el tiempo. Recuerda que no ve, y si no te ve y no te oye es como si no estuvieras ahí.

Claro, existen varios tipos de discapacidad. Las más reconocidas son la intelectual, la visual, la auditiva, la motora. La manera adecuada para llamarle a alguna persona que tiene algún tipo de discapacidad, es “persona con discapacidad” o por sus siglas, PCD. Por ningún motivo les llamen “discapacitados” (lo que los define es ser personas, no su discapacidad), “personas con capacidades diferentes” (todos tenemos capacidades diferentes) ni tampoco con diminutivos “ciegüitos”, “angelitos”, etcétera. Siempre antecede la palabra “persona”, pues nacen siendo personas, independientemente de alguna característica especial.

Bueno, y si andar en la calle fuera todo el problema, quizá tendría una solución más o menos inmediata. El problema es que no los integramos a la educación regular, ni al trabajo. Hay ciertas discapacidades que pueden atenderse en escuelas regulares. Por ejemplo, si mi amiga Margarita anda en silla de ruedas, con que la escuela tenga rampas y elevadores es suficiente. Si mi amigo Pedrito es ciego o débil visual, con que en la escuela tengan material en braille y una computadora especial con Jaws, es más que suficiente. Afortunadamente, ya hay algunas escuelas que integran niños con discapacidad, pero no en todas la integración es exitosa.
Si alguna de esas empresas en las que nomás se la pasan haciendo llamadas, tuvieran rampas, podrían contratar gente que utilice silla de ruedas, o bastones canadienses. Bueno en general, a las empresas les falta una gran gran GRAN cantidad de responsabilidad social. Hay poquísimas que están dispuestas a conocer cuáles son las capacidades de una PCD, y por eso no se dan cuenta de que son tan valiosas como una persona sin discapacidad. A la sociedad le hace tanta falta reconocer a estas PCD como iguales; que sólo necesitan a alguien que esté dispuesto a darle una oportunidad. Y por oportunidad me refiero a un lugar físicamente aceptable en el que puedan laborar, y la misma oportunidad de laborar. Conozco personas ciegas que son psicólogas, licenciados en lengua inglesa, licenciados en derecho, masajistas (terapeutas), maestras y maestros de computación… los que tienen trabajo en su área, es porque tienen mucha suerte. Si la gente les diera trabajo, muchos de ellos no andarían pidiendo en las calles, ni sintiéndose estorbos en sus casas. Lo mismo se casan, tienen hijos, y sean ciegos o no, tienen necesidades.

Y aquí es donde me detengo, porque tengo mucho que decir del tema. Mucho qué lamentar, mucho qué admirar de otros países. Y entre las cosas que lamento, hay una que es una de las discapacidades más graves, que muy pocas veces se reconoce y desgraciadamente, hay pocas maneras de salvarse de ella: estoy hablando de la indiferencia. La indiferencia, la falta de respeto, de tolerancia, de aceptación. Esto es la verdadera discapacidad: vivir en nuestra burbujita de indiferencia, donde todo nos da igual, donde dejamos que “el gobierno” se encargue de todo. Porque eso no nos está pasando a nosotros… ¿y si un día perdemos una pierna? ¿las dos? ¿la vista? ¿un oído? hasta entonces haremos conciencia e iniciaremos nuestra fundación “Mi hijo chocó borracho y quedó parapléjico A.C.”.

Pero para entonces, ya será demasiado tarde.

Conclusión: No sean ojéis, no se estacionen en los cajones azules. Y todo lo demás, tiene que darse por añadidura.