Cuando me encontré frente a la puerta principal, a la que se llegaba por unas escaleras, vi que salía apresuradamente un joven muy apuesto, el que yo había visto detrás de la barra sirviendo las bebidas. Este hombre, al mirarme, se detuvo en seco a mitad de las escaleras, como si hubiera salido a alcanzarme y yo lo hubiera sorprendido apareciendo justo frente a él. Nos miramos por cinco segundos, tiempo suficiente para enamorarnos perdidamente, y la sonrisa que apareció en nuestros rostros fue la más sincera respuesta.
Me puse muy nerviosa por aquel brevísimo encuentro, así que seguí caminando, a falta de una mejor idea. El corazón me latía muy rápido. Sentí pasos detrás de mí. El chico me había tomado por el hombro, e hizo que lo mirara. Me tomó la mano, y siguió caminando a mi lado. Yo me reí tontamente. Entonces vi sus manos perfectas y hermosas, que cortaban la oscuridad de la calle y la noche y el frío y la soledad. Sus manos que tomaban las mías mientras me miraba a los ojos con sus ojos enamorados, y nos decíamos las palabras más tibias y dulces que podíamos encontrar dentro de nuestras bocas. Yo trataba de explicarle todos mis defectos, para asegurarme de que me aceptaba a pesar de ellos, pero él me detuvo y dijo que habría tiempo, siempre hay mucho tiempo para todo.
Llegó el amanecer.
Con sus primeras luces se llevó toda la noche y sus misterios, y el lugar que antes había estado lleno de vida y color, ahora lucía vacío y sin luz. Yo seguía compartiendo ansiedades con el chico que había resultado ser el amor de mi vida, hasta que tuve que irme. Un autobús solitario pasó por la calle, y yo lo abordé, no sin antes despedirnos con muchos besos y deseos de encontrarnos pronto. Pero mientras el autobús avanzaba lentamente y yo miraba por la ventana, vi a mi chico irse caminando con otra. No la tomaba del brazo o de la mano, pero reían juntos mientras caminaban en la misma dirección en que iba mi autobús, así que pude seguirles la pista un tiempo. Yo no entendía nada. Eventualmente ellos dos se separaron y siguieron caminos opuestos. Pero en mí quedó una sensación de fracaso y vacío.
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Insisto, todas mis historias terminan así.