otro sueño

Eran calles como de ciudad extranjera, calles de aire, de cemento gris construyendo la noche. Recuerdo que estaban húmedas y vacías, y en la humedad de la superficie se reflejaba la temblorosa luz de los faroles. Yo caminaba por una calle ancha y sin coches, pisando las líneas que dividían los carriles. Llevaba puesto un abrigo largo y negro (con el que siempre viajo) y con las manos en los bolsillos avanzaba en la madrugada oscura, sobre la ciudad desierta. Luego de caminar un rato por esa calle, con ese malestar que provoca el estar despierto mucho tiempo, encontre en la acera derecha, a lo lejos, un lugar colorido. Tan colorido, que contrastaba notablemente con el panorama gris y frío del cemento. Este lugar (un bar, un café, un centro de reunión) estaba lleno de gente, pero sólo en el interior del recinto. Afuera era como otro mundo. La gente del lugar estaba sentada en mesas, bebiendo lo que parecía ser jugos de frutas, o algo muy colorido y seguramente dulce. A pesar de que estaban distribuídos en diferentes mesas, todos parecían conocerse, por lo que pensé que quizá se trataba de compañeros de una misma escuela, o algo así. Yo me detuve, extrañada, a mirar ese lugar. Pegué mis manos en el vidrio y me asomé hacia adentro. Pude ver una barra, mesas, mucha luz y risas… no sentí nostalgia, ni siquiera ganas de entrar ahí, sólo extrañeza. ¿Por qué un lugar así, estaría en un sitio como este? Seguí mi camino, muy despacio, rodeando el lugar.
Cuando me encontré frente a la puerta principal, a la que se llegaba por unas escaleras, vi que salía apresuradamente un joven muy apuesto, el que yo había visto detrás de la barra sirviendo las bebidas. Este hombre, al mirarme, se detuvo en seco a mitad de las escaleras, como si hubiera salido a alcanzarme y yo lo hubiera sorprendido apareciendo justo frente a él. Nos miramos por cinco segundos, tiempo suficiente para enamorarnos perdidamente, y la sonrisa que apareció en nuestros rostros fue la más sincera respuesta.
Me puse muy nerviosa por aquel brevísimo encuentro, así que seguí caminando, a falta de una mejor idea. El corazón me latía muy rápido. Sentí pasos detrás de mí. El chico me había tomado por el hombro, e hizo que lo mirara. Me tomó la mano, y siguió caminando a mi lado. Yo me reí tontamente. Entonces vi sus manos perfectas y hermosas, que cortaban la oscuridad de la calle y la noche y el frío y la soledad. Sus manos que tomaban las mías mientras me miraba a los ojos con sus ojos enamorados, y nos decíamos las palabras más tibias y dulces que podíamos encontrar dentro de nuestras bocas. Yo trataba de explicarle todos mis defectos, para asegurarme de que me aceptaba a pesar de ellos, pero él me detuvo y dijo que habría tiempo, siempre hay mucho tiempo para todo. 

Llegó el amanecer.
Con sus primeras luces se llevó toda la noche y sus misterios, y el lugar que antes había estado lleno de vida y color, ahora lucía vacío y sin luz. Yo seguía compartiendo ansiedades con el chico que había resultado ser el amor de mi vida, hasta que tuve que irme. Un autobús solitario pasó por la calle, y yo lo abordé, no sin antes despedirnos con muchos besos y deseos de encontrarnos pronto. Pero mientras el autobús avanzaba lentamente y yo miraba por la ventana, vi a mi chico irse caminando con otra. No la tomaba del brazo o de la mano, pero reían juntos mientras caminaban en la misma dirección en que iba mi autobús, así que pude seguirles la pista un tiempo. Yo no entendía nada. Eventualmente ellos dos se separaron y siguieron caminos opuestos. Pero en mí quedó una sensación de fracaso y vacío.

Insisto, todas mis historias terminan así.

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