sangre hirviendo

Ayer puse en el coche El espíritu del vino -no tiene nada que ver con aspiraciones etílicas, sino con el disco de Héroes del Silencio. Claro, todos deben saberlo. Y entre bostezo y bostezo, canté todas y cada una de las canciones mientras me dirigía al trabajo, recordando aquellos momentos de felicidad ingenua durante mi preparatoria, en el coche de mi entonces novio, del cual no diré el nombre para no agraviarlo (ja). Que conste que ingenua aquí no tiene una connotación negativa, vaya usted al diccionario. En fin, sí, era muy feliz, y me aprendí el disco en cuestión, y lo canté por todos los rincones de la prepa mientras lo escuchaba en mi walkman. Lindos recuerdos, etcétera.

Mientras iba yo cantando el querrás tu rectificar las líneas de mis manos, quien esparcirá al… un coche frenó abruptamente frente a mí, sobre un paso a desnivel. Alcancé a frenar no sé cómo, pero cuando miré por el retrovisor el jetta negro que iba detrás pensé “yavaliómadre”, y me recargué en el asiento para recibir el impacto propiamente y no tener que usar collarín. Pero fiú, alcanzó a frenar. Pero el coche detrás del jetta no, ja. Y chocaron. Aww. Me sentí culpable, pude haber prendido las preventivas, no sé, avisarle “eh güey, esta frenada es seria”. Pero ni modo, la vida continúa. Así como continuó luego de que choqué por culpa de ese taxi en una pasada y olvidada y superada ocasión. En fin.
Estoy histérica, estresada, deprimida, emo, y ya me va a bajar. Pero ustedes no tienen por qué saberlo. Así que me voy a leer.

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