de un sábado por la mañana

El lugar donde trabajo es un recorrido que se hace por turnos, tiene una capacidad de recibir a ocho personas cada quince minutos, por lo que es importante que la gente haga reservación. A la gente le agobia reservar, pero bueno, pasado este primer “obstáculo” (en el que sólo hay que levantar el teléfono y elegir un horario) lo realmente difícil es que la gente se presente.

Cuando la gente llega a tiempo (sigo hablando del lugar donde trabajo), para mí es como una sorpresa muy agradable. Debería ser algo normal, pero no, es en verdad una gran sorpresa. El problema es cuando no llegan. En fin. A lo que voy es que me molesta mucho la gente irresponsable, la gente que no atiende indicaciones, que no importa el tamaño de la letra no lee los letreros, “es que no vi”, “es que no te escuché”, “miss, pero usted no dijo que la tarea era para antes del examen parcial”. Cosas así. No sé en qué se nos va la mente, pero no estamos al tanto de lo que ocurre a nuestro alrededor, no podemos levantar el teléfono para hacer una cancelación, no podemos salir 5 minutos antes para no llegar tarde a nuestra cita, hay gente que ni siquiera al cine llega a tiempo.

Tampoco pido perfección, sería aburrido. Pero creo que hay cosas básicas y esenciales en las cuales debería estar nuestra atención y consideración y no lo está. Ser auténticamente amable al contestar el teléfono me ha servido de mucho, y el shock es mayor cuando la gente me ve en persona: ¡¿A poco tú me contestaste el teléfono?!. Es tan divertido. Pero no iba para allá, ser amable es también una de esas pequeñas consideraciones hacia el otro que no sé por qué cuestan tanto trabajo. Nunca estamos dispuestos a dar, por eso la gente entregada es tan valiosa.

En fin. Todo esto porque en la mañana no me podía levantar, y cuando llegué al trabajo, descubrí que había sido un poco en vano. Grr.

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