el ir y venir de los camellos anaranjados

Camel solía ser mi marca favorita. No recuerdo con qué marca empecé, creo que el primer cigarro que probé fue un Capri mentolado. Luego Benson mentolados, luego… no sé, en prepa no recuerdo qué marca “fumaba”, muy probablemente ni compraba cigarros (pero sí tengo la imagen de estar enfrente de lo que luego sería el snack echando algo de humo). Mi amiga Nelly sí fumaba mucho, ella era fan de los Malboro Light. Luego lo dejé, porque mi entonces novio y yo llegamos a ese acuerdo: ninguno de los dos fumará más. Yo tenía 17 años.
Cuando ingresé a la carrera de letras no fumaba, cosa curiosa, porque en los primeros semestres (y en algunos casos, hasta el final) todo se te va en cigarros, café y cerveza. Pero sólo fue cosa de un semestre, porque cuando ingresé a segundo, conocí a dos personas maravillosas a las que todavía les tengo gran aprecio, que me hicieron pasar por mi primera borrachera y me “hicieron” volver a mi vicio de fumar. Pero por alguna razón, aunque ellos fumaban Malboro rojos, yo decidí tomar el camino de los Camel, y hasta desarrollé una lealtad a la marca que no me dejaba comprar otra cosa. Cuando más fumé fue en España, donde por cierto los cigarros son mucho más caros. La caja de Camel costaba 2 euros con 30 céntimos, una barbaridad, y los Benson Red (no conseguibles en ningún otro lado del mundo, que yo sepa) costaban 2 euros, me parece, o 1.90. Comprabamos 3-packs, que nos duraban menos de una semana. Por ahí debo tener varias cajas que me traje de recuerdo. Lo chistoso es que una caja de 20 cigarros marca Camel costaba 2,30, pero 1 caja de 10 piezas costaba 1 Euro. Wtf?
En esas épocas probé también los Gauloises, que fueron mi delirio. Pero malditos, no se consiguen (o al menos no los conseguí) fuera de Francia.

Regresando de España continué con mi vicio, pero no tan fuerte como antes. Mi pareja en ese entonces fumaba muchísimo, entonces cuando estábamos juntos era como fumar en paralelo, una chimenea que no dejaba de echar humo. Tiempo después conocí los cigarros de clavo, que también fueron muy importantes para mi vida de fumadora, porque los asocio con una época muy… especial. Muy particular y hermosa a su manera. Y desde entonces, casi no puedo fumar cigarros de clavo, porque… me clavo, jaja, me acuerdo. Así que mejor no. Luego entré al yoga, y a la danza árabe, y al derbake… pero el cigarro seguía ahí. Ya cada vez menos. En ese entonces me fumaba una caja en cinco días, aproximadamente, exceptuando los fines de semana, porque ahí sí la cerveza me exigía fumar. Eso por ahí de… no sé, octubre, noviembre del año pasado.

Yo nunca quise dejar de fumar. Nunca tuve la intención de dejarlo del todo, quería al menos un poco, un cigarro al día, un cigarro o dos con la cerveza, con el café. Me daba miedo pensar que quizá ya no iba a disfrutar de ciertas actividades, porque ¿qué sería una cerveza en el antro sin un cigarro? ¿qué sería el chisme, el chal en el café eterno sin un cigarro? ¿qué sería la sobremesa sin un cigarro? entre otras cosas. No imaginaba mi vida sin la posibilidad de echarme un cigarro de vez en cuando.

Pero luego vino diciembre, y luego enero, y las cosas empezaron a cambiar de una manera que todavía no puedo explicarme. Cada vez se me antojaba menos el cigarro, cada vez menos la cerveza, o incluso desvelarme (es es otro gran issue sobre el cual elaboraré luego). El punto de toda esta historia, es que tengo aproximadamente tres meses sin fumar, y prácticamente sin tomar. Y todo ha ocurrido sin eventualidades: no hay síndrome de abstinencia, no hay necesidad de unir café o cigarro con cerveza, veo gente fumando y no se me antoja; es más, pruebo un cigarro y hasta me da un poco de asco. Mis conocidos traen cajas novedosas, o marcas nuevas, y no se me antoja. Voy a la tienda y ni siquiera miro el aparador de los cigarros.
Lo más curioso es que yo no decidí dejar de fumar, simplemente ocurrió. Cada vez se me fue antojando menos, se terminó la caja que en ese entonces traía, y no volví a comprar más. Así de sencillo. Durante algunos días bateé cigarros a las amistades con las que salía a platicar, o a fiestear. Pero sólo fue temporal, ahora ya nada, nadita de nada.

Le digo al Piantado que de seguro fumar era un síntoma de algo. No sé de qué, no logro entenderlo, pero la verdad me siento feliz porque no tuve que sufrir lo que todo fumador en rehabilitación sufre, no hubo dramas, no hubo parches, nada. Aunque mi adicción siempre fue emocional, nunca física.

Es raro. Es bueno, pero no deja de ser raro.

8 Replies to “el ir y venir de los camellos anaranjados”

  1. yo retome el vicio por vos y nuestras conversaciones en aulas dos cuando todavia se podia fumar en cualquier lugar en el campus… a mi ya me paso eso de tenerle asco al cigarrillo, pero yo creo que contigo si me echo otro.

  2. ah, esos gloriosos días de poder fumar donde quisieras, sin multas. bueno eso sí, igual y si la situación me inspira, también me echo un cigarro, jaja, total que tanto es tantito :P

  3. Yo comencé a los catorce y lo dejé a los 16, primero Benson y luego Malboro (y uno que otro Boots, je,je)Al dejar el cigarro adopté la cerveza y finalemente la dejé a los 19 después de una pendejada.

    El otro pedo es la vida como no fumador porque la mayoría de la gente fuma, a donde voy hay fumadores, mis amistades son fumadoras y todo lo que dices: la fiesta, comidas, café, talleres, conciertos, etc, todo es con nicotina de por medio. Sinceramente a eso no me acostumbro porque uno termina jodiéndose y apestándose igual.

  4. Comadreeeeee!!!! Me súper encantó el post, algo similar me ocurrió, aunque yo, una vez al año… o tal vez dos, sí hago mancuerna con la chela y un buen cigarrito, Camel de preferencia. Me fumaré un Pall Mall bateado en honor a usté.

  5. Comadre!! cuánto gusto verla por acá!! qué nostalgia del camel, por dios, me van a hacer fumar de nuevo otra vez, jaja. Acepto el Pall Mall, pues, con harto agradecimiento. Un abrazo :)

  6. Me pasó lo mismo pero lo mío fue por salud mental. Sí, estoy completamente de acuerdo contigo de que uno se “acuerda” de situaciones con ciertas cosas.
    Yo asocio el cigarro a alguien a quien detesto.
    Fue fácil dejarlo. Lo mismo el alcohol, aunque esto se haya jodido mi vida social… equis!

  7. uy pues, hace un montón que no compro de esos… pero si vives en monterrey, seguro los encuentras en plaza morelos, hay un señor que tiene un puestito de cigarros (hasta donde yo sé, la última vez que lo vi) a un lado del saharis.

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