Stepping stones

Hace algunos días entrevisté a Jeff Gomez, autor (entre otras cosas) de Beside Myself, una novela muy buena que además es un ejemplo de una exitosa integración entre medio y contenido. Me dijo cosas interesantes que me hicieron reflexionar temas que me dispongo a escribir en este momento en la conclusión de mi tesis. De entre sus respuestas, les comparto esto que estoy a punto de citar en mi texto:

In the end, any fictional work should be compared to the next, regardless of the delivery mechanism. After all, we don’t view novels differently when one is published as a paperback and the other is a hardback, so why would an electronic novel be treated or thought of any differently? And yet of course nearly everyone—the publishing industry, editors, agents, and even readers—look upon electronic content as something “less than.” It is treated as unserious, even cheap, as if words and stories somehow become better when they’re printed on a page. The fact remains that what we think of as “books,” i.e. the physical artifact, are merely the delivery mechanism for stories. As much as we love to hold them, or what kind of memories printed pages may hold of our shared or individual past, they’re merely stepping stones between the writer and reader.

La resistencia de las mujeres (que tejen, o no).

Oren_Bayan-logo-FB22D24017-seeklogo.comComo buena turcófila que soy, me gusta comprar cuando encuentro el estambre Ören Bayan, uno de los clásicos de Turquía, con una historia de 60 años de existencia. Afortunadamente se consigue en las tiendas de acá, pues aparentemente este país es un gran productor de estambres, incluso muchas de las marcas “propias” de tiendas como Hobby Lobby o Michaels están hechas allá. Es un país en el que hay gran desarrollo de textiles, entre otras cosas. Estoy muy familiarizada con el logo (ver imagen de la izquierda) en el que se muestra una señora, cubierta con su velo (¿o con apartado por en medio?) tejiendo. No sé qué significa exactamente el nombre, sé que “bayan” es mujer o dama (útil para cuando quieres buscar el baño de damas) y “ören” no me queda muy claro, parece que es historia, algo así.

Así que me ha hecho mucha gracia encontrarme con la versión modificada del logo de este estambre para la resistencia del Parque Gezi, reemplazando “ören” por “diren”, que significa “resistencia”, dando resultado la “resistencia de las mujeres”. Me parece genial, divertido y un excelente rediseño. Acá les dejo la imagen, que por supuesto anda circulando por redes y ya en algunos medios impresos (he visto fotos de posters, calcas, etc. ¡yo quiero!).
¿Quién dijo que tejer era ñoño?
diren_bayan

La música

Llevo dos días escuchando Eclipse de memoria, el nuevo disco de una de mis bandas favoritas, La Barranca. Estoy emocionada, pensando qué decirles que no suene a super fan ñoña (que lo soy) pero que tampoco resulte insuficiente para describir la maravilla que es este disco. De momento les comparto un textito que me encontré en la sección Postales que escribe José Manuel Aguilera en la página oficial del grupo. Esto lo extraje del post “El baúl de los intentos“.

¿Qué es lo que nos atrae de la música? ¿qué sustancia es la qué buscamos en su sustancia? La música puede ser una manera de olvidarnos de la vida, o más concretamente, del tener que vivir, como diría Pessoa. En ese sentido no es diferente del sueño, del amor, de las drogas. Excepto que por disfrutar la música no pagamos un precio, y si tal ves lo hacemos en los otros casos. Es cierto, tal vez paguemos algo por poseer el medio en el que está guardada. O por acceder al sitio en el que se presenta. Pero ese precio no compra a la música en sí. Hay algo hermoso en ese sentido: la naturaleza inasible de la música hace que, en un mundo en el que todo se compra y se posee, no pueda ser comprada ni poseída. Tal vez sea eso lo que buscamos en ella, una manera de trastocar o revertir la dirección de la realidad.
Desde ese punto de vista, el escuchar música es en sí casi un acto de subversión. Subversión en el sentido que Octavio Paz le confería al amor: amar es combatir, decía. Escuchar música es una forma de desencajarse del engrane de la vida actual: un acto que, por si mismo, no produce ninguna transacción material ni contribuye al Producto Interno Bruto. Visto así, es un acto de rebeldía.
Por supuesto, hay una industria -¿o había?- que intenta sacar partido de ese gusto por escuchar la música. Toda esa enorme maquinaria de los discos, las tiendas, las descargas, los lanzamientos de las semana, el Top Ten o Las 40 Principales, los videos, el glamour, los managers, las estrellas, los descuentos, las promociones y demás ilusiones, convierte nuestro deseo por la música en una transacción económica, que gira en torno al dinero, que lo genera, que depende de él. Pero, curiosamente, esto en sí nada tiene que ver con la música. Y así como vastas fortunas e imperios se han armado en torno a la música, bien pueden desaparecer (quizá están desapareciendo ya) más no por ello dejará de existir la música. Una sustancia que, a fin de cuentas, no puede ser comprada ni poseída.
El placer que nos produce el disfrute de la música se encuentra libre de culpas también.

Let’s dance

Siempre me ha gustado bailar. Desde que lo recuerdo, al menos, me ha encantado participar en bailables de la escuela, destrozar mis pies bailando en diversas fiestas y antros. Tarde descubrí que las clases de baile también son super divertidas y más aún cuando hay festivales, porque entonces la diversión incluye otro de mis gustos: los escenarios.
Desde que descubrí las danzas árabes y su música no me he despegado de ellas; aunque me encuentre en la categoría de “principiante perpetua” por no poder continuar mis estudios de manera formal, siempre que puedo voy a seminarios, festivales y presentaciones. Así he tenido la oportunidad de tomar clases de danzas árabe, tribal y tribal fusión con gente como Amir Thaleb, Yousef Constantino, Jill Parker, Ariellah, Kajira Djoumahna, Shahdana, Virginia, Sera Solstice, Dariya Mitskevitch y otros muchos talentos nacionales e internacionales (y un taller de derbake con Tobias Roberson, de hecho ahí tengo un par de cameos en el video, jiji).
Después, hace más o menos 4 años, empecé con las clases de tango argentino -maravilloso tango. Fue muy difícil, porque estaba acostumbrada a bailar en solitario, a mi tiempo, con mis decisiones. Y el tango es trabajo en equipo, es choque de fuerzas cuya unión debe resultar armónica y estética. Lamentablemente, por tanto trabajo no puedo asistir ahora a clase, pero siempre que puedo voy a las milongas y de hecho organizo una aquí en Monterrey, cada tres meses (aprox).
En diciembre empecé a ir a clases de flamenco y las estoy disfrutando muchísimo. No soy ninguna experta y sé muy poco, la verdad, pero me encanta. Me gusta escucharlo, reconozco algunos nombres de grandes cantaores y ritmos gracias a lo que Lix y otras personas me enseñan (intencionalmente y sin querer) y también a que para Romanistán he tenido que investigar dos que tres cosas.

Cada estilo de baile es muy distinto (aunque hay fusiones de bellydance con flamenco y con tango, y quizá el bellydance y el flamenco estén más cerca por ser danzas gitanas) pero hay un elemento muy importante que para mí tienen en común: la pasión. Sé que no hay baile sin pasión (y en general, nada que valga la pena carece de ella) pero hay una posibilidad de expresar el ser de una manera menos contenida y más visceral en estos tres bailes que en otros. También están cargados de elegancia y erotismo, de clase y de historia, pero al mismo tiempo son ritmos del pueblo y se bailan sin pudor en la calle, al calor de las palmas, el tintineo de monedas y de instrumentos desgarrados.

He intentado bailar otros ritmos (como la salsa o el hip hop) y descubrí que no se trata de ganas de bailar así nada más, sino que para disfrutar bailarlos, tienen que ser ritmos que te muevan (en más de un sentido), que te apasionen, cuya música te atrape. Descubrí que no podría bailar (así en serio, más allá de una fiesta) al ritmo de una música que no me conmueva hasta las lágrimas, que no me dé vértigo. Y eso es exactamente lo que me sucede con estos tres géneros: tanto me gustan que no podría irme de esta vida sin saber responder con el cuerpo a sus peticiones.

Qué bonito es lo bonito

1. Anoche fuimos a cenar a un lugar de Kebabs al que no habíamos ido antes. Acostumbrábamos ir a otro, un carrito que se pone los fines de semana en la noche/madrugada en el centrito, donde están carísimos pero son de cordero. Este otro se encuentra escondido en una placita, a una calle de distancia del carrito primero. Los kebabs no son de cordero sino de res, pero la condimentación los hace absolutamente deliciosos. Como dijo mimarido: saben a “allá”. También venden shawarmas de pollo y res, lo que me hizo tener en loop esta canción en mi mente:

2. Nada mejor que quitarle el sueño a mimarido a carcajadas, mutuamente propiciadas.

3. A media madrugada, el kebab se manifestó. A pesar del omeprazol y la dimeticona sentía una bala de cañón dentro del estómago, no podía estar en ninguna posición sin sentirme incómoda y con gusto a cebolla en la garganta. Entonces fue que me di cuenta de que Mao ya estaba oficialmente enfermo. Lo tomé entre mis brazos, lo tapé con la colcha (aunque yo tenía calor) y escuché su dificultad para respirar, para pasar saliva, su naríz reseca. Lo abracé y ronroneó ronco. Aventé cincuenta veces a Julieta, quien con su ronroneo supersónico insistía en acostarse encima de los dos. Mao finalmente se hartó y se fue (qué bueno, yo tenía calor y no podía dormir con la bala de cañón) y entonces fue que escuché las arcadas. Prendí la luz de la lámpara del buró y Mao miraba su pequeño vómito. Parecía como flema. Mañana lo llevo al veterinario, pensé. Mimarido en el país de los sueños.

4. Luego reconsideré mi postura (física) sobre la cama, varias veces, y terminé por dormirme.
Desperté dentro de un sueño. Me encontraba en un pequeño cuarto que parecía de hotel con una tarima como escenario. Sobre el escenario, Nick Cave & the Bad Seeds. Como audiencia a lo mucho éramos 5 personas sentadas sobre la alfombra. Yo lo veía cantar y pensaba: “¿qué pensará Nick de estar cantando frente a 5 personas? ¿Cómo es que no le dieron más difusión al evento?”. A él no parecía importarle. Entonces cantó “Fifteen feet of pure white snow” y me di cuenta de que el cuarto en el que estábamos se parecía al lugar en el video. Curioso.
Terminado el pequeño show, Nick bajó del escenario y se puso a recoger sus cosas. Yo me senté sobre un escritorio que estaba ahí, a un lado de Nick, y lo miraba guardar algo que parecían imágenes en diapositivas muy grandes. Entonces me dirigió la palabra.

– What do you do for a living?
– I study. PHD. Literature.
– Oh. I knew.
– Why? (sonrío). Do I look nerdy?
– Nerdy and cute (él sonríe).

Acto seguido empezó a acercarse y, antes de que yo pudiera decir “pío”, me di cuenta de que me estaba besando. Me dejé llevar por el beso, sin abrazo, sólo un beso. No había otro contacto que el de nuestros labios en ese beso en cámara lenta y yo pensaba, así nomás, “ohpordios ¡estoy besando a Nick Cave!”.

5. Al despertar, tenía tres gatos dormidos encima. Julieta sobre mi almohada, justo al lado de mi cabeza. Mao, sobre mi estómago. Garabato sobre mis pies. Y en mi mente sonaba “Fifteen feet of pure white snow”. Tardé algunos segundos en entender por qué tenía esa canción en la cabeza.

Tejiendo que es gerundio

A loop after a loop. Hour after hour my madness becomes crochet.
Agata Olek
Recientemente nos embarcamos (mis amigas arañitas Ilsa, Beatriz y yo) en un proyectote de “yarn bombing autorizado”, por decirlo de algún modo. Resulta que el Planetario Alfa lanzó esta convocatoria de tejer los árboles que están en una placita del Planetario (entrando al edificio a mano derecha). Veintitantos árboles serán vestidos durante este mes, con motivo de la navidad, aunque los colores que he visto hasta ahora en los árboles no son muy navideños y tampoco es que el yarn bombing necesite una excusa como tal para existir. Después de tomar medidas y tejer durante casi 3 meses, nuestro proyecto ya casi está terminado, y espero que podamos instalarlo a lo más en un par de semanas. Si no saben que es el yarn bombing (y no le han encontrado mucho sentido a la imagen de arriba), es, en pocas palabras,

Yarn bombing, yarnbombing, yarnstorming, guerrilla knitting, urban knitting or graffiti knitting is a type of graffiti or street art that employs colorful displays of knitted or crocheted yarn or fibre rather than paint or chalk.[Ver más]

Básicamente se trata de usar el tejido como una forma de arte callejero, utilizando el estambre como herramienta para dar color. Lo interesante es que se puede cubrir casi cualquier cosa/espacio público. Desde señalamientos, barandales, bancas, árboles (por supuesto), rejas, esculturas, etc. etc. De hecho los invito a que escriban en Google Images “yarn bombing” y se deleiten con los resultados. Para todos aquellos que pensaron que tejer era sólo de abuelitas, bueno, esta es la oportunidad de desdecirse. De hecho hay muchísima gente joven que se dedica a tejer, y ciertamente el yarn bombing no es precisamente el tejido que haría tu abuelita (o quién sabe).
Hoy que fuimos a medir el “overol” (jiji) que hemos tejido para nuestro árbol, recibimos tantos halagos por el trabajo realizado hasta el momento que creo que me durarán para el resto del mes. Lo que más me conmovió fue cuando nos dijeron que nuestras manos eran “un tesoro”. Y sí, ciertamente las manos son maravillosas por muchas razones que no tengo que explicar, pero lo que me puse a pensar es que es realmente chido poder hacer algo duradero con ellas. Es decir, mis manos pueden hacer colchas, gorros, bufandas, muñecos, carpetitas… la idea de tener en mis manos, no sé, 300 metros de estambre (que no es nada, excepto estambre) y convertirlo en *algo*… es bien chida. Poder crear algo con tus manos, decir que lo hiciste con tus manos, es bien rico.

Pero volvamos al árbol. Muero de ganas por enseñarles la foto de la prueba que hicimos hoy, pero mejor me espero a que ya esté montado en el árbol. Mientras, una muestrita de lo que hemos hecho. Casi todo es con gancho, Beatriz es quien aporta las agujas a algunas partes del tejido (que por cierto no se alcanza a ver en las fotitos).

Y ya fuera de los terrenos del yarn bombing “amateur” y más en los terrenos del arte contemporáneo, les recomiendo que vean los trabajos de Agata Olek, que ha hecho instalaciones con tejido muy interesantes (las instalaciones y el tejido). Para muestra: