yo conozco a su presidente…

Allá por enero de 2002, tomé un taxi del aeropuerto de Madrid. Iba rumbo a mi depa. Recuerdo que era muy temprano por la mañana, yo no había dormido en todo el viaje y para colmo de males, estaba super depre porque… pues porque no sé, estaba depre, había regresado sólo para mis exámenes finales. Sabía que me quedaba poco tiempo allá, que extrañaba acá, y total que no se podía estar bien en ninguno de los dos lados. Además el tema de la escuela me agobiaba (cuando no) porque los sistemas de evaluación son diferentes, etc.
El punto es que tomé un taxi.
El taxista me preguntó que de dónde era. Le dije que de México. La reacción de él fue muy cálida, dijo que los mexicanos éramos sus hermanos, que teníamos un país muy bello…
-Y además de eso, yo conozco a su presidente… El otro día un señor muy alto me detuvo en la calle, allá por cúcara mácara (no me acuerdo dónde), frente al hotel perengano. Cuando se subió vi por el retrovisor su bigote, y con ese su acento muy peculiar me dijo que lo llevara a La Vaca Argentina de tal calle (un restaurante). Yo lo miraba mucho, luego le vi las botas… y entonces le dije “yo a usted lo conozco…” y me contestó que hiciera como si no, que no le dijera a nadie que se andaba escapando de la guardia porque quería ir a comer con unos amigos. Que ni su mujer sabía dónde estaba. Yo hice el gesto de guardar silencio y lo dejé frente al restaurante. Muy simpático el hombre. Una voz muy fuerte.

Me pareció simpatiquísima la historia. Además el señor la contaba con muchos detalles que ya no recuerdo, una plática que tuvo con el señor presidente (de aquel entonces) sobre el país. No me pareció que estuviera mintiendo, todo sonaba muy coherente. Y en todo caso no importa, ese día el taxista supo exactamente qué decirme, además de esa historia que me hizo reír mucho. Me habló de sus hijos que estaban estudiando en EEUU, medicina en Houston, me parece. Se notaba que los extrañaba mucho. Me habló de lo orgullosos que se sentían él y su esposa por sus logros, de lo mucho que los querían. De que seguramente mis padres se sentían igual de mí, que no tenía por qué estar triste. Que iba a triunfar.
Seguramente me decía esas cosas pensando en sus hijos. En ese momento agradecí que el trayecto fuera tan largo, y cuando llegué a casa -vacía, porque mi roomie todavía andaba en México- y subí mis maletas llenas de latas y sobres de salsa que mi mamá y mi abuela me habían dado, me sentí mejor. Llamé a Lisa, quien me encontró todavía un poco melancólica, y después de abrazarme fuerte me dijo: GUAPA: ¡SEGUNDAS REBAJAS! y no me dio tiempo ni de decir “pero” cuando ya íbamos rumbo a Sol para gastar dinero en ropa rebajada. Yo me compré un sombrero de lana que todavía uso, al que le tengo mucho cariño.
Como a ese taxista del cual ya no recuerdo el nombre ni mucho menos la cara, pero le estoy por siempre agradecida.
He tenido suerte: en mis viajes siempre resulta un éxito el hecho de que soy mexicana :)

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *