otra mudanza

Dentro de algunos pocos días despertaré en una casa nueva.
No me hago mucho a la idea todavía de lo que tengo que empacar -me agobia, lo confieso- porque tengo tantos tiliches. Internamente me he debatido entre la idea de verdaderamente no tener nada más que lo esencial vs acumular recuerdos, y desgraciadamente me es imposible deshacerme de tantas cosas. Lo que más “bulto” hace son los libros, por ejemplo. Pero es difícil decir sencillamente “me quedo con mis favoritos y regalo los demás”. Es difícil también pensar que con tenerlos todos en el kindle es suficiente. Los libros son los libros y aunque me dificulten cada mudanza, no podré deshacerme de ellos nunca. Al contrario, me encantaría tener una biblioteca grandísima. Pero para eso ya hay que pensar en establecerse, y eso yo lo veo complicado en este momento.
Pero el punto es la mudanza. Vaya, que me da pereza siquiera pensarla.

Sony Reader Touch Edition

Por cosas de la vida, les informo que estoy vendiendo mi Sony Reader Touch Edition, que tantos momentos de dicha me ha brindado. Es un lector dedicado, con pantalla de tinta electrónica, en su edición touch -lo que significa que pueden elegir las opciones y cambiar de página utilizando su dedo. También cuenta con algunos botones por si prefieres controlarlo así, pero la verdad es que el aparato responde muy bien cuando lo controlas con la pantalla.
Puedes leer documentos en PDF sin mayor problema (OJO: tienen que estar como texto, si son imágenes sí es complicado), puedes cambiar el tamaño de letra de los PDF’s, así como también el documento de casa, el ePub y otros como doc, txt, etcétera. Pero la verdad teniendo softwares como el Calibre (el cual recomiendo que usen con este reader) el asunto de los formatos se vuelve cosa sencilla.
El aparato tiene una capacidad de 512 MB, pero tiene una ranura para expandirle la memoria. La verdad es que nunca me hizo falta tener más espacio. Incluye un stylus (o “pluma”), coquetamente insertado en el aparato para que puedas subrayar e incluso tomar notas como si tuvieras papel y pluma. Puedes exportar tanto tus notas como tus subrayados, escuchar música, ver imágenes, entre otros detalles.


No tiene acceso a internet. Puedes descargar libros gratuitos de Google Books, lo que hasta donde yo sé es una característica que únicamente tiene el Sony Reader.
Además incluyo una funda rígida (que a mí me costó 30 dlls, pero veo que ya cuesta 20) y una tarjeta por $25 dólares para que puedas comprar libros en la tienda Sony. Si gustas, incluso puedo dejar los libros que yo tengo, que fácilmente puedes borrar usando el Calibre. El software oficial de Sony lo puedes descargar de su página, pero como les comento, el Calibre funciona muy bien -aunque no te permite hacer bibliotecas, como sí te lo permite el software de Sony.


En fin, todo esto por la módica cantidad de $1,600 pesos. El aparato incluye el cable USB para conectarlo a la compu, la funda suave, la caja, los instructivos, la tarjeta por 25 dólares y la funda rígida. Yo soy muy cuidadosa, así que pueden contar con que todo se encuentra en muy buenas condiciones. Si necesitan más información, pueden escribirme a magenta@estigia.net. Si quieren más fotos, hay aquí.

algo falta.

La invitación quedó sobre la mesa. Al centro de la parte frontal del sobre, hay una etiqueta en la que puede leerse tu nombre. Perdona que ahora te hable de tú, es que has entrado a una categoría que no entiendo muy bien y sólo así puedo darme un poco de confianza. Leo tu nombre una y otra vez, como si mágicamente pudiera lograr sentirte de nuevo en el aire, con tu recargado perfume que se pegaba a la piel después de abrazarte y no se iba en el resto del día. Se me llena la mente de recuerdos, de frases que me dijiste (muchas de ellas sacadas de tu gran acervo literario) y me marcaron para siempre. Incluso cuando yo era estudiante de la licenciatura: afuera de ese salón en aulas 3, antes o después de clase, me dijiste tantas cosas que me ayudaron a confiar en mí, en lo que hacía, en quien era. Puedo decir que siento un secreto orgullo por las opiniones que tenías sobre mí, sobre mi cabello, sobre mis actitudes. Fuiste mi cómplice, siempre lo fuiste, no importaba si entre una plática y otra pasaban dos días o un año.
El último semestre de mi licenciatura fue particularmente difícil, y aunque no lo pedí, tú estuviste ahí. Te preocupaste por cómo me sentía, hablaste conmigo. Yo sufría un amor (no un desamor) y eso me afectaba por todos lados. Fue cuando dijiste esa memorable frase, apuntándome con tu dedo delgado: Esta señorita va a llegar muy lejos, si no se enamora.
Con esa invitación quería demostrarte lo contrario. Te escribí una larga carta que dejé con tus familiares, cuando fui a visitarte al hospital. Visitarte es un decir, no pude verte pero pude ver a la gente que te ama, percibir su angustia, compartir en un abrazo su preocupación y tristeza. Destruí el borrador, así que no puedo recordar precisamente qué te dije, pero sé que te dije que te quiero. Nunca te lo había dicho. Te quiero, perro, como te decían todos e incluso tú mismo. El perro. El maestro perro. El maestro Perro.
Hay tantas palabras pendientes en todos esos cafés que nunca nos tomamos. Me siento estúpida llorando frente a un monitor pensando en eso, en todo lo no dicho, sorprendida por la muerte. Una muda. Una mierda. El nudo en la garganta que se me hace, el nudo en la garganta que tenías con todos esos tubos. Yo pensando que pronto te iban a sacar de entre esa maraña y podrías eventualmente decirme de nuevo niña hermosa. Yo pensando que te vería ahí, en mi boda, dándote la contra y diciéndote que podía llegar lejos aún enamorada. Yo pensando que llegaría el momento en que pudiéramos, ahora sí, hablar de mi proyecto, que me dieras ideas. Oh, esas ideas que ya nunca vendrán de ti ni de nadie.
Un día me dijiste que me ibas a regalar un dije de ámbar. Nunca fui por él. Y me arrepiento tanto, al menos así hubiera tenido algo tuyo, pero ni una puta foto, nada. Eres un recuerdo que me abarca y me duele toda. Te fuiste hace apenas un par de horas y quizá muchos todavía no lo sepan, pero desde ese momento algo le falta a este mundo insoportable: tú, tu sarcarmo, tu sabiduría, tu humor, tu talento para enseñar a amar a la literatura. Nunca nadie como tú. Nunca nadie. Todos te vamos a extrañar como desesperados.
Chingado, Ramón, por qué te fuiste.