Un mal libro

“Un mal libro es peor que una traición”. No recuerdo dónde leí esto, pero desde mis épocas mozas de secundaria esta frase se me quedó grabada como una manda. Por mi necedad obsesiva de terminar todo libro que comienzo, he sido traicionada incontables ocasiones, y como venganza estos traidores han sido regalados, donados, vendidos. Suelo (y reitero, *suelo*) comprar buenos títulos, pero hay ocasiones en que me falla, como esta.
Encontré por ahí este libro, cuyo título por vergüenza no revelaré, pero imagínense un best seller chafo onda códigodavinci, nomás que escrito por una australiana, traducido en España (joer) y con un precio de venta de $250 pesos (o lo que es lo mismo, 8.3 bolsas de tostitos con elote, crema y salsa, 4.16 entradas al cine, 7.14 tés chai del starbucks, media bolsa de Royal Canin para gato adulto, o el 75% de un vestido que me gustó en Sasha). El asunto es que lo compré porque el libro en cuestión incluía un anexo que parecía como un mapa/libreta/baraja de aproximadamente 20×15 cm. Como la literatura ergódica en papel es uno de los aspectos principales de mi tesis, pensé que quizá la lectura del libro requería de un trabajo paralelo y simultáneo que enriqueciera la narración desde fuera de ella, por más comercial y mala que esta fuera. Así que lo compré.
El asunto, es que llevo como una cuarta parte del libro y he ojeado el resto, sin ver por ningún lado si verdaderamente este anexo tiene utilidad alguna. El libro me está hartando, es bastante chafa, está escrito con esa narrativa chafa y pretenciosa con estructura adjetivo-sustantivo y comparaciones rimbombantes. Lo malo es que no sé qué hacer con el libro. Es decir, quiero seguir leyendo, a ver si en algún punto se integra con el anexo que incluye; para fines de mi investigación la calidad literaria no importa, sino más bien el artilugio (Ok, ok, ya lo busqué en google y sí se integra con los pergaminos pero dicen que de una manera muy débil y chafa).
La cosa es: ¿qué hace uno con un mal libro? No me atrevo a ponerlo en mi librero, qué vergüenza. No me atrevo a regalarlo, es como si fuera a cenar a casa de unos amigos y en lugar de una botella de vino llevara, qué sé yo, una joya de durazno. Me da pena tirarlo. No puedo devolverlo. Me encantaría enviárselo a la autora y decirle “esto es una porquería, gracias pero no gracias”. O enviarlo a la editorial con el siguiente mensaje “deberían advertir que para los amantes de la buena literatura que además tienen TOC, este libro es una porquería, que no lo compren porque sólo desperdiciarán horas de su preciada vida”.
Ya en serio, ¿qué se hace con un mal libro?

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