Te dije que sentía un hueco en el estómago. ¿Tienes hambre? No en el estómago, más bien arriba. Tú me abrazaste y el latido de tu corazón me hizo cosquillas en la oreja. ¿Me cuentas un cuento que no le hayas contado a nadie?, dijiste. Claro, pero sólo si te duermes en mi regazo.
Después, te robé un beso.
Y sonreíste.
Después, te robé un beso.
Y sonreíste.
Lindísimo. No sé qué hombre tan descarnado no hubiera sonreido después de eso…
“Dicen que hay besos de esos que te los dan, y resusitan a un muerto”
Claro que sí.
o sacan un ánima de purgatorio. me acuerdo especialmente de uno: tenía quince años, y la vida no era tan complicada.