Mi corazón suena como una bocina acartonada. Ya no hay sangre que recorra mis venas. La esperanza aferrándose a mi cuerpo me causa dolor. No hay lágrimas que limpien tu recuerdo, ni deseos con los que pueda dejar de amarte. Soy un alma en el constante purgatorio de tu olvido.
“Soy un alma en el constante purgatorio de tu olvido”. Dio un trago al café frío. Esa frase sonaba bien. El tintineo de platos y cucharas era la única música en el lugar. Conversaciones ajenas se fundían en un barullo que se estiraba sobre el ambiente. Otro trago. La ansiedad que le causaba perderla y otra vez perderla lo había vuelto un fumador compulsivo, no es que lo disfrutara. Estaba harto de las narraciones en pasado y de las ilusiones en futuro. Mejor vivir hoy y hacerse a la idea de que su vida era una mierda, de que seguro alguien, en algún lugar perdido, estaba siendo feliz con lo que a él le hacía falta.