ester píscore

Mi primer encuentro con el baile fue a los 3 años, cuando mi madre me inscribió en clases de ballet con la maestra más estricta de la ciudad. Ni sé cuánto duré: la susodicha me corrió por platicadora. “Señora, su hija no tiene interés en aprender ballet. Quizá cuando esté un poco más grande…” Claro, lo que pasaba es que ahí mismo estudiaban mis amigas del kinder, y me parecía loquísimo verlas fuera del colegio. Luego siguieron los bailables de la escuela en los que me encantaba participar, y luego las clases de tahitiano. Sólo de recordarlas me da risa: estaba en cuarto de primaria… usábamos una ridícula faldita hecha de… ¿rafia? y un top pedazo-de-tela-mal-cortado-y-ajustado. Y bailábamos… tahitiano! jajajaj qué ocurrencia. Un día nos presentamos frente a la escuela en el festival del día de las madres… y a una niña se le cayó el top. Laura, se llamaba.

Mi siguiente encuentro “serio” con el baile, fue cuando entré a la prepa y quise ser parte del equipo de porristas (SHAME ON ME!). Duré… ¿un mes? y me arrepentí toda la vida. Pero peor cuando quise participar en esos concursos de baile, también mientras estudiaba la prepa, y OBVIAMENTE todas las que audicionaron para ser parte del grupo de baile, habían tenido clases de ballet y jazz y esas cosas que te hacen ser grácil y flexible y tener buena coordinación. Obviamente también, no llegué ni a la segunda ronda.
Muchos años y cheves después llegó el yoga, que por supuesto no es un baile pero me enseñó que mi cuerpo podía ser fuerte y flexible, y me ayudó a encontrar músculos que no sabía que existían. Y eso, dio lugar al raks sharki, que es una de las actividades más divertidas que he realizado. No sé a qué venía al caso todo este cuento. Quizá es porque he estado pensando que pude haber hecho muchas cosas antes, de haber sabido que podía hacerlas. Pero bueno, por ahora el baile me hace feliz, mientras no piense en esas niñas de once años que bailan igual o mejor que mi maestra. Y es lindo encontrar actividades que te distraen del cotidiano trajinar y del hastío que ronda como ave carroñera, esperando que te duermas para entonces sí.

3 Replies to “ester píscore”

  1. Ush, cada día q te leo tenemos otra cosa en común.

    Mi má era otra de esas obsesionadas con que “su hijita recibiera clases de inglés, francés, piano y ballet”, y creo que nada más sirvieron las primeras, ya que en francés sólo aprendí a decir voulez-vous coucher avec moi, hasta la fecha sigo tocando changuitos (sí, solo changuitos), y el ballet lo dejé rápidamente.

    Pero sentí muy pronto el deseo de bailar, por lo q pasé por escuelas de samba, tango, salsa cubana, poledancing (ufff)… hasta que encontré lo mío, lo mío lo míííoo (raqs sharki)

    Y lo seguiré haciendo mientras Dios me dé vida y fuerzas.

  2. Vaya, lo de las porristas sí que es trágico pero, bueno, todos tenemos un pasado :P ¿No será que tu sueño adolescente era participar en uno de los famosos intercolegiales lleno de bailarinas sonrientes y con coreografía temática? Después de todo eran la super moda en los 90’s jeje

    De cualquier manera lo que bailas es mucho más chido e interesante.

  3. Ya sabemos, comadre, que esto del baile lo tenemos tan en común que duele.

    Lo de las porristas nunca lo intenté, pero lo he tenido de fetiche desde siempre. Sí, tengo algo con la flexibilidad… me es irresistible, ja!

    Tome mi primera clase de “danzas árabes”; lo pongo entre comillas porque más bien, podré decir, me aventé un Shakirazo; nada pro como lo que tú realizas, pero fue divertido anyways. Mañana toca “Ritmos latinos”… wtf?! Ja!
    Sí, sigo buscando mis horizontes dancísticos. My hips dont lie!

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *