de bibliotecas

Siempre tengo excusas para comprar libros. Aunque no tenga dinero encuentro la manera de hacerme de esos libros que me llaman la atención, aunque luego me dé sentimiento de culpa por haber gastado tanto en un momento en el que no estaba planeado ($$) que gastara x cantidad. No importa. Libros son libros, sin importar cuántos textos puedan conseguirse en pdf, no será lo mismo que ver todos esos coloridos lomos asomándose entre los recuadros del librero. Tener un libro en la mano, en la mesita de noche, sobre el depoósito de agua del sanitario, en el librero, en el coche, en la bolsa, en cualquier lado, es tener una garantía de que no estás solo.
Me encanta comprar libros. El objeto en sí es bello, su historia, su formación, la posibilidad inmensa de formas y presentaciones pero que al mismo tiempo se reduce en un objeto cálido y predecible, nunca igual pero siempre el mismo.
Estoy segura de que no he leído ni la mitad de libros que tengo en mi casa, y cada vez que puedo, sigo comprando más. Pero me siento tan orgullosa de mi colección, a la que cada cierto tiempo le quito dos o tres títulos que le sobran, y le agrego dos o tres que me han seducido por ahí.
Comprar libros es un vicio, y al mismo tiempo es un statement. Jamás compraría un libro que no me interese, a menos que sea obligada o con el afán de hacerle algún regalo/broma a alguien. Porque los libros que compro soy yo, y nunca lo había pensado de esa manera hasta que leí una entrada de blog que me dejó ayer damián.

Desde septiembre de 2003, Nick Hornby escribe una columna en la revista estadounidense Believer. En ella habla, informalmente, de los libros que ha leído durante el mes (sí, es el sueño de todo lector: que le paguen por comentar sus lecturas sin tener que adoptar el ceño fruncido de un reseñista de verdad). Ahora que leo estas columnas reunidas en un libro, sin embargo, me doy cuenta de otra cosa: juntas, son más un ejercicio autobiográfico que crítico. Me explico. Hornby cuenta que lee libros sobre futbol porque es hincha del Arsenal desde pequeño, que lee libros sobre niños autistas porque su hijo lo es, que ya no lee tanto como antes porque no tiene la necesidad de escribir montones de notas en los periódicos para llegar a fin de mes, que le gusta sobre todo la novela contemporánea y que se aburre con la mayor parte de los clásicos, que acumula los libros que quiere leer ya en su mesita de noche y los que no sabe cuándo leerá en la estantería de la salita, que a veces trata de leer después de cenar pero que siempre acaba encendiendo el televisor y que –y esto es muy importante– compra muchísimos más libros de los que puede leer.

En ese sentido, es perspicaz el comentario que hace a la lectura de So many books –Los demasiados libros, de Gabriel Zaid, el único libro en lengua española que lee en dos años junto a Soldados de Salamina.

“En So many books –dice Hornby–, Gabriel Zaid lidia con la cuestión que aparece constantemente en esta columna: ¿por qué diablos tomarse la molestia [de leer]? ¿Por qué molestarse en leer a esos cabrones y por qué molestarse en escribirlos? […] El mejor momento de Zaid, sin embargo, está en el segundo párrafo, cuando dice que [traduzco de la versión inglesa]: ‘las personas verdaderamente cultas son capaces de tener miles de libros sin leer sin perder la compostura ni el deseo de tener más’. ¡Ese soy yo –prosigue Hornby– ¡Y probablemente tú! ¡Miles de libros sin leer! ¡Verdaderamente culto! […] Y de repente tengo una epifanía: todos los libros que tenemos, los que hemos leído y los que no hemos leído, son la más plena expresión de nuestro yo. Mi música también soy yo, por supuesto […] Pero a cada año que pasa, y con cada compra caprichosa [de libros], nuestras bibliotecas son más capaces de explicar quién somos, hayamos leído los libros o no.”

– Ramón González Férriz

Tomado de acá.

One Reply to “de bibliotecas”

  1. Me identifico muchisímo contigo en ese aspecto, magenta, y es alentador no sentirse única. A mi me ha pasado que me enamoro de un libro que deseo tener a como dé lugar pero que de momento no traigo para comprarlo entonces caígo en un estado obsesivo y ansioso el resto del día imaginando que otra persona compra ese libro en especial o que se acaban mientras yo estoy muy quitada de la pena, como resultado me las arreglo y voy por mi libro lo antes posible, a veces al día siguiente ya estoy ahí.

    Es súblime ese momento en el que has pagado por el libro, te lo ponen en la bolsa y sales emocionada imáginadote que lo leerás a placer en el lugar favorito de la casa. Va a sonar muy teto pero mis libro son mis verdaderos amigos, neta, neta, siempre ando con uno a donde vaya y son más fieles y nobles que los amigos de verdad ;( Comprarlos, sí, es un vicio… pero es bien placentero. Además, hay que invertirle al conocimento que abrirá otras puertas. Saludos :)

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