caminito de la escuela

Extraño los veranos. Esos veranos de cuando era estudiante de primaria, secundaria o incluso prepa. Esos veranos en los que te dedicabas a levantarte tarde, no hacer nada, ver la tele, salir a jugar con los de la cuadra, hablar interminablemente por teléfono. En el mejor de los casos, salir de vacaciones con la familia. Decir, por ahí de mediados de julio “me muero por regresar a la escuela” -bueno es que yo soy bien ñoña y yo sí decía eso. Y cuando las vacaciones de verano estaban por terminar, venía una de mis partes favoritas: ¡surtir la lista de útiles! Ir a la tienda atestada de gente -el supermercado, las grandes papelerías, las pequeñas- con una tremenda lista en la mano, y llenar el carrito. Ver desfilar una gran cantidad de libretas: forma francesa, italiana, profesional, de raya, doble raya, cuadro grande, cuadro chico, en blanco, pautada, papel milimétrico… carpetas (esas eran las que menos me gustaban, por sus colores pastel aburridísimos), y mi delirio: plumas, lápices, COLORES, CRAYOLES, PLUMONES!! que nunca usé para cosas maravillosas, es fecha que no sé dibujar más que monitos de palitos pero me encantaría tener esas cajas de prismacolor, crayolas o pincelines para hacer garabatos en hojas de libretitas cute. En verdad: me matan todos los artículos para pintar… si me regalan una caja gigante de crayolas seré feliz y al mismo tiempo triste porque no sé dibujar. Aunque la solución perfecta sería que me regalaran las crayolas y un cuaderno para colorear… uff, horas de diversión. ¿Han visto esas crayolas “twistable” que le giras y sale el color? Madre santa, si no estuvieran tan caras y si no estuviera yo tan ocupada, me compraría paquetes y paquetes y los abriría todos y los manosearía (chale, hasta porno estuvo eso). Pero bueno, me ocuparé de mis obsesiones con objetos para escribir/rayar/colorear en otro momento.
Una vez que ya tenía todos los útiles en la casa (borradores, pegamento, lapiceras, sacapuntas, regla, todo eso) lo que seguía también me fascinaba: forrar las libretas. Que si dos amarillas, que si las de cuadro van naranjas, las de español en rojo… uy, era tan feliz forrando. Tan feliz que hubo un verano en el que trabajé algunos días en una papelería forrando libretas de los paquetes escolares… tenía como 11 ó 12 años. Ahí aprendí algunas mañas de las más expertas forradoras de libretas, los mejores trucos para que el papel contact (que apenas se empezaba a estilar en mis libretas) no saliera con burbujas… o si iban forradas con plástico (que mi mamá compraba por metros y olía de-li-cio-so) ponerle algo de talquito para que no se pegaran unas con otras (efecto que suedía con regular frecuencia, sobre todo los primeros días de clases… ¿alguna vez rompieron la pasta de una libreta al intentar sacar otra que se quedó pegada?).
El deleite continuaba una vez comenzadas las clases. Yo siempre acomodaba mis libretas por tamaños, de la más grande a la más pequeña. Ir llenando de palabras esas blancas hojas con lápices largos y recién afilados me daba como emoción, hacer los márgenes rojos con regla nueva y sin manchas de plumón, con pluma o color rojo también nuevo… usar la esquinita perfectamente cuadrada y blanca de un borrador pelikan blanco… o borrar de más con los de migajón que se desbarataban rápidamente… sacar el prit antes de que se te perdiera o se manchara de negro por pegar recortes de periódico… podría seguir y seguir, pero el punto es explicar cómo todo el ritual del regreso a clases era algo completamente disfrutable, que podía extender incluso hasta todo el primer mes de clase. Porque claro, el asunto del uniforme también era otra cosa muy disfrutable: las calcetas nuevas, los zapatos nuevos o recién boleados, las camisetas del uniforme con el escudo sin deslavar… en fin.
Hace años que no disfruto de este ritual. En la carrera podía tomar notas casi en servilletas y daba igual. Sin embargo continué con mi labor de selección de libretas especiales, forrarla con algún tema en particular, hacer collages con recortes y palabras… aunque poco a poco lo fui perdiendo. Mis libretas de los últimos semestres eran de esas de divisiones por colores, procuraba cargar siempre lo menos posible. Pero las plumas diferentes y medio caras son un placer que nunca me he negado. Jamás usé una bic convencional. Y jamás lo haré.
Ahora ya casi no compro libretas, para la escuela, al menos. Tengo mi colección de libretas en blanco, pero esas son de lugares especiales, o regalos. Pero digamos, libreta para ir a la escuela, no. Plumas sí, montones, de hecho temo que se sequen antes de que pueda siquiera probarlas.

Ya pronto regresaré a clases, después de cinco años de ausencia. Supongo que será muy diferente a cuando estudiaba la carrera, creo que ahora sólo llevaré tres materias, y no tengo idea de la frecuencia con la que debo asistir a clases, ni las duraciones. Supongo que será ya un rollo muy “adulto” y mi libreta de chococat no será muy bien vista, y aunque se me ocurren algunos buenos collages (con gatitos, claro) quién sabe si al final me anime. No sé. Extraño esa sensación de emoción al ver el carrito llenarse de útiles escolares, con sus empaques plásticos y colores. Supongo que para los padres no debe ser muy emocionante gastar toda esa lana que implica el regreso a clases, pero uno como niño qué sabe. A mí denme libretas, papel lustre de colores, contact, cinta scotch (con dispensador), tijeras, y seré completamente feliz.
¿Alguna mamá que necesite ayuda para forrar los libros de sus hijos?

3 Replies to “caminito de la escuela”

  1. tiernucha… yo odiaba la escuela…aún la odio, sólo extraño a mis compañeros, que aún los veo en los desmadres que organizamos de vez en cuando…
    a la universidad llevé un solo cuaderno q jamás llené. Los maestros siempre me preguntaban cómo lo hacía para estudiar, y siempre les decía que yo estudiaba en clases, oyendo, analizando, no escribiendo…
    q escribir apuntes era desconcentrarse.
    ahi te ves ;)

  2. yo tambien recuerdo eso de comprar los utiles escolares, aunque ya en la universidad simplemente no compraba, como buen estudiante de la uni simplemente sacaba copias y copias y más copias durante todo el semestre. Al principio de mi carrera si usaba un par de libretas, pero despues de tercer semestre ya ni mochila llevaba.

  3. me hiciste recordar taaaaaaaaantas cosas jajaja

    tambien ami me gustaba mucho surtir los utiles escolares y tienes muchisima razon, el plastico es de los mejores olores sinteticos que hay, junto con el de la gasolina y el de unas camisetas recien serigrafeadas planchadas.

    : )

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