Todavía no sé qué pensar. O sea sí, me gustó, pero creo que hay partes muuuy prescindibles. Esta es la historia de Kemal, narrada por él mismo, en el que cuenta su amor-obsesión por Füsun, una pariente muy lejana que se encuentra por casualidad trabajando en una tienda, luego de muchos años de no saber de ella. Kemal está por casarse con Sibel, la mujer perfecta y adorable que todo mundo quiere. Kemal sabe que Füsun está por presentar el examen para ingresar a la universidad, así que se ofrece a ayudarla a estudiar en un departamento desocupado que pertenece a la mamá de Kemal, a lo que Füsun accede. El libro empieza cuando Kemal y Füsun acaban de tener relaciones y ella pierde un arete. Y así viven durante varias semanas, Kemal a punto de tener su fiesta de compromiso con Sibel, a quien ama, pero perdidamente obsesionado con Füsun.
Por ahí hay muchas páginas en internet que cuentan la historia de la novela, de hecho hay una reseña (muy mala, por cierto) de un periódico en donde te cuentan TODO, hasta el final. A mi no me gusta echar a perder estas historias, así que trataré de que mi comentario sea lo más críptico posible para que si la quieren leer, lo hagan sin saber qué sucede.
El principio de la novela, digamos la primera mitad, es intensa. Kemal pertenece a una familia de la alta sociedad istanbulí de los años 70. Füsun, obviamente, tiene un origen humilde. La virginidad es el valor más grande con el que puede contar la mujer en esta sociedad musulmana, y ambas la cedieron a Kemal: una, con la promesa del matrimonio y por influencia del pensamiento occidental (Sibel había estudiado en París); la otra, por amor. Y uno no sabe qué sucedera con este triángulo amoroso, así que la lectura se va rápido por el tono casi de chisme con que se cuentan las hechos.
Luego hay un llano. Tortuoso, lento y hasta cierto punto, aburrido. Me parece que el autor marca y remarca algo que nos queda claro con que lo diga dos, tres veces. Un exceso de detalle que le quita fluidez a la narración, y un detenimiento en acontecimientos que me parecen irrelevantes. Muchas descripciones, reiteraciones. Para otro lector quizá sea un paisaje bordado de la primorosa poesía del amor, pero para mí fue un “bueno ya, ¿qué más?”. Aunque claro, es la excusa perfecta para contar todo en torno al Estambul de esa época.
El final de la historia es… explosivo. Hasta cierto punto inesperado y a mi parecer, bastante malo. Peeero, luego se recupera en el capítulo titulado “El museo de la inocencia”, donde TODO tiene sentido y la novela se resignifica, para luego regarla por entrar en el juego narrador/autor/fautor, etcétera.
El Museo de la inocencia es un lugar donde se exhiben todos los objetos relacionados con el ser amado. Desde las colillas de cigarros que se fumó, pasando por sus peines y broches, hasta el salero que usó en la cena el jueves pasado. Es un homenaje a una obsesión, un altar al amor al que todo mundo tendrá acceso, como esos pequeños museos europeos que quizá no muchos visitan, pero llenos de pequeños tesoros.
La idea es tan encantadora, que según el autor, este museo abrirá sus puertas dentro de dos años aproximadamente, en el mismo barrio donde fue filmada la película de Akın The edge of heaven.
La novela en general es buena (en goodreads le puse 4 de 5 estrellas) pero me pasó que hubo ratos en que me desesperó mucho, quizá mi personalidad no es la adecuada para este tipo de lecturas. Pero me parece raro, porque no me ha sucedido con otras novelas de Pamuk, así que no sé si soy yo o si realmente hay cosas que le sobran. Léanla y me dicen.
Después del salto, hay una pequeña nota que apareció en El Clarín sobre los viajes y búsquedas que le permitieron a Pamuk concebir este museo.
El museo de la inocencia (592 páginas) explora la historia de amor entre Kemal, un millonario de Estambul, y Füsun, una pariente lejana pobre, una historia al estilo de Yesilçam (el Hollywood turco de los años sesenta y setenta), según explicó Pamuk en una entrevista concedida a la cadena NTV y emitida anoche.
“Para tener una verdadera relación amorosa, uno debería ser capaz de hablar sobre el amor mirando a los ojos del otro”, dijo.
La pasión de Kemal le lleva a coleccionar objetos de su amada, del mismo modo que ha hecho el laureado novelista en el proceso de preparación de su libro.
Pamuk viajó a museos de todo el mundo y recorrió rastros y bazares en busca de pequeños objetos de la vida cotidiana que le permitiesen hacerse una idea sobre la personalidad de sus antiguos usuarios y le inspirasen sobre las historias de sus personajes.
Así, acumuló estatuillas, zapatos viejos o billetes de museos, entre otros objetos, que ahora utilizará para crear un Museo de la Inocencia en la vida real.
El museo se abrirá en dos años, según prevé el novelista turco, y estará situado en una zona de viejas mansiones y anticuarios en la parte europea de Estambul y uno de los lugares donde transcurre la novela y también la última película del director germano-turco Fatih Akin, Al otro lado (2007).
“Será un museo para los jóvenes que no pueden besarse”, afirmó Pamuk en referencia a la prohibición en los museos turcos de besarse o comer chicle, dos actos que, según el autor, estarán permitidos en su futuro museo.