primera lectura

Lectura del libro del Cantar de los cantares: 2, 8-10.14.16; 8, 6-7

Aquí viene mi amado saltando por los montes,
retozando por las colinas.
Mi amado es como una gacela, es como un venadito,
que se detiene detrás de nuestra tapia,
espía por las ventanas y mira a través del enrejado.

Mi amado me habla así:
“Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven.
Paloma mía, que anidas en las hendiduras de las rocas,
en las grietas de las peñas escarpadas,
déjame ver tu rostro y hazme oír tu voz,
porque tu voz es dulce y tu rostro encantador”.
Mi amado es para mí y yo para mi amado.

Grábame como un sello en tu brazo,
como un sello en tu corazón,
porque es fuerte el amor como la muerte,
es cruel la pasión como el abismo;
es centella de fuego, llamarada divina;
las aguas torrenciales no podrán apagar el amor
ni anegarlo los ríos.

Acerca del vivir

Acerca del vivir – Nâzım Hikmet

I
El vivir no admite bromas.
Has de vivir con toda seriedad,
como una ardilla, por ejemplo;
es decir, sin esperar nada fuera y más allá del vivir;
es decir, toda tu tarea se resume en una palabra:
Vivir.
Has de tomar en serio el vivir.
Es decir, hasta tal punto y de tal manera
que aun teniendo los brazos atados a la espalda,
y la espalda pegada al paredón,
o bien llevando grandes gafas
y luciendo bata blanca en un laboratorio,
has de saber morir por los hombres.
Y además por hombres que quizás nunca viste,
y además sin que nadie te obligue a hacerlo,
y además sabiendo que la cosa más real y bella es
Vivir.
Es decir:
has de tomar tan en serio el vivir
que a los setenta años, por ejemplo,
si fuera necesario plantarías olivos
sin pensar que algún día serían para tus hijos;
debes hacerlo, amigo, debes hacerlo,
no porque, aunque la temas, no creas en la muerte,
sino porque vivir es tu tarea.

II
Sucede, por ejemplo,
que estamos muy enfermos;
que hemos de soportar una difícil operación;
que cabe la posibilidad
de que no volvamos a levantarnos de la blanca mesa.
Aunque sea imposible no sentir
la tristeza de partir antes de tiempo,
seguiremos riendo con el último chiste,
mirando por la ventana para ver
si el tiempo sigue lluvioso,
esperando con impaciencia
las últimas noticias de prensa.
Sucede, por ejemplo, que estamos en el frente,
por algo, por ejemplo, que vale la pena que se luche.
Nada más comenzar el ataque, al primer movimiento,
puede caerse cara a tierra, y morir.
Todo esto hemos de aceptarlo con singular valor,
y a pesar de todo, preocuparnos apasionadamente
por esa guerra que puede durar años y años.
Sucede
que estamos en la cárcel.
Sucede
que nos acercamos
a los cincuenta años,
y que falten dieciocho más
para ver abrirse las puertas de hierro.
Sin embargo, hemos de seguir viviendo con los de fuera,
con los hombres, los animales, los conflictos y los vientos,
es decir, con todo el mundo exterior que se halla
tras el muro de nuestros sufrimientos;
es decir: estemos donde estemos
hemos de vivir
como si nunca hubiésemos de morir.

III
Se enfriará este mundo,
una estrella entre las estrellas;
por otra parte una de las más pequeñas del universo,
es decir, una gota brillante en el terciopelo azul,
es decir, este inmenso mundo nuestro.
Se enfriará este mundo un día,
algún día se deslizará
en la ciega tiniebla del infinito
-no como una bola de nieve,
no como una nube muerta-,
como una nuez vacía.
Desde ahora mismo se ha de sufrir por todo esto,
ha de sentirse su tristeza desde ahora,
tanto ha de amarse el mundo en todo instante,
se le ha de amar tan conscientemente que se pueda decir: “He vivido”.


*Gracias a Gamze por darme a conocer este escritor. Te prometo que algún día lo leeré en turco.

Las consecuencias (2)

Debo admitir que me siento menos sola y desdichada ahora que sé que no soy la única con el problemita, jaja. Gracias a todos por comentar, y por los consejos de Miss P y Nicolás. Había intentado usar readability pero como que el botonocito no funcionaba, o no sé, porque le daba click y no pasaba nada. Pero ahora lo volví a poner y WOOOOOOW. Es la mera onda. Se los recomiendo, así como los tips de Miss P (gracias darling). Me apropiaré de algunos cuantos :D

Las consecuencias

Este post no se trata del más reciente disco de Bunbury, aunque el título lo sugiera :P (sé de más de uno en mi twitter que quizá caiga en la finta, ja).

Estoy muy preocupada. Resulta que desde que regresé a la escuela (hace poco más de un año) me di cuenta de que se me dificultaba concentrarme en mis lecturas y dedicarles el tiempo suficiente. Pensé que era una cosa temporal, que le estaba agarrando la onda a las clases otra vez, etc etc. Pero creo que la etapa de adaptación terminó hace mucho, y como quiera sigo teniendo este mismo problema.
Lo que me preocupa, es que creo que ya sé cuál es la causa: pasar mucho tiempo frente a la computadora. Es que desde que Dios amanece estoy sentada frente a ella, hasta las altas horas de la noche. Me pongo de pie sólo para lo necesario, y el resto del tiempo estoy aquí aplastada, casi por reflejo. Tengo que pasar un mínimo de 6 horas diaras sentada aquí, cuatro de ellas es por trabajo, y otras dos de ocio o de “lectura”. Pero la verdad es que hay veces en que paso más, muchas más. La bronca es que la lectura que yo hago por internet suele ser bastante sencillita e intermitente, no suelo leer ensayos ni artículos muy largos, además seguramente habrán leído algunos artículos sobre cómo se escribe para internet, y en ellos regularmente se valora la brevedad y la concisión. Para poder leer algo concienzudamente, tengo que pasarlo al reader o de plano imprimirlo. La bronca entonces es que siempre me quedo con lecturas muy light, y otras tantas que no requieren de tanta atención, o simplemente salto párrafos y pienso en otra cosa mientras leo.
En resumen, mis hábitos de lectura se han ido al carajo debido a eso.
Recuerdo con nostalgia y tristeza aquellos días de licenciatura, en los que me sentaba en la cama por la noche o de madrugada y podía leer dos horas seguidas sin cansarme ni tener sueño. Ahora tengo que sentarme lo más lejos de la computadora (pero con el iphone al lado) para poder concentrarme aunque sea 20 minutos, antes de que me llegue alguna notificación de facebook. Y si no me llega ninguna, empiezo a cabecear y termino por quedarme dormida, cuando yo jamás de los jamases he acostumbrado tomar siestas.
A veces lo atribuyo al cansancio o al desvelo, porque sí tengo días muy pesados y suelo dormirme bastante tarde, poco y mal. Pero me espanta, me asusta, me da terror darme cuenta de que no he podido pasar una hora leyendo un texto teórico. Ficción sí, con esa no tengo tanto problema. Y digo *tanto* porque lo mismo hay libros que me ha tomado mucho más tiempo leer, del que usualmente me llevaba. La bronca siempre es la misma: me da sueño, me distrae la computadora, o empiezo a leer del mismo modo en que leo en internet.
La cosa es que soy super adicta a la computadora, no les puedo explicar. Aunque no me guste chatear (porque de verdad no me gusta), aunque no agandalle twitter y escriba diez mensajes seguidos, aunque no me la pase posteando aquí en el blog, lo cierto es que todo el tiempo estoy aquí. Y eso está muy mal.
Empecé mi proceso de corrección de vicio (por decirle de algún modo) comprando otro escritorio. Ajá, este está lleno de computadora, multifuncional, teléfono, cosas distractoras y oficinescas. Mi otro escritorio, el que me regaló el Piantao, es antiguo y tiene pocas cosas encima, entre las que destacan un bote con muchas plumas de colores, mi tarjetero con fichas de los libros de la tesis y algunos libros de la tesis. Así que ese es el espacio para trabajar con el papel y con la lectura, digamos. Pero luego empecé a distraerme y acercarme a la computadora cada tanto, a pesar de estarle dando la espalda, sentada frente a otro escritorio.
Entonces empecé a leer en la sala. El problema es que es demasiado cómoda y en cuanto me da sueño, no tengo más que tirarme hacia un lado y me puedo quedar dormida en segundos. Así que empecé a tomar café “obligatoriamente” mientras leo. La bronca sigue siendo la comodidad de la sala y que regularmente me siento en el sofá grande: sí, en ese que es más cómodo y cabe todo mi cuerpo horizontalmente.
He decidido que ahora aplicaré otros cambios: me sentaré en el sofá de dos plazas, que es más pequeño, no subiré los pies a la mesilla (que me colocaba en una posición muy agusto y yo creo que eso en parte es lo que me provoca el sueño), no tendré el teléfono con internet demasiado cerca (sólo lo suficiente como para contestarlo si timbra) y lo más importante: TENDRÉ QUE APAGAR LA COMPUTADORA. Y lo que eso implica, que es pasar menos tiempo sentada frente a ella. Es que todo el día está encendida! de 9 am a 2 am, cuando menos.
Espero que atacando el problema de la adicción y dedicando más tiempo a la lectura en papel (sin pararme con cualquier excusa y sin quedarme dormida si no logro encontrar una excusa para pararme) se corrija mi problema de la falta de concentración y capacidad lectora. Antes, mi promedio de lectura eran 80-100 páginas en una hora. Hoy no puedo leer una hora seguida :(
¿Tienen algunos otros tips que me ayuden? ¿A ustedes les sucede algo así? ¿Es sólo que estoy loca y vieja?

No es posible vivir sin libros

Hoy, el libro está más vivo que nunca, a pesar de su muerte “inminente” que se ha venido pronosticando desde hace no sé cuántas décadas. Redefiniéndose constantemente, eso sí, con los cada día cambiantes soportes tecnológicos que permiten otro tipo de acercamientos, como las versiones digitales, la literatura multimedia y la electrónica. Pero lo cierto es que por más pantallas táctiles y gracias tecnológicas que estos aparatos puedan tener, por más similitudes que en el formato, color y apariencia tengan a un libro de verdad, nunca serán como un libro de verdad.
Los que opinan como yo no me dejarán mentir en que el aroma, la textura del papel, el grosor de la página, el peso en la mano, la edad, la portada, la cuarta, incluso los errores de impresión hacen que cada libro, como objeto, tenga su propia personalidad. Y qué decir de los libros viejos, con todas sus heridas de guerra y dedicatorias de amor eterno entre personas que quizá nunca conocimos: “Juan, te regalo este libro como muestra del gran amor que siento por ti. Cuídalo siempre. Perla”. Las metahistorias en torno a algunos de nuestros libros les otorgan un valor aparte de lo literario. Yo no veo por dónde hacer esto con un pdf, o con un documento de Word. El libro, entonces, puede colocarse en la categoría de fetiche, con toda su carga mágica, religiosa y erótica, por qué no.
Además el libro es también un objeto de sensaciones. Dicen una frase que “una casa sin libros es como una casa sin ventanas”. Las ventanas (y los libros) dejan entrar la luz, permiten que el aire circule; nos dejan mirar hacia afuera, mirar hacia el otro: dan una sensación de libertad y amplitud contrario a la oscuridad, el encierro y la ignorancia.
Comprarlo es un placer culposo que, estoy segura, compartimos muchos. Salir a la caza de algún título, o de ninguno en particular y encontrarte con lo que buscabas (o no) genera una satisfacción que no tiene parangón. Quizá se quede esperando algunos días o meses sobre la mesita de noche, en lo que terminamos otro o la cotidianeidad nos devuelve algo del tiempo robado, pero lo cierto es que está ahí para nuestro disfrute en el momento que sea, más dispuesto que el más dispuesto de los amantes.
Debo confesar que en mi biblioteca son más los libros que no he leído. Mis ansias de tenerlos todos me han sumido en la más triste de las condiciones… no me refiero a la pobreza (todavía) sino al penoso resultado de la ecuación “muchos libros – poco tiempo”. Mi mamá suele usar una frase que no entendí hasta que me coloqué enfrente del librero: “hay más tiempo que vida”. Ciertamente habrá títulos que mi paso efímero por el mundo no me permitirá leer, pero como Borges en su “Poema de los dones”, me queda el consuelo de “figurarme el paraíso bajo la especie de una biblioteca”.
¿Por qué, entonces, ese afán, esa necesidad de tener tantos libros? Decía el poeta francés Mallarmé que “el mundo existe para llegar a un libro”. Visto así, mientras más libros tenga (según mi perspectiva) equivale a poseer más mundo. No en el sentido de la frase “Fulanita es de mucho mundo”, sino en un sentido borgiano: esa sensación de infinitud que uno tiene al asomarse a una biblioteca, la avaricia por tenerlos todos, pero también el luto por las palabras que algún día resbalarán irremediablemente de nuestra memoria.
Dice un proverbio árabe que “un libro es como un jardín que se lleva en el bolsillo”. Es una imagen hermosa que no necesita mayor explicación, pero que nuevamente remite a la posibilidad de grandes empresas en la imaginación; que afortunadamente no sólo se quedan ahí, sino que inundan nuestra vida de olores, de imágenes inalcanzables de otro modo.
“No es posible vivir sin libros” dice otro proverbio, pero ni siquiera necesita serlo para que a muchos se nos antoje evidente lo que plantea. En este día del libro y en cualquier otro, la cotidianeidad para algunos incluye una relación especial con estos seres de papel, y nos lleva a preguntarnos: ¿qué mundo sería este con más lectores? Me quedo con esta pregunta en mente y con la esperanza de que la labor, que muchos enamorados de las letras tienen, de atraer más lectores, dé fruto y nos permita cosechar un futuro esperanzador.