Advertencia: este post es de lo más frívolo, y habla de cosas que tienen que ver con tintes, estéticas, decoloraciones y gays de salón. Read at your own risk.
He tenido mala suerte con los servicios para mi cabello. Con las estéticas, pues. No mala mala muy mala, pero en general, y sobre todo tratándose de tintes, el 95% ha dejado mucho qué desear. Uy, y de los cortes, ni hablar.
Considerando lo tiquismiquis que soy para mi cabello, y además, considerando que mis preferencias no pertenecen al común de las mujeres, es todo un lío encontrar a alguien que pueda hacerme en el cabello lo que quiero. Casi siempre hay dos opciones: 1) la estética de colonia, bara (o más o menos bara) en la que la chava no sabe realmente cómo hacerte el trabajo pero le improvisa según tus indicaciones, y puede que hasta le quede bien 2) la estética super cara en la que los estilistas quieren hacerte lo que a ellos se les antoja, te cobran un ovario y puede que el pelo te quede perfecto ese día y al siguiente no se acomode con nada. Las demás opciones son variaciones entre la 1 y la 2. O por lo menos esa es mi historia.
Recuerdo tres ocasiones en las que mi cabello me ha impresionado, tratándose de tintes.
La primera de ellas fue en Madrid. Hay una estética de la cual no recuerdo el nombre en el último piso del mercado de fuencarral. Ahí me atendió una chava, a la que le pedí que me tiñera todo el cabello de rojo. Era un poquito imposible, sobre todo porque traía tinte negro debajo, pero hizo magia y el resultado fue un cabello rojo que se difuminaba hasta negro al final. Me cobraron como 45 euros. Involvidable también fue el delicioso champú que me dio un chavo, masaje en la cabeza incluído. Se sentía tan rico que hasta se me puso la piel chinita. Claro que me lo cobraron, pero valió cada céntimo que pagué por él.
La segunda fue en una de esas estéticas de colonia baras, donde me atendió una chava a la que le pedí la mitad superior del cabello rojo y la otra mitad negro. Casi se le cae la mandíbula, pero al final el resultado fue espectacular, que hasta le dije “poquísimas veces me siento verdaderamente contenta con el resultado… hoy es una de esas veces”. Claro, le dejé su buena propina. Me cobró 200 pesos. Pero la segunda vez que regresé, ya había perdido el toque.
La tercera fue hace no mucho, el año pasado, en una estética de colonia (de las no baras) atendida por una señora joven fresísima, a la que le dije: quiero todo el pelo magenta. En ese entonces sólo traía un mechón grueso en la nuca, y otro en el fleco. Se le cayeron los pantalones, me dijo “estás loca”, pero accedió. Me hizo sufrir lo que nunca por sus técnicas de tortura china en la decoloración y aplicación de tinte, pero el resultado fue precioso. Además, me hizo un peinado de rizos, que recordarán los que fueron a mi fiesta de cumpleaños. Yo me sentía divina, soñada. Me cobró como 600 pesos.
Normalmente, cuando pido el cabello de colores extraños, yo llevo mi propio tinte. En estos diez años que llevo tiñéndome el cabello de colores estrafalarios, he probado muchísimas marcas: jeans colors, movie colors, manic panic, punky colour, y otras dos o tres marcas de las cuales ya no recuerdo el nombre. Es difícil encontrar un buen tinte, quizá el manic panic azul funcione perfecto, pero el rosa se cae a las tres lavadas; o el punky colour en rojo está bien chido, pero el azul queda verde. Y así. Es todo un arte.
Últimamente, o sea, en los últimos 16 meses, he usado dos marcas de magenta: movie colors, que son italianos, y otra marca MEXICANA de la cual no recuerdo el nombre. Recalco mexicana porque me impresiona que sea tan buena y duradera, a veces duro mes y medio sin retoques y el tinte sigue como si nada. Lo malo es que es tan pero tan buena, que el tono se ha ido oscureciendo al paso del tiempo, y del fiucha brillante que tenía al principio, ahora tengo un fiucha un poquito más oscuro.
La solución, según yo, es darme una (otra) decoloración general del cabello, no muy fuerte para que el cabello siga manejable y peinable, pero suficiente como para tumbarme tooodo el tinte y aplicarlo de nuevo, para que se vea más clarito, como al principio.
Bueno.
Decidí que quería que me hicieran un buen trabajo. Así que pensé: puedo ir a una estética cara, donde *espero* sepan hacer el trabajo. La verdad es que me urge sentirme bien con mi cabello, y además tener un buen corte porque este corte genérico ya me aburrió. Tons, fui a una estética que se llama… bueno, qué importa. Se veía cara, nice y trendy. Me recibió el dueño, el cual era una locotota que cortaba el cabello (curioso: el tipo NO tenía cabello) y ocurrió más o menos así:
-Quiero que me decolores la raíz y todo el cabello. Mi tono se ve muy opaco
-(cara de WTF???!!!!) ¿¿¡¡OPACOOOO??!! o sea de dóooondeeeee!!! tu color está suuuper saturadooo
-Ajá. Bueno, es que antes estaba más brillante…
-¡¡¿MÁAAASSSS?! o sea te gusta el escándalo, verdaaddd?
-Ehm, sí. Es que…
-Mira, te voy a enseñar algo (truena los dedos) Maye, tráeme el jsdkhbvfadhvb (nombre ininteligible del catálogo). Mira. (Me muestra la foto de una chica con el cabello CASTAÑO con reflejos MORADOS.
-Ah… se ve padre, pero no es lo que quiero… a mi me gusta mi color de cabello. Sólo quiero arreglarlo.
-Pero es que… o sea cómooo?? a ver, quiero escucharte más (apoya el codo en su muslo, su mentón sobre el puño cerrado, en actitud complaciente).
-Me gusta mi color de cabello, siempre ha sido escandaloso, sólo quiero que el tinte se vea bien.
-Mmh… (truena los dedos) Maye, tráele el rosa. (Una hora después, llega la morra con el rosa. O sea, la foto de una tipa con un tinte rosa: la capa superior color castaño, la capa inferior color rosa). Te puedo hacer eso. Ya traes la preparación para el rosa, sólo me faltaría ponerte el castaño oscuro arriba… así se ve mejor, menos escandaloso.
-… pero es que lo quiero TODO rosa.
– *suspiro* bueno, te pongo tinte así como lo traes. Te decoloro la raíz y te aplico ese tinte.
-(yo babeo. el tinte es hermosísimo, o al menos se le ve hermosísimo a la modelo). Claro, me encanta. ¿Cuánto me cobras?
-(Truena los dedos y apunta a la morra. La morra reacciona ipsofactamente y se dirije a la caja, toma un papelito y apunta).
-Cotízame también un corte. Me hace falta.
-¿Corte con Fulano (el dueño) o conmigo?
-Ehm.. ponme ahí los dos precios.
-Aquí tienes.
Me entrega el papel. Lo veo. Y dice más o menos esto:
Tinte: $1,700
Corte (con el estilista): $800
Corte (con cualquier otro gato o gata de la estética): $400
Que te den esos precios… no tiene madre
No supe si morirme de la risa o qué. Salí de ahí triste, desilusionada… ¿realmente tanto cuesta tener una cabellera linda? Y pienso: si pido tintes franceses, ingleses o italianos por internet, con todo y el envío… a lo mucho me salen en 800 pesos. La aplicación cuesta 60 pesos, y no tiene ciencia. O sea… WTF? Me da muchísimo coraje que quieran abusar así de la gente. O sea, el tinte NO NO Y NO cuesta eso. Ni de pedo. Mi cabello no es el de Rapunzel, ni se pesa en toneladas. ¿Qué tienen en la cabeza? Primero quieren hacerme a su modo, y luego me cobran dos ovarios.
Me fui así pensativa al yoga, donde me encontré con una amiga a la que le conté mi reciente aventura. Me dijo “sí, yo una vez que andaba de buenas y era quincena me metí ahí… al final, tuve que pagar $2,400 pesos… y el trabajo era muy bueno, pero no valía eso”. Es lo malo de esas divas de saloon. Se creen las dueñas del fashion haircut y hasta te hacen el feo si te cortaste el cabello con otra. ¿La calidad? Eso es otra cosa. Hoy se te ve bien, mañana, qué importa. Hay pocas, poquísimas verdaderamente comprometidas con las necesidades del cliente. Una cosa tan delicada como tu apariencia (hablemos del mundo de hoy) no puede permitir que manos ajenas la desgracien -si acaso, pueden ser tus manos, o bajo tu consentimiento, pero no porque alguien andaba de malas o le dio hueva mezclar bien el peróxido. ¿Por qué no simplemente hacer lo que el cliente quiere, y bien hecho? O de plano admitir que no puedes hacerlo.
Yo no sé. Seguiré buscando otra estética que no me cobre cantidades inhumanas y me de la confianza que necesito para poner tan delicada empresa en sus manos.
La pregunta es… ¿la encontraré algún día?