la lonja súbita y el misterio del cabello perdido

Estuve cerca de un mes sin hacer ejercicio. Nada. Comiendo todo el día, durmiendo hasta tarde, chocolates y dulces a morir, todo eso que hacemos en diciembre. El lunes regresé al yoga: me sentí feliz.

Paréntesis para explicar por qué me sentí feliz.
El yoga es un ejercicio bien chido. El lugar donde lo practico es muy lindo, acogedor. Mi maestra es muy buena (siendo maestra), y en su forma de ser. Pero a la hora de dar la clase no tiene piedad, y eso también me encanta. La gente es muy amable, se respira un ambiente de paz, huele rico y la música que ponen de fondo me encanta. El periódico mural tiene notas muy interesantes, y que propician la reflexión. Es una hora completa de tener el celular apagado, de olvidarme de lo que ocurre afuera y dedicarme sólo a mí y a mi cuerpo. Sudar. Usar ropa deportiva nueva (jijiji). Moldear el cuerpo. Todo eso.

En fin. Estaba feliz en mi primera clase de yoga del año, pagué el mes, ya, todo estaba listo. Empecé la clase, que obviamente sentí más pesada que las anteriores, porque como dije, tenía un rato de no hacer nada. Todo iba bien como hasta el minuto 34, en el que NO pude hacer una torsión, que regularmente me resulta muy sencilla. Intenté de nuevo. No pude. Hasta que caí en la cuenta: había en ese preciso lugar de la torsión un depósito de grasa que antes simplemente NO existía.

Paréntesis para quejarme.
Está bien que soy flaca. Estoy flaca anoréxica, flaca bulímica, flaca cadavérica, flaca esquelética, como quieran decirlo. Pero estaba más que claro que, oh sorpresa, había engordado. Cuando me di cuenta de eso, me traumé: nunca había tenido que proponerme disminuir cierta región de mi cuerpo. Antes de que empiecen a decir que eso no es engordar, les contradigo: sí es engordar. Hay partes en mi cuerpo que tienen más grasa (y se agradece) y otras en las que simplemente, no debería haber tanta. Al menos no tanta como para que me impidan realizar algo que hace un mes, hacía sin problema alguno. Y según el Diccionario de la Real Academia Española, engordar es “exceder el grosor corriente en su clase”. Mi clase es “extremadamente flaca”. Así que tengo derecho a decir que engordé :P

Y no conforme con que subí de peso (supongo, porque no me he pesado pero dadas las circunstancias es algo obvio) hace tres cuatro días que se me cae muchísimo el cabello. Regularmente no se me cae tanto, pero estos días la diferencia es para espantarse. Las razones pueden ser muchas: hormonas, exceso de acondicionador, estrés, resequedad, o a lo mejor nada. Y lo peor del caso es que cuando hay un pelo tirado, no puedo decir que no es mío (cuando realmente es mío, es evidennnnte).
Entonces, supongo, esperaré. A que el yoga haga lo suyo, la resequedad en el ambiente se termine y esperemos que eso sea la solución a mis frivolísimos pero importantísimos problemas.

7 Replies to “la lonja súbita y el misterio del cabello perdido”

  1. Querida magenta, hay algo muy evidente al respecto, ya pasamos la barrera de los 25 años, which means, cambio gradual del metabolismo!

  2. Ahhhhhhhhhhhhhhhh!, entonces el pelito que me encontré ayer era de… :D!
    Jaja, que bueno que te cuides, aún cuando seamos flacos muy flacos, hay ciertas zonas que no deben de llenarse de cosas que no deben de estar ahí ;)
    Eso, no dejar que nada que no debe de estar, esté …

    Saludos! :D

  3. Hola, me gustaron tus posts, te descubrí por el blog de Miss P y te añadí al sitio de Mtyenweb.com que es un agregador de blogs regios, ojalá que así tambien te caiga tráfico de por allá, si sabes de alguien más que quieras añadir al sitio, avísame.

    Saludos!
    Antonio Dávila

  4. Usté no se agüite comadre que al tigre una rayita más total, ni se le nota. Nada más bájele a las garnachas y a los refrescos eso sí.

    Yo soy otra que le entró con saña al guadalupe-reyes, y véame comadre, gordita gordita pero bieen sabrosa, no faltará quien nos quiera así y menos quien nos dispare los chescos.

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