Que yo recuerde, ha habido poquísimos equipos en los que haya sentido verdaderamente ese utópico “trabajo en equipo”. Poquísimos. Y es que es bien difícil, no se los tengo que contar yo porque ustedes ya lo saben. La cosa es que mi obsesividad lo hace doblemente difícil para mí, porque usualmente quiero respuestas inmediatas, tengo poca paciencia pero tampoco quiero parecer grosera. Enviar un correo electrónico se convierte en un problema (¿no loa estaré fastidiando mucho? ¿se irá a enojar porque le insisto mucho en tal o cual cosa? pero es que sí me urrrrrge…) y entonces pienso que las cosas serían mucho más fáciles si las hiciera yo sola. No siempre, claro, existen honrosas excepciones de gente valiosa que conozco con la que he trabajado y ha resultado de maravilla.
Yo no sé, por más que en la escuela me lo enseñaron, nunca me ha gustado del todo. A menos que el interés del equipo sea verdaderamente único y fuerte, lo suficiente como para mantenerlos trabajando sin que terminen matándose unos a otros, es muy difícil que funcione. El equilibrio en estos ecosistemas es delicado, me ha tocado ser parte del quiebre de más de uno.
En fin, tendré que seguir haciéndole la lucha.
Me pasa exactamente lo mismo, el trabajo en equipo es una de las cosas que se me siguen complicando porque también soy obsesiva y trabajo mejor a mi ritmo y manejando yo cada detalle.
A veces quisiera tener esa gracia.