Manual de mecanografía al tacto

máquina
Cuando estaba en tercero de secundaria, había una materia que se llamaba (o le decíamos) “Tecnológicas”. En ella aprendíamos taquigrafía y mecanografía, tanto hombres como mujeres. Teníamos exámenes y hacíamos tareas. De taquigrafía no me acuerdo mucho, solo que el palito largo era la m (algo así: ___ ) y la bolita era la a, si era más pequeña era la e, y si tenía un punto era la i. Si hago un esfuerzo me acuerdo de un poco más, pero la verdad es un aprendizaje que nunca utilicé para nada.
Luego teníamos la clase de mecanografía. Nuesto libro de texto se llamaba “Manual de mecanografía al tacto” y nos ponía a hacer ejercicios del tipo qwert con izquierda y yuiop con derecha, o sea, asignar dedos a las teclas o teclas a los dedos para memorizar el teclado y así poder escribir rapidísimo. Planas y planas y planas. Luego mi papá me compró una máquina de escribir bien chida, con letra cursiva, que terminó perdida y ahora me lamento por ello (muchísimo). Confieso que ya al final del año, algunos ejercicios los hice en Word (apenas empezaba a hacer mis pininos en la computadora recién adquirida) y los imprimía tramposamente después de haber aplicado el copy-paste.
La sala de máquinas estaba en el tercer piso de la secu, al que casi nadie subía. Eran no sé cuántas mesas con su respectiva máquina: no todas funcionaban, no todas tenían cinta. Había que llevar la cinta y el korex (las hojitas esas blancas para corregir) porque si usabas el Liquid Paper se tardaba horrores en secar y luego era un batidero si tecleabas antes de que secara. Las teclas eran durisisisisísimas, antes de afinar la puntería se me iban los dedos entre ellas y las micas de plástico me raspaban los costados o se me rompían las uñas, que solía usar largas.
Recuerdo que era una clase divertida, el tacatacataca de las máquinas era constante y un poco ensordecedor. A veces tecleábamos cualquier cosa, o las letras de las canciones que nos gustaban, nomás, para conservarlas. Me gustaba el ruido de mis uñas contra las teclas, pero además había que apachurrar fuerte las letras si no no se pintaban en el papel. A veces tecleaba tan rápido que dos letras se “enredaban” frente a la hoja y había que destrabarlas, nunca se salía con las manos limpias de esa clase.
A causa de este aprendizaje siempre he golpeado durísimo el teclado, supongo que por este entrenamiento con máquinas de escribir viejas y duras. Cuando entré a la prepa y cambié a la computadora, la gente se admiraba de lo rápido que podía escribir sin mirar al teclado, usando los diez dedos de las manos (aunque ahora casi no uso el meñique izquierdo pero sí el derecho). También se admiraba del ruidazo que hacía, entre que seguía usando las uñas largas y me gustaba pegarle al teclado, aunque no hiciera falta, supongo que sí era mucho escándalo para algo tan equis como escribir en la compu. Mi papá también me decía que me iba “a echar” el teclado, lo que en nuestro slang significa que lo iba a descomponer o romper o algo así. Afortunadamente todos los teclados de mis computadoras (las que he usado a lo largo de mi vida) han resistido bien mis viejas costumbres.

Todavía me gusta pegarle al teclado, castigarlo. Extrañamente le quita un poco el aburrimiento a mi trabajo, como que me mantiene despierta y siento que mientras más fuerte le pego, más rápido escribo. Hoy me acordé de todo esto porque estoy transcribiendo citas de libros a Word, y es una maravilla poder escribirlas de jalón, rapidísimo y sin quitarle los ojos de encima al libro. Sé que ahorita ya no es un talento especial, que todo mundo escribe rápido, pero la verdad es que usar todos los dedos definitivamente da más velocidad y sobre todo más precisión a la hora de teclear (“tipear” como decía mi maestra de meca).

Pienso en esto y me parece tan curioso que en la secundaria me enseñaran estas cosas. Quién iba a imaginar que me resultaría tan útil.

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