Trastecitos

Cuando estaba chiquita (dos post seguidos que empiezan con recuerdos de la infancia, qué miedo) tenía un puñado de trastecitos de plástico -sartenes, platitos, tacitas, etc.- con los que me gustaba jugar. Pero me gustaba jugar todavía más con dos jueguitos de té hechos de porcelana que mi mamá guardaba en la gaveta del comedor. Y como buena niña ñoña que era y que sigo siendo, nunca rompí ni un plato (insertar expresión angelical aquí) y si lo hice, no me acuerdo, jaja.
Mi fijación por los trastecitos sigue existiendo. En particular por las tazas, vasos y platos. De sartenes ni me hablen, aunque si son fiuchas como las primeras sartenes que me compré y todavía tengo, entonces a lo mejor me interese un poquito. De cubiertos tampoco me hablen, son aburridísimos. Aunque si son de bambú
Ok, ok. Trastecitos. Si aunamos una fijación a otra, los resultados pueden ser obsesionantes.
Conocí la marca Paşabahçe (Pashaba/j/che) en Turquía (¿dónde más?) porque está en todos lados. Paşabahçe es una marca de productos hechos de vidrio, en principio, pero luego se extiende a muchos productos más artesanales o de otros materiales, como sartenes para la cocina, etc.
Esta marca, que existe desde 1935, se estableció en Estambul en el barrio que lleva el mismo nombre y fue apadrinada por Atatürk y su deseo de desarrollar la tecnología y la producción del vidrio. Actualmente cuenta con un montón de tiendas para clientes de todos los niveles: desde el vasito de té más humilde hasta vasijas con réplicas bizantinas, caligrafía otomana, réplicas de objetos sirios y egipcios del siglo XII y XV realizadas en vidrio esmaltado, y la Osmanlı Collection Series, cuyos integrantes fueron realizados imitando el esplendor de la vida en el palacio del sultán. Pueden ver todas las colecciones especiales aquí, son verdaderamente hermosas.
En fin, obtuve mi primer jarra de esta marca en… un lugar cero glamoroso pero no menos maravilloso ubicado en McAllen TX: Ross (<3). Cuando la vi me quedé con cara de "oh jarrita Paşabahçe, qué haces tan lejos de Ala?" así que me la compré, o mejor dicho, me las compré porque eran dos diseños diferentes. Hace poco encontré otro diseño distinto en un Waldos (ajá, explíquenme?) y también me lo compré, je.


La que se llama Luna fue la que recientemente compramos.

En esta ocasión que fuimos a Estambul quisimos hacernos de un juego de té, así que en los alrededores del Mısır Çarşısı (o mercado de las especies) que es donde se vende el vasijerío pa’ la raza, compramos este:




El de arriba es el juego de té que usamos solamente para la visita, para el diario usamos otro que encontramos… ¡otra vez en Waldos! por la irrisoria cantidad de 70 pesos (o algo así). Lo chistoso es que lo venden como “tazas para capuchino” pero pues la neta es que no, no son para eso, porque además son muy pequeñitas… qué capuchino tan triste sería, jaja.


Están super prácticas, allá en Estambul nunca me tocó vasito de té con agarradera (ma che cosa) pero son super prácticos y somos felices desayunando con té negro :)
Nota: esos cubitos de azúcar también me los traje cargando de allá. Un kilo. Soy un poco loca y obsesionada, sí.

Y finalmente una joyita. Este fue el regalo que Gamze nos hizo al Piantao y a mi por nuestra boda: nada más y nada menos que un integrante de la colección Osmanlı, edición limitada. Dos hermosísimas tacitas para el café turco, que nos ha dado cosa estrenar pero que a lo mejor usaremos en nuestro primer aniversario (JAJA). El diseño de la taza corresponde a uno de los diseños que se utilizaban para los trajes del sultán.



La foto no le hace justicia, por supuesto. Queremos tanto a nuestras tacitas <3 Ya por último, estas tacitas no son marca Paşabahçe pero son las que usamos para el diario. Cómo no inspirarse cuando tu café turco se sirve en una tacita como esta.



O sea que se podría decir que sí, que todavía juego a los trastecitos. Sólo que ahora son un poquitín más sofisticados o, por lo menos, traídos de más lejos :)

Corona navideña

Cuando estaba en el kinder y se llegaba navidad, nos pedían que en nuestras casas cortáramos mucho papel celofán rojo (o al menos a mí siempre me tocó rojo) para hacer unas coronas navideñas usando como base un gancho para ropa. Recuerdo a mi mamá comprando papel celofan, recortándolo, abriendo el gancho hasta que tuviera una forma redonda y luego, la labor de amarrar los pedazos de celofán todo alrededor de la corona. Lo hacíamos durante las tarde, no recuerdo si hicimos esa corona sólo una vez o varias durante varios años. Al final creo que le poníamos esferas. El resultado era bastante feo, pero creo recordar que sí la colgaban por ahí en la casa.
Este año la corona que hice no fue de papel celofán, pero tampoco fue la más complicada del planeta. Si me preguntan, yo hubiera preferido hacer esta, pero la vi cuando ya había terminado la otra y después de una horrible quemadura con silicón fundido (NOT FUNNY AT ALL).



Los materiales son: una corona. jajajaja. Tuve la suerte de encontrar ésta hecha como de ramitas, en un color naturalmente hermoso, que representa el 90% de la chidez del producto final. Listón para un moño, ramitas con cositas rojas, esferas de plástico, una nochebuena muy linda. O lo más linda posible, los materiales que he visto este año están particularmente nacos y/o llenos de glitter.
Después, hay que acomodar los materiales encima, para tener una idea general del resultado final. Luego irlo colocando en orden de capas y simétricamente: primero las ramas, luego las esferas, luego el moño, luego las hojas de la nochebuena (se las quité y las corté para acomodarlas mejor) y al final, la nochebuena.

No quise ponerle nada arriba, porque como les digo lo chido de la corona es la corona misma, de hecho me daban ganas de colgarla así como estaba… pero supongo que nadie mas que yo lo hubiera entendido, jaja. He aquí el resultado final.

Ahora mismo cuelga en la puerta de la entrada. Tengo miedo de que 1) se caiga 2) se la roben jajaja. A ver cómo le va.

Macarons

No recuerdo cuál fue la primera vez que probé los macarons, este delicioso, finísimo y super fotografiable postre francés. Veanlos ahí, todos elegantes y coloridos, carísimos ellos.


O más bien sí lo recuerdo: fuimos con Liz y Raúl a esa tienda super fresa, donde compramos como 500 pesos en dulces y nos trataron como si fuesemos plaga malvestida. Nos atascamos de estos postrecitos lo que pudimos, pues tan dulces que son ellos empalagan luego de un rato. El asunto es que siempre se me había hecho como una cosa muy refinada y difícil de preparar -digo, en esa tienda fresa cuestan como 16 ó 18 pesos cada uno, y lo más barato que los había comprado es a 12 pesos la pieza- pero ahora que a mi hermana se le metió que no era tan complicado nos pusimos a hacerlos. Y la verdad es que lo más complicado del proceso fue convencerme de participar en él.

Los ingredientes son tan simples, que luego de tenerlos enfrente no sabes de dónde sale tanto glamour: huevo, azúcar, más azúcar (glass) y almendras. En serio, es todo. Lo primero fue “esponjar” las claras, que creo fue lo más estresante de todo. Luego le pones el azúcar, el otro azúcar, y la harina de almendras. Obviamente no así nadamás, hay una forma para mezclar los ingredientes sin que se corte el huevo, etcétera, pueden encontrar videos en youtube por doquier.
Luego puedes pintar la masa, ponerle alguna esencia de sabor, meterla en una duya y colocarla sobre papel para hornear en una charola. Vean para qué estudió mi hermana durante 5 años artes visuales… voilá!

También tiene otros talentos, como recortar, pegar y colorear, pero no hubo necesidad de echar mano de ellos durante la elaboración de esta receta (JAJAJAJA). Ya en serio, le quedaron muy bien sus macarons, yo eché a perder la mitad de la masa rosa por querer hornearlos en una tapa cóncava… ajá, soy bien lista yo. Pero bueno.
Ya que están todos lindos en la charola, debes dejarlos como 10 minutos para que se les forme una capita dura en la superficie (quesque) luego levantas la charola como 15-20 cm y la dejas caer, para que se les forme “el faldoncito” a los macarons antes de ser horneados. Se meten al horno 15 minutos exactos, ni uno más, ni uno menos. Vean qué lindos todos felices dentro del horno.

Una vez que salen del horno, hay que ponerlos a enfriar.

Aquí ya agarrando el fresquito (nota: ¿ven mis mantelitos? son la onda. Están hechos de revistas tailandesas).

El relleno puede ser de diferentes sabores. Mi hermana había propuesto el ganache (chocolate derretido con crema para batir) el cual preparamos, pero en el super encontramos una mermelada cremosa sabor plátano con cereza. DELICIOSA. Así que utilizamos ambos rellenos.

Los rositas los rellenamos de plátano/cereza y los morados de ganache. Y fuera de que quedaron un poquito huecos, sobrevivimos a la preparación… la verdad es que saben muy ricos.

Nos tardamos menos de 2 horas en hacerlos, y nos hubieramos tardado quizá un poco menos de tener una bandeja para hornear más grande, pero el asunto es que no resultaron tan difíciles como pensábamos… bueeeno, no quedaron así perfectísimos pero ¡lo logramos!.
Admito que siento que perdieron un poco la magia… yo siempre había pensado que era la cosa más complicada del mundo, imposible de hacer para manos mortales, glamorosos y lejanos… okok, exageré jajaja pero sí, fue un poco como cuando mi amigo Can me explicó cómo era que los puentes se construían sobre el agua… también perdió un poco la magia. En fin.
Macarons: DONE.

El blog está vivo!

Gracias al apoyo tecnológico y moral de Issa (<3), este blog está vivo. Después de más de un mes de ausencia (OMG!) ustedes se encuentran ante el blog de una mujer casada. Sí, así es, de ahora en adelante seré la Sra. Magentuosa y el Piantao será Mimarido. O Mimarido el Piantao, ya veremos. De todos modos procuraré no agobiarles con historias sentimentales sobre el matrimonio, y trataré de que este blog siga mejor que antes. Digo mejor, porque ahora mi cerebro ha dejado de planear una boda y por lo tanto, ¡tengo muchas ganas de escribir! Así que en este momento iré a pelearme con cuevana para que me deje ver el final de Tangled, y nos vemos mañana. Que le vaya bonito.

otra mudanza

Dentro de algunos pocos días despertaré en una casa nueva.
No me hago mucho a la idea todavía de lo que tengo que empacar -me agobia, lo confieso- porque tengo tantos tiliches. Internamente me he debatido entre la idea de verdaderamente no tener nada más que lo esencial vs acumular recuerdos, y desgraciadamente me es imposible deshacerme de tantas cosas. Lo que más “bulto” hace son los libros, por ejemplo. Pero es difícil decir sencillamente “me quedo con mis favoritos y regalo los demás”. Es difícil también pensar que con tenerlos todos en el kindle es suficiente. Los libros son los libros y aunque me dificulten cada mudanza, no podré deshacerme de ellos nunca. Al contrario, me encantaría tener una biblioteca grandísima. Pero para eso ya hay que pensar en establecerse, y eso yo lo veo complicado en este momento.
Pero el punto es la mudanza. Vaya, que me da pereza siquiera pensarla.