you look like rain

Nunca dejará de llover.
El agua se resbala por las paredes de la ciudad, alcanzando a acariciar los lugares más íntimos. La gente huye del azul del cielo que cae a pedazos, pedazos que absorben los agradecidos árboles y las sedientas calles que sólo suelen alimentarse de sangre y polvo.
La lluvia es un acontecimiento inusual en una ciudad reinada por un sol despeinado que nos sigue como un perro. Por eso, las manos se pegan a las ventanas de las casas, y contemplan los ojos al unísono la rítmica caída de las palmas de agua.
Una cascada invisible canta tras de todas las paredes en un susurro que arrulla. Los árboles inclinan la cabeza ante el paso de la lluvia, y el cielo, despreocupado, brilla azul y gris. El viento sana a la ciudad del calor de los días anteriores.
La lluvia no ha dejado de caer, y uno se siente desprotegido y se resguarda en la seguridad de cuatro paredes y un techo, o de un techo por lo menos. Y es que la lluvia purifica nuestro cuerpo, nuestra alma, y es necesario de cuando en cuando recibir un buen baño de lluvia.
Me pregunto cuándo será el día en que las personas, en lugar de abrir un paraguas negro y evitar pisar los charcos, extiendan sus brazos mirando al cielo y con una sonrisa, reciban en su cuerpo el azul vivificante.
Entonces, nunca dejará de llover.

sueños compartidos

Otra vez fue un sueño. Esta vez tenías cabello largo y manos finas. Era de noche y yo me recostaba a tu lado, en el suelo, y miraba tu silueta que se recortaba contra la luz del farol que entraba por la ventana. Tu respiración acompasada, el ligero soplo en mi nuca. Yo guardé tu sueño de las pesadillas, me quedé despierta a tu lado, velando tu descanso, esperando que nada te despertara y si acaso te despertabas, estar lista para acariciarte, abrazarte, hacer lo que fuera necesario para que volvieras a dormir.
A veces es lindo despertar y tener alguien a tu lado, dijiste, y por eso estoy aquí. Escucho en la profundidad de la noche los sueños que te envuelven y los suspiros que te provocan. Tus suspiros son contagiosos y yo te hago eco cortando el aire que respiramos. Tus párpados perfectos, tu rodilla rozando mi pierna, la misma almohada debajo de nuestras cabezas. Duerme, que en mi sueño yo velaré el tuyo. Y mientras, imaginaré que navego en tu cuerpo que respira acompasado.
Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes. Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo y tú, inocente, duermes bajo el cielo. Tú por tu sueño y por el mar las naves… 

tuve un sueño

Ayer te soñé. Eras tú, eras todos. Al principio te odiaba con fuerza, no sé realmente por qué. El rostro de uno, la sonrisa de otro, la mirada de otro más. Por alguna razón yo me veía obligada a viajar contigo, mi mochila al hombro y tú caminando delante con pasos que no te pertenecían. Corríamos las mismas calles oscuras y mojadas, saltando sobre los mismos charcos. Luego de un rato nos deteníamos exhaustos y nos recostábamos sobre el césped oscuro de un húmedo parque. Las estrellas salpicando nuestros rostros. Volteaba a verte, y de pronto tu mirada no era tan odiosa como al principio.
La noche siguiente tuvimos que compartir la misma cama. Yo inmediatamente te di la espalda, no sin antes advertirte que no quería que me tocaras. Entonces detrás de mí, a oscuras, vaciaste tu ansia mientras yo sentía cómo un par de ojos se clavaban en mi nuca. Me sentí un poco mal por ti, debo admitirlo, pero no estaba lista para permitir que entraras en mi vida.
Al siguiente día te odiaba mucho, mucho menos. Tus ojos de otro me dieron los buenos días, al tiempo que la mano (que no era tuya) me acarició la mejilla. Dijiste que mi mejor momento era cuando despertaba, y yo molesta te dije que eras un ridículo. El sol que entraba por la ventana pintaba dibujos anaranjados en las paredes, y tú me hablaste en alemán, en inglés, en italiano, en checo, en español, en todos esos idiomas que me han tocado el corazón.
Me asustó descubrir que quizá te quería. Así que me lancé a la calle, y al pisarla anocheció. Tú me seguías, me decías que teníamos que ir al supermercado (¡sabías que es uno de mis lugares favoritos!) a comprar comida, que debía comer algo. Entonces entraste a ese edificio de cuatro pisos iluminados con luz fluorescente mientras yo te esperaba afuera, mirándome en los charcos. Algo dentro de mí se hacía grande, se repegaba contra mis costillas y no me dejaba respirar. Pensé que quizá te perdería. Pero luego apareciste con una gran bolsa de papel llena de mis frutas favoritas. Tuve ganas de besarte y me contuve.
Después sucedió algo que todavía no entiendo. El siguiente episodio es algo confuso; sólo tengo imágenes difusas de mapas, maletas, abrazos, angustia, estampillas y tus ojos tristes. Los ojos que quizá, después de todo, sí te pertenecían. Te fuiste lejos. Yo esperaba con ansiedad tus cartas, tus señales, saber que existías allá afuera, donde la luz de mi día y las estrellas de mi noche no alcanzaban a alumbrarte. Tú me respondías a cuentagotas, y yo me marchitaba poco a poco, hasta que… hasta que… 

Desperté.

Y me di cuenta de que todos los hombres de mi vida eras tú.

is there anybody out there?

La noche se acaba minuto a minuto, y yo sigo teniendo esa desesperante sensación de ausencia. Tiene que haber algo, alguien, aquí en internet, desde la limitación de mi ubicación física, una voz que resuene y me conteste sí, yo también estoy igual de solo. Pero los minutos siguen avanzando y nada sucede. Me consuelo con mi propia voz, la interna, la que surge en mi cabeza mientras escribo estas palabras.
Y al final, sólo me queda escribir, porque la escritura es el paliativo de los insomnes solitarios.