INDIGNADA

El día de hoy, una frívola sección llamada “Gustos y pasiones” del diario local de mayor circulación El Norte (perteneciente al grupo Reforma) tuvo a “bien” poner en su portada una imagen de padre e hijo (ahí vienen los nombres, pero neta, ni me interesa saber quiénes son) frente al cadáver de lo que era un majestuoso león. Las personas en cuestión aparecen felices y orgullosas, portando armas largas, con una evidente satisfacción por el crimen recientemente cometido.
Más allá de mi amor por los felinos, de la profunda tristeza que me satura las entrañas al contemplar esta imagen, de mis lágrimas de coraje e impotencia al pensar en cómo una vida ha sido desperdiciada por culpa una actividad egoísta, violenta, vana, cruel, estúpida, es que ENCIMA de todo, la o las personas culpables (culpables, ya que no son responsables) de esta publicación lo incluyan en un artículo donde dice que es un “hobbie” bien “padre” (como dice Nell: de fondo se oye GOOOEEEEYYYY!).
Mi postura es expresamente en contra de la cacería. Me parece un “deporte” pendejo, inseguro, que fomenta la violencia y el machismo, que por definición y de manera consciente atenta contra la vida y elimina la posibilidad de respetarla, lo que sin duda alguna repercute en otros aspectos que nos conciernen a todos como sociedad. Me encantaría hacer un ensayo sobre por qué DETESTO la cacería y jamás podré estar de acuerdo con ningún argumento que la defienda -porque, por supuesto, los he escuchado y no me han convencido por su falta de anclaje con la realidad y la racionalidad. Me encantaría hablar sobre el mal ejemplo que dan a los niños, a los jóvenes (ahí en la entrevista el joven habla de que su papá le enseñó a cazar desde los 6 años, cuando tuvo edad para sostener un arma), sobre las repercusiones en el comportamiento, la sociedad, el carácter. Podría hablar también sobre lo peligroso que es contar con un arma y las miles de historias que hay sobre accidentes en la cacería. En fin, podría hablar sobre todo eso. Pero todo eso ustedes ya lo saben.
Y encima de todo, hay quién considera que HAY QUE DARLE UN ESPACIO FAVORABLE EN LOS MEDIOS A ESTO, CON UNA OPINIÓN FAVORABLE Y DICIENDO “QUÉ PADRE QUE LOS PAPÁS Y SUS HIJOS HAGAN COSAS COMO ESTA JUNTOS, YEY”. Y todo esto sin considerar lo carísimo que resulta un safari en África para ir a asesinar animales. Como puse en mi twitter: “Qué tristeza que a estas personas les haya costado tanto dinero mostrar que no tienen respeto por la vida”.
En una situación social como la que nos encontramos, cómo es posible que sigamos fomentando la violencia, la falta de respeto, la agresión, las conductas destructivas, CÓMO, CÓMO ES POSIBLE. Me podrán decir que “los animales son animales y no tienen sentimientos” o cosas por el estilo, pero esto va más allá (incluso) de lo que pensemos de los animales: habla de una psique enfermiza, de una necesidad de reconocimiento enferma, de una agresividad latente.
Y además, cómo pueden asesinar sin piedad (y sin objeto ni beneficio) a algo tan bello…

Qué triste que seamos tan pocos los que estemos dispuestos a prestar nuestra voz a favor de la paz, a favor del respeto a la vida, a favor de los que no pueden quejarse. Qué triste que los que hablan más fuerte apoyen imágenes así.

‎”The greatness of a nation and its moral progress can be judged by the way its animals are treated. I hold that, the more helpless a creature, the more entitled it is to protection by man from the cruelty of man” – Gandhi

Mariposas

El otro día estaba pensando en las mariposas monarca. Según yo no es temporada de migración ni nada, pero ya van varios años que pienso siempre en lo mismo: este año tampoco me tocó ver mariposas. Recuerdo que hace algunos años todavía nos tocaba ver grandes grupos de mariposas pasando por el patio de mi casa, por la calle, incluso muertas (ups) en los frentes de los coches.
No puedo recordar cuál fue el último año en que las vi pasando por mi ciudad.
Primero pasaba un grupo menos numeroso de mariposas de alas amarillas, a las que inmediatamente después seguían las monarca. Y durante varios días podías voltear al cielo y ver grupos de pequeños y maravillosos insectitos haciendo un viaje más largo que sus propias vidas.

No sé cuándo dejaron de pasar las mariposas por esta ciudad. Y ciertamente dudo que tenga algo que ver con la violencia citadina, con los malos gobiernos, con la falta de educación. Bueno, quizá sí tenga que ver. La parte triste (además de la inminente desparación de este ser) es que mis hijos no podrán deleitarse con tal espectáculo y, al paso que vamos, quién sabe si incluso yendo al santuario puedan conocer a estas mariposas. Vamos, no es que me fascinen las mariposas en general, simplemente era un episodio hermoso, fuera de lo común, que te hacía detenerte y decir “¡mira!” mientras apuntabas con el dedo. Era belleza gratuita, indómita, sorpresiva.
Y ahora…

In my life

Suelo ser una persona muy nostálgica. Me encanta recordar cosas, leer cartas/mails/dedicatorias viejas. Repasar historias, contar anécdotas del pasado una y otra vez. Tal vez sea la edad -digo, honestamente no creo, tampoco es como que le estoy contando mis chocoaventuras a los nietos. También puede ser la felicidad: esa me hace recordar lo mejor de lo que he vivido, la gente que he querido y sigo queriendo, la que ya no está. Todo lo cual no me impide vivir en el presente que, debo admitir a riesgo de -supersticiosamente- jinxearlo, es hermoso.
Me gusta que la gente sea feliz. Hay gente de la cual me interesa particularmente su felicidad, por supuesto, amigos, familia, etcétera. Y me siento muy triste en este momento porque hay una persona en mi vida a la que he conocido desde hace muchos, muchos años, a la que quiero más por nostalgia que por otra cosa, que ha hecho algo que me parece reprobable. Tampoco soy quién para decírselo, pero no tengo el corazón para festejárselo. Así que heme aquí, un poco confundida sobre cómo me debo sentir o cómo me siento, triste porque alguna vez tuvimos una hermosa amistad y hoy no puedo sino desconocer y reprobar muchas de sus acciones. Me da mucha nostalgia, porque quisiera que esta persona fuera como antes -antes de que cambiara, o antes de que yo la conociera del todo. Pero desgraciadamente las cosas son como son, no se puede cambiar lo que hemos hecho y supongo que es normal que gente a la que quieres o quisiste te decepcione. Supongo que a veces lo más sano es alejarte de lo que repruebas o, de lo contrario, arriesgar tu propia paz mental.

La tragedia en facebook

Facebook no deja de ser tema de conversación casi a donde quiera que voy, por cuantas razones se les ocurran. El otro día platicábamos cómo es que la vida ha venido a convertirse en el apéndice de facebook (la vida: ese lugar de donde sacas las fotos para el facebook) en lugar de que fuera al revés. Etcétera.
Hoy me entero de una tragedia. Una conocida redacta un mensaje un poco críptico, no voluntariamente críptico sino más bien con una redacción enredada. Dice algo sobre alguien cuidando a alguien desde el cielo, un fallecimiento y una velación. Entro a su perfil y entiendo que se trata del fallecimiento del novio de su hermana (los apellidos son iguales, y en las fotos se ven idénticas). Entro al perfil de la hermana (no la tengo en mi lista) y puedo ver su muro y en su información, el nombre del novio. Entro al perfil del novio, que está un poco más protegido, pero aún así me doy cuenta de que el último mensaje que escribió fue a su novia, apenas hace 24 horas, y en él le decía “te extraño muchísimo”.
Al leer eso, siento como si me hubieran sacado el aire de un chingazo.
En el perfil de la hermana (la que perdió al novio) muchos mensajes de condolencias, apoyo, oraciones. Entre ellos, encuentro algunas palabras como “justicia ante las autoridades”, “justicia ante dios”, “esta ciudad maldita”, etcétera. Ya más o menos se me va aclarando (u obscureciendo) el panorama. No he buscado en google el nombre del chico, pero supongo que dentro de poco lo encontraré nadando en notas poco amenas.
Llámenme stalker o metiche, pero la verdad es que saber todo lo anterior me tomó dos minutos. Y no porque esté a la vista de todos la nota duele menos, por el contrario, me siento falsamente involucrada, dolida: ¿cómo se vive el duelo desde facebook? ¿qué es la muerte para las redes sociales? Claramente no voy a ir a pararme a las capillas, yo no conozco a la chica y mucho menos al chico. Tampoco le voy a decir que comparto su dolor, aunque lo sienta dentro de mí. Pero me siento con algo de deber, sobre todo después de haber atisbado algo tan íntimo, algo que no debería estar tan al alcance pero lo está.
En fin. Qué triste.

algo falta.

La invitación quedó sobre la mesa. Al centro de la parte frontal del sobre, hay una etiqueta en la que puede leerse tu nombre. Perdona que ahora te hable de tú, es que has entrado a una categoría que no entiendo muy bien y sólo así puedo darme un poco de confianza. Leo tu nombre una y otra vez, como si mágicamente pudiera lograr sentirte de nuevo en el aire, con tu recargado perfume que se pegaba a la piel después de abrazarte y no se iba en el resto del día. Se me llena la mente de recuerdos, de frases que me dijiste (muchas de ellas sacadas de tu gran acervo literario) y me marcaron para siempre. Incluso cuando yo era estudiante de la licenciatura: afuera de ese salón en aulas 3, antes o después de clase, me dijiste tantas cosas que me ayudaron a confiar en mí, en lo que hacía, en quien era. Puedo decir que siento un secreto orgullo por las opiniones que tenías sobre mí, sobre mi cabello, sobre mis actitudes. Fuiste mi cómplice, siempre lo fuiste, no importaba si entre una plática y otra pasaban dos días o un año.
El último semestre de mi licenciatura fue particularmente difícil, y aunque no lo pedí, tú estuviste ahí. Te preocupaste por cómo me sentía, hablaste conmigo. Yo sufría un amor (no un desamor) y eso me afectaba por todos lados. Fue cuando dijiste esa memorable frase, apuntándome con tu dedo delgado: Esta señorita va a llegar muy lejos, si no se enamora.
Con esa invitación quería demostrarte lo contrario. Te escribí una larga carta que dejé con tus familiares, cuando fui a visitarte al hospital. Visitarte es un decir, no pude verte pero pude ver a la gente que te ama, percibir su angustia, compartir en un abrazo su preocupación y tristeza. Destruí el borrador, así que no puedo recordar precisamente qué te dije, pero sé que te dije que te quiero. Nunca te lo había dicho. Te quiero, perro, como te decían todos e incluso tú mismo. El perro. El maestro perro. El maestro Perro.
Hay tantas palabras pendientes en todos esos cafés que nunca nos tomamos. Me siento estúpida llorando frente a un monitor pensando en eso, en todo lo no dicho, sorprendida por la muerte. Una muda. Una mierda. El nudo en la garganta que se me hace, el nudo en la garganta que tenías con todos esos tubos. Yo pensando que pronto te iban a sacar de entre esa maraña y podrías eventualmente decirme de nuevo niña hermosa. Yo pensando que te vería ahí, en mi boda, dándote la contra y diciéndote que podía llegar lejos aún enamorada. Yo pensando que llegaría el momento en que pudiéramos, ahora sí, hablar de mi proyecto, que me dieras ideas. Oh, esas ideas que ya nunca vendrán de ti ni de nadie.
Un día me dijiste que me ibas a regalar un dije de ámbar. Nunca fui por él. Y me arrepiento tanto, al menos así hubiera tenido algo tuyo, pero ni una puta foto, nada. Eres un recuerdo que me abarca y me duele toda. Te fuiste hace apenas un par de horas y quizá muchos todavía no lo sepan, pero desde ese momento algo le falta a este mundo insoportable: tú, tu sarcarmo, tu sabiduría, tu humor, tu talento para enseñar a amar a la literatura. Nunca nadie como tú. Nunca nadie. Todos te vamos a extrañar como desesperados.
Chingado, Ramón, por qué te fuiste.

Los balazos

La primera vez que los escuché sentí un horror indescriptible. Eran las 4 de la mañana, yo vivía sola. Los escuchaba tan cerca, como si estuvieran en la calle de enfrente, como si estuvieran justito afuera de mi ventana dándose en la madre. Mao, como curioso que es, se subió al marco de la ventana para ver de dónde provenían esos ruidos. Yo, espantada, lo bajé y le expliqué que en esos casos lo mejor era ni asomarse. Beny dormía plácidamente.
Eso fue un día de junio de 2010, no recuerdo bien, pero sí recuerdo que fue un mes antes de mi cumpleaños. Sé que es un mes porque durante todos esos días, e incluso varios meses después, no pude dormir con la luz apagada. Esa madrugada estuvimos cerca de 40 minutos escuchando todo aquello, incansable, martilleante, asesinante. Toda mi paz se fue bala tras bala, granada tras granada, mientras acostada en la cama sentía cómo la sangre se me iba a los pies y mi cara se ponía pálida. El primer mensaje que recibí fue el de Liz, que espantada, escuchaba lo mismo que yo pero unas cuadras hacia el otro lado. Luego de moverme a rastras hacia el estudio, encendí la computadora y desde el piso hablaba con mi papá, los dos estábamos incrédulos ante lo que sucedía. Cuando ya todo iba terminando, me moví con algo de miedo hacia la sala (una de las paredes era un gran ventanal) donde el noticiero ya daba los detalles sobre la ubicación del enfrentamiento: 500 metros en línea recta de donde yo vivía. Al menos no tuve la suerte de L, otra amiga, que lo vivió a una casa de distancia mientras desde su refugio en la ducha escuchaba los casquillos percutidos chocar contra la reja de su casa.
Incluso eso: palabras como “enfrentamiento”, “percutido”, “balazos”, “balacera” entre muchas otras, se han vuelto parte tan cotidiana del vocabulario que ya no asustan. Vaya, que sí asustan pero ya son parte de una realidad tan triste.
A lo que voy es que, a fuerza de presenciar tanta violencia y temer por tu vida (aunque sea un poco) cada que sales a la calle, es imposible dejar de verlo con humor, o tan así como si nada.
Hace un rato mi papá me dijo “cerré tu ventana para que no te despierten los balazos” y dos emociones quisieron salir a la par: la indignación y la risa. Y es que hoy domingo, a las 7 am, nos despertaron los balazos. No es la primera vez, pero ahora en lugar de asustar, encabrona: antes no podía dormir por el trauma psicológico y el shock de estar viviendo una realidad invivible, y ahora, además, no puedo dormir por el ruido.
Por twitter circulaba una frase que decía algo así como “dado que salir en la noche es muy peligroso, ahora las balaceras serán en la tarde”. De risa loca, en verdad. De risa, que la risa es el síntoma más claro de la angustia. Quizá por eso el mexicano le encuentre la gracia a todo.
Por eso, a mí los balazos ya me dan risa.