de la mesura (o por qué peda soy más buena onda)

mesura.
(Del lat. mensūra, medida).
1. f. Moderación, comedimiento.

¿Cómo saber cuánto es suficiente?
Cuando reflexiono mucho sobre cómo me siento respecto a un tema, es tal la sugestión del momento que termino diciendo lo que siento a bocajarro. Y es que así soy yo. Me pasa todo el tiempo, entonces, que luego de decir o escribir las cosas así, termino arrepintiéndome y sientiendo cruda moral. ¿Cruda? ¿Pero qué no se supone que uno es libre de expresar cómo se siente, cuando lo sienta? Supongo que no. Supongo que lo que se espera es la mesura y el buen gusto, el enfriar las ideas antes de compartirlas (si es que se comparten) el no decir alguna imprudencia ni cometer algún desfiguro. El problema entonces, es, que mi mente es como una olla hirviendo todo el tiempo, pensando cosas, clavadísima en la textura. Tanto me clavo en algunas cosas que luego las digo, completamente segura de que las creo, envalentonada por la hervidera de la cabeza. Pero luego al otro día, el clima es distinto o qué sé yo, y me arrepiento de haber expresado tal o cual cosa.
Me pasa incluso con este blog. A veces escribo cosas de las que luego me arrepiento (a pesar de que nada es muy comprometedor… creo) y me sorprende arrepentirme, pues finalmente todo sale de mi cabeza. Puede que el problema sea el modo. O puede (y yo creo que esto es lo que pasa) que un ente mental muy estricto me vigila todo el tiempo (llámese super yo, super ego, o lo que sea) y me hace cuestionarme todo el tiempo si hice bien o mal en decir o hacer tal cosa. Ni siquiera es inseguridad, porque al momento de externar lo que sea que se externe, lo hago completamente convencida y segura.
El problema es lo que pasa después. La gente es víctima de mis comentarios a destiempo, de mis obsesividades, de mi histeria. Quizá a ellos les valga madre (es lo más probable) pero entonces yo me quedo pensando y repensando, clavada en la textura, cuestionándome si tal o cual cosa dicha o hecha estuvo bien. Y seguramente el otro ni se acuerda, o ni tomó en cuenta lo que le dije.
Pero la angustia es horrible. Por eso no me gusta emborracharme. Si teniendo control me siento descontrolada… borracha, soy un peligro para mi salud mental. Y a nadie le importa, estoy segura. Pero si hago algo mal en mi estado alcohólico, estaré arrepintiéndome por días. Y ni siquiera es algo mal como, no sé, vomitarle a alguien encima. Puede ser simplemente que repetí algo demasiado, conté la misma anécdota tres veces o dije más palabrotas que habitualmente.
No sé, ahora que lo leo, me siento como la tirana de mí misma. Quizá todo este asunto de la mesura sea una manera elegante de justificar mi tiranismo. Y por otra parte, de observar mi imposibilidad de dejarme hacer el tonto. Y cuando hago el tonto, sale la otra tirana, la angustia, a hacer de las suyas. ¿En qué momento dejé que todo esto empezara a pasar?
Lo chistoso es que en momentos así me acuerdo de la frase de Diana, quien me decía “actúa ebria siendo sobria”. El resultado: cuando estoy borracha me la paso diciendo “dicen que peda soy más buena onda”. jajajaja. Chales.

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