al adhan

La llamada (adhan, azhan, adan) a la oración (Salah, Salat) de los fieles se hace cinco veces al día.

Fue instaurada en el 1º año de la Hégra. Cuando el sello de los Profetas, Muhammad se estableció en Medina, la gente tenía dudas acerca del momento de la oración. Los musulmanes se reunieron para decidir cual sería la modalidad de anunciar los tiempos del rezo, algunos sugirieron el uso de la campana, a lo que el Profeta dijo: “Es de los cristianos”, otros dijeron el sonido del cuerno y el Profeta dijo: “Es de los judíos”, otros dijeron el tambor y el Profeta dijo: “es de los Bizantinos”, otros propusieron el fuego, a lo que el Noble Profeta dijo: “es de los Mazdeos”. Ese día no se llegó a una conclusión favorable y este asunto le preocupaba al Profeta.
Abdullah Ibn Záid vió en sueños a un ángel que le indicaba como llamar a la oración, dictándole las bellas frases que componen al Adhán y la Iqama; al otro día se lo informó al Profeta Muhammad quien estuvo muy complacido y contó con el consenso de todos.
El Adhán es una práctica profética confirmada que se realiza desde los minaretes de las mezquitas para que la gente de la zona conozca los momentos de la oración.
El almuecín (quien realiza el llamado) debe ser musulmán, estar purificado y tener buena voz.
El Adhán anuncia el tiempo de la oración, y la Iqama indica el momento exacto de comienzo de la oración, la Iqama se realiza con posterioridad al Adhán y debe haber un intervalo de tiempo entre ambos.

Este video es el adhan a la oración de la noche, la última. CC y yo estábamos en el restaurante/terraza de un hotel del cual no recuerdo el nombre, comiendo quesito y tomando cheve (nada que ver, pero me acordé) y había un vidrio de por medio, por eso se ven los reflejos de la luz. De un lado está la mezquita de Sultanahmet, y del otro, Hagia Sophia. La voz que se oye más fuerte proviene de Sultanahmet, y la otra de una mezquita un poco más lejana. Hagia Sophia ya no está actualmente funcionando como mezquita, es sólo un museo.


En Estambul, depende de cómo sopla el viento y la parte de la ciudad en la que te encuentres, se entremezclan las voces de los almuecines, como si una mezquita le contestara a otra, y luego a otra allá a lo lejos: “Alá es el más grande”, “Doy fe de que no hay dios más que Alá”, “Doy fe de que Muhammad es el profeta de Alá”… poco a poco los hombres van avanzando por la calle, platicando entre ellos, reuniéndose en la mezquita más cercana, riendo. Las mujeres no tienen que ir si no pueden, o incluso pueden orar en otro momento del día.
En cuanto se empieza a escuchar la voz del almuecín, parece que el barullo de la ciudad se detiene. Las voces viajan, y en cuanto empiezas a escuchar ese coro disparejo de alabanzas, sientes de golpe la realidad de que estás lejísimos de tu propio país, de tu realidad cotidiana. Te dejas envolver por ese momento místico que se agota poco a poco, hasta que se extingue.

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