¿Magenta para rato?

Llevo ya varios días con una medio crisis de colorimetría.
Resulta que haciendo cuentas, llevo ya 5 años con mi cabello magenta (es curioso que mimarido no conozca mi cabello al natural) con esporádicos y breves momentos morados, establecí toda una marca en torno al color de mi cabello que incluye nicks, fotos, apodos, tutoriales, boda con cabello magenta, reconocimiento aleatorio en la calle (¿tú eres magentuosa?) y todo un marketing que básicamente asocia el color con una forma de nombrarme. Y no es que el color sea muy original -el tubo de magenta cuesta 30 pesos en cualquier tienda de artículos para estéticas- lo que yo no he visto es el mismo color tanto tiempo y tan arraigado hasta en el lenguaje (ya sé que estás pensando en la copycat, pero esa ni siquiera figura) y la autoconcepción.
Durante 15 años mi cabello ha cambiado de color y de forma, pero sobre todo de color. Quizá los cambios más radicales los empecé a experimentar cuando entré a la licenciatura (hay un largo post que narra la historia) pero la modificación más radical es justo la que tengo ahora en el cabello y que realicé hace 5 años.
El asunto es que ya no sé qué hacer con mi cabello. Pensé en cambiarlo a turquesa, pero es un color difícil de mantener y la marca que me gusta no se consigue acá, entonces tengo que pedirla por ebay y ya no puedo ir a los united a recoger los productos con tanta frecuencia como antes. Pensé en morado, pero la verdad es un color que me aburre muy rápido. Pensé en el rojo, pero ya lo he tenido rojo. Pensé en el blanco/gris (super decolorado con tinte plateado) pero la neta no sé cómo me quede porque mi piel es morenaza y no cualquier tono le va. Intenté hacerme una mecha turquesa, de hecho compré el tinte y todo, pero oh sorpresa, el magenta manchó la cortina y primero se veía azul pero ahora se ve morada. Ush.

Pensé entonces en cortármelo como Lisbeth Salander, o sea, básicamente rapado de los costados y largo en medio, para poderlo despeinar también así medio punko. Peeero, no sé qué tan cómoda me sienta con un corte tan radical, y por otro lado, cuando veo las fotos con mi cabello casi hasta la cintura me da un montón de nostalgia. El asunto también es que no puede ser un tinte o corte demasiado complicado, porque yo regularmente no me peino, me da flojera andar ahí todo el tiempo con la plancha o la secadora. Es más, ni me sé secar el cabello, como no sea despeinándolo todo y echando el aire por doquier.
La otra es que me gusta el “scene hair“, pero no taaan emo, sólo la manera en que hacen las capas y combinan los colores… pero ese tipo de cabello no es nada compatible con mi estilo de vida (o sea, qué hueva producirse tanto).
Y finalmente, me da un pánico terrible cambiar de color. He creado una imagen en torno al color de mi cabello, que siento que si lo cambio dejaré de ser yo (silly, I know) o la gente dejará de reconocerme o algo así. Es, simplemente, hacer un cambio radical en una marca que lleva ya mucho tiempo siendo de tal manera. No que yo sea una marca, pero es que el color se ha unido a mi identidad hasta no sé qué punto.
Ay, no sé qué hacer, estoy aburrida con mi cabello :(

Un mal libro

“Un mal libro es peor que una traición”. No recuerdo dónde leí esto, pero desde mis épocas mozas de secundaria esta frase se me quedó grabada como una manda. Por mi necedad obsesiva de terminar todo libro que comienzo, he sido traicionada incontables ocasiones, y como venganza estos traidores han sido regalados, donados, vendidos. Suelo (y reitero, *suelo*) comprar buenos títulos, pero hay ocasiones en que me falla, como esta.
Encontré por ahí este libro, cuyo título por vergüenza no revelaré, pero imagínense un best seller chafo onda códigodavinci, nomás que escrito por una australiana, traducido en España (joer) y con un precio de venta de $250 pesos (o lo que es lo mismo, 8.3 bolsas de tostitos con elote, crema y salsa, 4.16 entradas al cine, 7.14 tés chai del starbucks, media bolsa de Royal Canin para gato adulto, o el 75% de un vestido que me gustó en Sasha). El asunto es que lo compré porque el libro en cuestión incluía un anexo que parecía como un mapa/libreta/baraja de aproximadamente 20×15 cm. Como la literatura ergódica en papel es uno de los aspectos principales de mi tesis, pensé que quizá la lectura del libro requería de un trabajo paralelo y simultáneo que enriqueciera la narración desde fuera de ella, por más comercial y mala que esta fuera. Así que lo compré.
El asunto, es que llevo como una cuarta parte del libro y he ojeado el resto, sin ver por ningún lado si verdaderamente este anexo tiene utilidad alguna. El libro me está hartando, es bastante chafa, está escrito con esa narrativa chafa y pretenciosa con estructura adjetivo-sustantivo y comparaciones rimbombantes. Lo malo es que no sé qué hacer con el libro. Es decir, quiero seguir leyendo, a ver si en algún punto se integra con el anexo que incluye; para fines de mi investigación la calidad literaria no importa, sino más bien el artilugio (Ok, ok, ya lo busqué en google y sí se integra con los pergaminos pero dicen que de una manera muy débil y chafa).
La cosa es: ¿qué hace uno con un mal libro? No me atrevo a ponerlo en mi librero, qué vergüenza. No me atrevo a regalarlo, es como si fuera a cenar a casa de unos amigos y en lugar de una botella de vino llevara, qué sé yo, una joya de durazno. Me da pena tirarlo. No puedo devolverlo. Me encantaría enviárselo a la autora y decirle “esto es una porquería, gracias pero no gracias”. O enviarlo a la editorial con el siguiente mensaje “deberían advertir que para los amantes de la buena literatura que además tienen TOC, este libro es una porquería, que no lo compren porque sólo desperdiciarán horas de su preciada vida”.
Ya en serio, ¿qué se hace con un mal libro?

I <3 Kindle

Me da un poco de hueva leer los instructivos, y fuera de “le pongo un libro al Kindle y leo” no lo había explorado mucho. Sabía que podía tuitear fragmentos de cosas que iba leyendo o ponerlas en facebook, que los subrayados de libros comprados en Amazon se actualizaban en internet, pero hasta ahí. Hoy felizmente descubrí que puedo hacer colecciones (agrupar libros), conectarlo a la compu y descargar lo que he subrayado en un txt que puedo copiar a Word para hacer mis fichas de la tesis (super YEY), enviarme documentos casi de cualquier tipo por email directamente a mi kindle y también desde Readability. Eso está muy bien porque muchos documentos de la tesis están en formato electrónico, y a veces el Caliber se tarda en convertirlos (los pdf y el kindle siguen sin llevarse muy bien, no se puede hacer grande el tamaño de la letra, a diferencia del Sony Reader) peeero al convertirlos o enviarlos por correo se soluciona este problema. Entonces me daba un poco de pereza convertir toooodo y luego subiiirrrlooo y luego revisaaarrlooo, por lo que me dispongo sencillamente a enviarlo por email al kindle, que lo transfroma gratuita y rápidamente para después descargarlos por WiFi ;)
Ahhh, amo el Kindle!!
**fin de momento ñoño y geek**

De algún viaje en 2005

Tomado de una libreta encontrada por ahí.
“Con los viajes no sé qué me pasa, que durante el trayecto no puedo evitar sentirme tristísima. Será la nostalgia de haber salido de casa, el beso de adiós, el pensar que durante días, algunos, muchos o pocos, estaré lejos de todo lo que conozco. En este momento me encuentro sentada en el área de comidas de un aeropuerto grandísimo. Veo a la gente, toda tan distinta, y me siento perdida en el fin del mundo. Tantos idiomas, tantas maneras de caminar y de vestir.
Cuando miro a la gente, pienso mucho en la fragilidad. En lo frágiles que somos, en la poquísima fuerza que se requiere para que nos rompan el corazón, para que nos atropelle un coche, para que nos hagan llorar. Somos como cascarones de huevo sin relleno, caminando por el aeropuerto, jalando una maleta llena de cosillas varias que por una u otra razón nos resultan necesarias.
Hace rato iba sentado a mi lado un anciano, quizá más viejo que mi abuelo. Su pasaporte decía Italia. Usaba un aparato auditivo en el oído izquierdo. Me enterneció mucho ver su itinerario de vuelo -bastante largo, por cierto- todo escrito con su letra temblorosa pero clara. El aire acondicionado del avión era excesivo, yo me moría de frío y pensaba en el señor de al lado, si acaso él también tendría frío, si no le agobiaba que la azafata no hablara su idioma y además no hiciera nada por darse a entender. En ese momento me dolió su soledad, su fragilidad, la lentitud de sus movimientos largamente meditados, su desesperación al intentar explicar a la mujer afroamericana que revisaba sus pertenencias en el puesto de seguridad que eso era un pote de crema de afeitar y no pensaba abandonarlo.
Luego lo perdí de vista. Me pregunto si estará bien, si no tendrá que esperar mucho a que salga su vuelo a Roma, si no se sentirá solo mientras espera en una silla a que llamen su vuelo.”

El cuento de la criada

The Handmaid’s Tale es una novela que en 1985 publicó la escritora canadiense Margaret Atwood, a quien nunca (y me disculpo) había escuchado nombrar. El libro llegó a mis manos por pura casualidad. Recuerdo que estaba suscrita a un blog que colgaba libros de ciencia ficción, terror y fantasía (o algo así) y yo leía rápidamente las reseñas y descargaba a diestra y siniestra. De pronto me llené de libros cuyas tramas o recomendaciones olvidé, y por indiferencia empecé a relegar. Cuando terminé de leer todo lo que tengo del comisario Jaritos, con lo que me hice fan de Petros Markaris, empecé a buscar qué más había en el kindle, y no sé por qué estaba El cuento de la criada.
Me ganchó desde el principio. Cuando uno desconoce el libro, no tiene la portada para inspirarse, no puede leer una cuarta de forros para darse una idea, e incluso cuando sí se cuenta con todo lo anterior, la primera página es vital. Me la tragué completita, de un bocado, y desde entonces no pude parar. El personaje principal narra, a nadie o a la nada, la historia de un periodo de su vida en el que las circunstancias sociales la obligaron a ser una Criada. Pero no pensemos en una criada común y corriente. Estas Criadas (así, con mayúscula) son un estrato de esta sociedad distópica ubicada en un futuro pasado (¿retro-futuro?) con labores muy específicas que deben cumplir al pie de la letra y de manera ritualística. Su vestimenta es completamente roja, y el velo que les cubre la cara les impide mostrarse al exterior, así como entre ellas. Pero el rol de las mujeres no sólo se limita a ser Criadas, también pueden ser Esposas, Marthas, Econoesposas, No-Mujeres… una catalogación que denigra y define, que limita y explica.
No quiero entrar en mucho detalle. Cuando yo la leí no tenía idea de nada y, por lo menos a mí, me encanta la sorpresa.
Este libro ha ganado muchos premios, así como premios han ganado muchos otros libros de la misma autora (según Wikipedia, la autora estuvo nominada al Nobel) y puedo entender por qué. La prosa cautiva, las descripciones son muy vívidas, la angusita que transmite la narradora es muy real. Es decir, además de tener una historia muy interesante (con su respectiva crítica al rol de la mujer en la sociedad), está muy bien escrita. Porque muy seguido sucede que hay historias muy buenas narradas mediocremente, pero este no es el caso.
Además de todo hay una película noventera, que no he visto pero por supuesto pienso buscar y ver, una vez que mimarido la haya leído (¡es que tengo que platicar de este libro con alguien!). Bueno, hasta creo que vi por ahí fotos de una ¿ópera? de la misma obra. En cualquier caso, es una obra que ha dado mucho de qué hablar y creo que lo sigue haciendo. Ampliamente recomendada.