De los diez que yo tenía ya nomás me quedan… ¿doce?

Ayer por la noche rescatamos dos gatitos. Se distinguían sus mini siluetas recortadas con las luces del coche, justo a un lado del boulevard. El Piantao no dijo nada, yo sólo apunté con el dedo y antes de emitir cualquier sonido, escuché cómo rechinaban las llantas ante el pisotón sobre el freno. Como sólo tengo dos manos, sólo pude rescatar a dos, pero calculo que había al menos cuatro. Cuando regresamos, luego de dejar los dos en casa, escuchaba uno pero la verdad no lo pude ubicar entre la maleza.
Me pregunté si había sido lo correcto, el agarrarlos así nadamás, sin pensar si tenían una mamá que los buscaba. Pero luego de darme cuenta de que los pobrecitos bebés estaban en los puros huesos, me convencí de que había sido lo mejor. Además, por lo menos dos de esos gatitos van a crecer sanos, bien alimentados y amados, además de que no se van a reproducir sin control.
El asunto es que había doce gatos en mi casa. La verdad no lo digo con alarma, sino con orgullo: siempre bromeo sobre mi estatus de “vieja loca de los gatos” y creo que nunca lo había sido como ahora. El Piantao tampoco se queda atrás, él en sí constituye un “cat magnet” -a él tengo que agradecerle por Mao, mi gato consentido- y me apoya en mi eterna campaña de rescatar gatitos para darles un mejor hogar. Eso es lo que yo puedo hacer: rescatar gatitos, alimentarlos, buscarles casa, esterilizarlos. Sé que la gente también sufre, pero no puedo andar recogiendo gente de la calle y tampoco tengo dinero para sacarlos de pobres, pero sí tengo un puñito de croquetas extra, o una lata de atún que puedo ofrecer a estas criaturitas. Decía Gandhi que “una sociedad se puede juzgar por la forma en la que trata a los animales”. No podemos esperar tener mejores ciudadanos, gente compasiva, estudiantes sensibilizados, si desde pequeños no les enseñamos a respetar la vida ajena, la vida de los animales. Todos esos monstruitos que desde pequeños lastiman perros y gatos, tienen un alto grado de probabilidad de ser en su adultez insensibles, incomprensivos, no empáticos, e incluso hasta violentos.
Yo no soporto ver a un animal sufrir, y con esto no quiero minimizar el dolor humano. Al contrario, creo que si todos nos conmoviésemos igual ante el dolor animal, nuestra sociedad sería otra cosa.
Hace rato se llevaron uno de los dos gatitos rescatados. Me quedé con uno de ellos, que es lindísimo y color negro con manchitas blancas… el viernes se lo entregaré a su nueva dueña, que espero lo cuide con muchísimo esmero. Ahorita está envuelto en mi sudadera, dormido en mi regazo… es TAN pequeñito…




una semana después…

Lo prometido es deuda: he aquí la segunda generación de la Motiti :)


(click para ver las imágenes en grande)


Los bebés cada vez se mueven más, sus maulliditos son adorables y Motiti se ha portado como toda una madre responsable y querendona. La verdad la casa es un caos: Beny y Mao suelen ser bien portados, pero Tito (que es hijo de la primera camada de Motiti) insiste en seguir amamantando a sus siete meses y luego peor, intenta aparearse con su mamá. Antes de que me digan cualquier cosa, Tito irá al veterinario mañana para su operación. Pero por ese asunto, no los puedo dejar solos sin vigilancia… y la verdad es cansado estar tras de ellos todo el tiempo, y manteniendo a la mamá y sus bebés en mi cuarto, y a los demás afuera del cuarto.
Pero bueno, qué podía esperar yo que ahora tengo DIEZ gatos en casa. La verdad es que me comen las ansias de que ya abran los ojitos y estén un poquito más grandes, para verlos correr y jugar por ahí :)

El gato Mustafá

El gato Mustafá
En la cuidad de los gatos vive el gato Mustafá.
Muy temprano se levanta, pues le gusta ser puntual.
Se baña en la regadera, se peina, ayuda a mamá
y toma en su desayuno: jugo, huevo, leche y pan.
Revisa bien su mochila, ¡nada debe faltar!
y cuando llega a la escuela saluda a todos :”¡Miau, Miau!”

(libro de lecturas de la SEP, 2° primaria)

Lo encontré por ahí y soy felicísima. Llevaba mucho tiempo buscando este textito :)

El fin de la espera

Ayer salí de casa a la 1 pm. Motiti se veía bien, más cariñosa que de costumbre y jugando a la navecita espacial (es que la pobre parecía platillo volador, jaja, y caminaba tantito y hacía ruiditos, luego caminaba otro poquito y hacía ruiditos, etc). Pensé, a lo mejor es hoy. Regresé a las seis y fui al closet a buscarla, porque ya pasaba más tiempo ahí adentro y entonces la vi: estaba ADENTRO de la camita que le compré y nunca había pelado. Tenía un gatito ahí con ella, todavía con la placenta pegada, y cuatro afuera, sobre la toalla. Quise gritar de felicidad (y por la impresión) pero antes le puse los gatitos ahí en la cama con ella. De ratito se comió la placenta del quinto y todos muy tranquilos y felices comieron mientras ella descansaba.
Transcurrió el resto del día en calma, ella salió, comió un poquito, tomó agua… todo muy normal. Los nenes se veían super bien.
Luego como a la 1 am, Motiti se hiperventiló. Después empezó a tener contracciones. Yo estaba angustiadísima, no sabía si despertar o no al veterinario, si era normal… la pobre estaba echada con los gatitos comiendo y su cuerpecito se contraía… y ella suspiraba, se notaba que le dolía mucho. Yo la miraba y la acariciaba despacito… ella me miraba… ay no, fueron horas de estar a la expectativa.
Y digo a la expectativa porque como el Piantao bien notó, y yo noté después, todavía tenía un bultito que no sabíamos qué era. Yo leí en un libro maravilloso que compré (y si tienes gatos, DEBES tenerlo) que algunas gatas interrumpen el parto y lo pueden continuar incluso hasta 24 horas después. Así que supuse que por ahí iba la cosa…
Como a las 2.30 ya no podía mantenerme despierta. Puse mi alarma a las 4, y a esa hora me levanté a checarla… la vi bien, tranquila, ya no estaba hiperventilada. Lo mismo a las 6. Puse mi última alarma a las 9, pero unos 15 minutos antes me despertaron los maullidos de la reina. Cuando me levanté, vi que tenía un cuerpecito de bebé, aparentemente muerto. Me miraba y me maullaba. Yo pensé que quizá había aplastado un gatito y lo había matado, pero luego vi mucha sangre en el piso y vi que temblaba… y en eso, ¡nace otro gatito! ¡Me cayó el veinte de que acababa de parir DOS gatos más! La pobre se veía exhausta… apenas si pudo lamer al recién nacido para quitarle el saquito en que viene envuelto y que pudiera respirar. El gatito ya estaba completamente afuera pero su placenta seguía dentro… y Motiti estaba echada, no se le veían intenciones de seguirlo lamiendo (que es importantísimo). Así que me armé de valor, toallitas, tijeras, hilo, gel antibacterial y me lavé las manos como cirujano (yo estaba instaladísima en el papel). Tomé con cuidado al gatito nuevo y con mucho cuidado, jalé la placenta (que tiene unida al cordón umbilical) para que saliera del cuerpo de la gata. Motiti maulló despacito. Puse al gatito sobre una toallita y con la misma lo empecé a limpiar, para emular el efecto de las lamidas. El gatito se empezó a mover mucho más. Se lo puse enfrente a la nena y como que de pronto le daba uno que otro lenguetazo. Le amarré el hilo a 1.5 cm. de la base del ombligo y corté el cordón umbilical. La nena se metió a la camita con los otros cinco, y le acerqué al sexto. Entonces sí lo bañó, lo dejó comer y se durmió con los seis, me imagino que suuuuuper cansada y adolorida.
Regresé al gatito muerto. Fue entonces que me di cuenta que Motiti no le había quitado la bolsita, así que hay un alto grado de probabilidad de que haya nacido vivo, pero al no sacarlo de la bolsita se haya asfixiado. Para entonces ya era muy tarde, el gatito estaba heladísimo y obviamente no respondía a ningún estímulo. Me siento culpable al pensar que pude haberlo salvado si hubiera notado eso inmediatamente.
Después me tocó la limpieza… todo este asunto de los gatitos ha sido una experiencia increíble, con mucho aprendizaje pero sobre todo, llena de admiración hacia esta nena bellísima y hacia Dios, que la diseñó. Los gatitos son criaturitas perfectas, en todos los sentidos. Y el instinto maternal es muy cabrón. Eso del “milagro de la vida” no es cursilería, no…
De momento no tengo fotos (bueno, sólo esta, pero ahí falta el sexto) pero cuando tenga mi cámara de regreso, se van a hartar de fotos :)

En fin… ¿alguien en Monterrey quiere gatitos? :3

La Motiti

Mi gata (ya lo asumí, es mía) está embarazadísima. Y yo, nerviosa y emocionada al mismo tiempo. A veces no me deja tocarla, pero a veces me pide arrumacos y hasta ronronea. Le pongo las manos alrededor del melón que es su pancita, a ver si siento a los gatitos moverse. Estoy muy muy emocionada, y al mismo tiempo tengo miedo porque soy madre primeriza. Por si las dudas, ya no la he dejado salir. El veterinario dijo que le faltaban unas dos o tres semanas máximo, eso fue hace dos semanas. Por eso ya se quedará encerrada, no vaya a ser que si la dejo salir no quiera regresar o prefiera parir afuera. Qué nervios.

Prometo que ahora sí no se me va a pasar esterilizarla. Mientras tanto, ¿alguien quiere un gatito? Le quedan hermosos a la cabrona. Si no, nomás miren a Tito :)

Tito

Este es Tito, en una foto del 30 de mayo de 2010

Este es Tito, en una foto del 26 de agosto de 2010

Tito

Cuánto crecen en tres meses…

Tito 2

Tito 3