Caza de letras

Es como un reality literario virtual. Es una idea maravillosa, me encanta, quiero. Échenle una leidita, y lo más importante, voten por Juana Girasola porque escribe bien chido y ya lo verán. No puedo decirles quién es, porque se supone que nadie puede saber eso de ninguno de los que ahí escriben, pero ustedes confíen en mi.

amor condusse noi ad una morte

“Todos los días te quiero y te odio irremediablemente”, dice Sabines por ahí. Es posible, por supuesto. Cada que te pienso es como si vertiera agua caliente en la mitad de mi cuerpo, y agua fría en la otra mitad. Es extraño, sin embargo. ¿Tiene alguna lógica el amar? Nunca he sido buena en esas cosas, y creo que con el paso de los años soy peor. Nos llenamos de mañas que cada vez es más difícil eliminar, de inseguridades, de basura emocional que hace brillar el pasado con un extraño reflejo de falso oro, o con una tristeza cuestionable -siempre el cambio de perspectiva. Pero y si no. Y si realmente somos tristes y tontos animales solitarios, incapaces de formar lazos verdaderos y duraderos (uff, qué es eso de duradero, ¿duracell es el parámetro?), y nuestras relaciones son sólo mantenidas por un hilo rojo que nos ata a la cintura del otro. “El amor es eterno mientras dura”, dice García Márquez por algún lado. La temporalidad es mi enemiga, nunca he podido hacer algo por mucho tiempo, siempre termino aburriéndome, destruyendo aquello que era maravilloso y amaba. Es mi naturaleza, y por más que quiero no puedo luchar contra ello. ¿Algún psicoanalista que le entre al quite?. Soy high manteinance, soy verdaderamente muy simple pero requisitosa: las cosas se hacen así.
El amor es una cosa que ahora menos que nunca puedo entender. Tenía muchísimo sentido cuando estaba en secundaria o en prepa; amar era defender a tu vato verbalmente y a veces con trancazos, amar era ir a los bailes con él y nomás bailar con él, amar era que te esperara hasta que pasara el camión, o si había más amor, que te acompañara a tu casa y luego se regresara a la suya solo, aunque fueran las diez de la noche. Amar era una rosa roja cuando cumplían un mes, dos cuando cumplían dos, tres cuando cumplían tres… Amar era llorar largamente frente al teléfono cuando amenazaban con cortar al otro, o reír y enredar el dedito en el cable diciéndose “cuelga tú… no, cuelga tú, ándale, si no no cuelgo…”. Amar era, en fin, algo mucho más sencillo. No había carreras de por medio, ni planes matrimoniales, ni hijos tácitos, ni uso compartido de coche, ni celos infundados. Bueno celos sí, siempre hay celos, por lo menos en mis historias. Ahora ya no sé qué es amar, no sé de qué se trata, y si la finalidad es construir una familia pues qué friega. ¿Por qué no hay arquitectos de familias, ni ingenieros civiles, ni albañiles que te ayuden a construir tan complicadas y fragilísimas estructuras? ¿Por qué nadie te puede aconsejar de la durabilidad de los materiales, los costos, el mejor acomodo para el feng shui? ¿Por qué en estos tiempos el “contigo pan y cebolla” es tan utópico?. Yo no sé tener novio. Soy torpe. Apilo mal los blocks, hago mal la mezcla del cemento, y al final me frustro y aviento todo. Porque para estas cosas no hay planos ni instructivos que digan “inserte el grin en el red”, ni guías como las del home depot de “jardines for dummies” y cosas de esas.
Dicen que “al final todo lo que importa es el amor”. Pero ¿qué es el amor? si los hombres (humanidad) somos egoístas e insensibles sólo pensamos en la manera de salir mejor parados. Si lloramos y nos autocompadecemos (agh, la autocompasión, ¡odio la autocompasión!) porque nadie en el universo nos entiende, pero tampoco estamos verdaderamente dispuestos a entender al otro.
“Porque amar es, al fin, una indolencia”, dice Villaurrutia por ahí. Y con Villaurrutia nos quedamos.

Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.

Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.

Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.

Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.

Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.

Amar es absorber tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.

Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.

Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.

Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.

Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.

Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia.

abandon hope all ye who enter here

Recientemente terminé de leer El Club Dante, y si bien no es la gran cosa literariamente hablando, sí cumple su función de ser muy entretenida. El lenguaje es chafa, le sobra mucho (como a todo lo gringo reciente que he leído) tanto que dan ganas de tener unas tijeras a un lado e ir cortando. Las primeras 120 páginas son intragables, y hasta pesan cuando las pasas de derecha a izquierda. Pero después de eso, todo sigue de bajada y no puedes dejar de leer hasta que llegas al último punto de la última página (y son casi 500). Creo que es un detallazo importantísimo la nota histórica que viene al final (bien por Pearl, que nos dice qué es verdad de su novela y qué no, detallito que le pasó inadvertido a Dan Brown, y por eso tanta tragedia sin sentido) y considero completamente inecesaria la reproducción de los elogios hechos a esta novela.
Si bien es entretenida, y su gracia es que retoma un hecho histórico (la traducción al inglés de La Divina Comedia, por Longfellow, el Club Dante que sí existió, así como otros personajes y contexto social/cultural/etcétera) y lo utiliza como punto de partida para crear una historia de ficción (cfr. Capote), creo que en cuanto a la forma no tiene mucho que aportar. Lo importante del libro es la anécdota, el qué y no el cómo. Por eso creo que este libro será una magnífica película, pues siempre la adaptación del texto al guion requiere de una gran tijera.
Claro, me gustó, me divirtió, me brindó un rato de esparcimiento y distracción. Y mentiría si digo que no me emocioné o sorprendí en algunas ocasiones durante mi lectura. Pero por Dios, que no lo comparen con El nombre de la rosa. Nada más lejano.

más libros

Recientemente terminé de leer Choke, de Palahniuk (para los que no saben quién es, como yo no sabía, es el que escribió la novela de Fight Club) y cuando cerré el libro, no sabía si me gustaba o no. Al siguiente día me di cuenta de que sí me había gustado, y mucho. Hay textos que necesitan digerirse, acomodarse en la mente. Según la teoría constructivista, el proceso de aprendizaje implica necesariamente un reacomodo del conocimiento previo, para darle cabida a las nuevas ideas. Yo lo veo como una especie de Tetris (ja) y quizá para reacomodar mi cabeza requiero tiempo, o dormir (me acordé de un amigo que resuelve dormido los problemas matemáticos que no pudo resolver despierto). En fin, que vale la pena leer este libro.
También leí por segunda ocasión El último lector, de David Toscana (me vengo enterando que hay otro libro del mismo título, pero de un tal Ricardo Piglia) al que siempre me da gusto leer.
La lista de libros en espera cada vez se hace más y más grande, y a mi se me acaba la vida antes de leer todo lo que quisiera. Pero qué puede uno hacer, sino seguir leyendo.

the maimed

Ayer a las 3 am terminé de leer The Maimed, libro del escritor Hermann Ungar. Este libro lo compré en el museo de Franz Kafka, en Praga, pues resulta que este Ungar era contemporáneo de Kafka. Yo jamás había oído hablar de él, pero las críticas del libro estaban bastante pesadas, en cuanto al renombre de quienes las hicieron y los comentarios que de esta novela hacían.
Puedo decir que el libro es muy bueno, pero no sé si puedo decir que me gustó. Me pareció perturbante en muchos sentidos, al final me quedé con un malestar que se manifestó físicamente: el libro me provocó náuseas, no por alguna imagen en particular, sino por el modo en el que se fueron desatando los hechos. Supongo que esto es síntoma de que el libro estaba muy bien trabajado, que de hecho sí, la forma en como fueron delineados los personajes me parece espectacular. Todos son personajes muy complicados, muy crudos y al mismo tiempo llenos de comportamientos enfermizos, que definitivamente no son fáciles de trabajar.
Pensándolo bien, sí, sí me gustó. 

Estuve leyendo hace poco Vida con mi viuda, de José Agustín y no me gustó para nada. Llegué hasta el segundo capítulo, y de entrada el planteamiento incial me parece absurdo y más que nada, falso. No te la crees ni tantito. No sé, nunca he sido fan de José Agustín (aunque La Tumba sí me gusta, matarile rile ró) pero cuando definitivamente me cagó la madre fue cuando terminé de leer Se está haciendo tarde (final en la laguna). Ush. De veras. No me gustó, aunque sí tenía cosas chidas, debo admitir. El punto es que lo tenía que leer para mi círculo de lectura (ilustremente nombrado “Círculo Literario Moderno” -hablando de La Tumba) y no lo terminé, ni tengo intenciones de hacerlo. Así que si alguien quiere comprar este ejemplar de Vida con mi viuda se los vendo, bara bara. Nuevecito. Nomás desvirgué dos capitulitos, cómo ven.

pd: sección de “Clima” actualizada. Tengo que ponerme al tiro con las reseñas, se me está pasando la inspiracióooon…