internet, divino tesoro

Todo el día de ayer estuve (estuvimos) sin internet en la oficina. Además del común caos que esto puede ocasionar en casi cualquier oficina, hay que agregar que el sistema de reservación y venta de boletos de la institución está basada en internet. Y han de saber, que sin sistema de reservación y ventas, esto es un completo y reverendo CAOS. Bueno, no les puedo explicar el grado de dependencia que tengo con internet.
Recuerdo mis primeros días en Madrid, sin casa y sin internet. Había días en los que entraba dos veces a los cyber cafés; dos horas que en Europa equivalía (en ese entonces) de 2 a 5 euros. Ya luego que tuve casa, CORRÍ a instalarle el internet (aunacable madritel) con lo que mi roomie no estuvo muy de acuerdo (pero luego no se quejó, sobre todo cuando conoció con su ahora marido, que en ese entonces estaba en los united). Cuando no podía dormir porque me sentía muy sola, iba al messenger. Y cuando llegaba de la escuela, ponía la música y encendía la compu.
Cuando anduve de viaje el año pasado, entré a internet en todas las ciudades que estuve, de hecho prácticamente diario. Y esta vez no fue la excepción. Cada que me siento frente a una computadora en un cyber lejos (muy lejos) de casa, me invade una ansiedad que casi no me deja hacer doble click sobre el ícono del explorer. Y al abrir el messenger, los segundos que tarda en conectarse me parecen eternos (aunque luego se conecte y no esté nadie, porque en México son las 4 de la mañana).
Es así, soy total y completamente adicta a internet. El día que no reviso mi correo no duermo bien (aunque me lleguen 7 y 4 sean anuncios), y etc etc, muchos de ustedes conocerán los síntomas.
Así que ayer sin internet todo el día, tuve que revisar (ansiosamente) mi correo hasta que llegué a casa por la noche y entonces me sentí tranquila. Es que imagínense mi desorden obsesivo, pero aplicado a internet… no qué miedo.

el ir y venir de los camellos anaranjados

Camel solía ser mi marca favorita. No recuerdo con qué marca empecé, creo que el primer cigarro que probé fue un Capri mentolado. Luego Benson mentolados, luego… no sé, en prepa no recuerdo qué marca “fumaba”, muy probablemente ni compraba cigarros (pero sí tengo la imagen de estar enfrente de lo que luego sería el snack echando algo de humo). Mi amiga Nelly sí fumaba mucho, ella era fan de los Malboro Light. Luego lo dejé, porque mi entonces novio y yo llegamos a ese acuerdo: ninguno de los dos fumará más. Yo tenía 17 años.
Cuando ingresé a la carrera de letras no fumaba, cosa curiosa, porque en los primeros semestres (y en algunos casos, hasta el final) todo se te va en cigarros, café y cerveza. Pero sólo fue cosa de un semestre, porque cuando ingresé a segundo, conocí a dos personas maravillosas a las que todavía les tengo gran aprecio, que me hicieron pasar por mi primera borrachera y me “hicieron” volver a mi vicio de fumar. Pero por alguna razón, aunque ellos fumaban Malboro rojos, yo decidí tomar el camino de los Camel, y hasta desarrollé una lealtad a la marca que no me dejaba comprar otra cosa. Cuando más fumé fue en España, donde por cierto los cigarros son mucho más caros. La caja de Camel costaba 2 euros con 30 céntimos, una barbaridad, y los Benson Red (no conseguibles en ningún otro lado del mundo, que yo sepa) costaban 2 euros, me parece, o 1.90. Comprabamos 3-packs, que nos duraban menos de una semana. Por ahí debo tener varias cajas que me traje de recuerdo. Lo chistoso es que una caja de 20 cigarros marca Camel costaba 2,30, pero 1 caja de 10 piezas costaba 1 Euro. Wtf?
En esas épocas probé también los Gauloises, que fueron mi delirio. Pero malditos, no se consiguen (o al menos no los conseguí) fuera de Francia.

Regresando de España continué con mi vicio, pero no tan fuerte como antes. Mi pareja en ese entonces fumaba muchísimo, entonces cuando estábamos juntos era como fumar en paralelo, una chimenea que no dejaba de echar humo. Tiempo después conocí los cigarros de clavo, que también fueron muy importantes para mi vida de fumadora, porque los asocio con una época muy… especial. Muy particular y hermosa a su manera. Y desde entonces, casi no puedo fumar cigarros de clavo, porque… me clavo, jaja, me acuerdo. Así que mejor no. Luego entré al yoga, y a la danza árabe, y al derbake… pero el cigarro seguía ahí. Ya cada vez menos. En ese entonces me fumaba una caja en cinco días, aproximadamente, exceptuando los fines de semana, porque ahí sí la cerveza me exigía fumar. Eso por ahí de… no sé, octubre, noviembre del año pasado.

Yo nunca quise dejar de fumar. Nunca tuve la intención de dejarlo del todo, quería al menos un poco, un cigarro al día, un cigarro o dos con la cerveza, con el café. Me daba miedo pensar que quizá ya no iba a disfrutar de ciertas actividades, porque ¿qué sería una cerveza en el antro sin un cigarro? ¿qué sería el chisme, el chal en el café eterno sin un cigarro? ¿qué sería la sobremesa sin un cigarro? entre otras cosas. No imaginaba mi vida sin la posibilidad de echarme un cigarro de vez en cuando.

Pero luego vino diciembre, y luego enero, y las cosas empezaron a cambiar de una manera que todavía no puedo explicarme. Cada vez se me antojaba menos el cigarro, cada vez menos la cerveza, o incluso desvelarme (es es otro gran issue sobre el cual elaboraré luego). El punto de toda esta historia, es que tengo aproximadamente tres meses sin fumar, y prácticamente sin tomar. Y todo ha ocurrido sin eventualidades: no hay síndrome de abstinencia, no hay necesidad de unir café o cigarro con cerveza, veo gente fumando y no se me antoja; es más, pruebo un cigarro y hasta me da un poco de asco. Mis conocidos traen cajas novedosas, o marcas nuevas, y no se me antoja. Voy a la tienda y ni siquiera miro el aparador de los cigarros.
Lo más curioso es que yo no decidí dejar de fumar, simplemente ocurrió. Cada vez se me fue antojando menos, se terminó la caja que en ese entonces traía, y no volví a comprar más. Así de sencillo. Durante algunos días bateé cigarros a las amistades con las que salía a platicar, o a fiestear. Pero sólo fue temporal, ahora ya nada, nadita de nada.

Le digo al Piantado que de seguro fumar era un síntoma de algo. No sé de qué, no logro entenderlo, pero la verdad me siento feliz porque no tuve que sufrir lo que todo fumador en rehabilitación sufre, no hubo dramas, no hubo parches, nada. Aunque mi adicción siempre fue emocional, nunca física.

Es raro. Es bueno, pero no deja de ser raro.

Medium

Nunca antes (que yo recuerde) una serie televisiva ha captado mi atención con tal emoción, que hasta espere contando los minutos para que empiece el capítulo. Mi atención se concentra en un cuadrado de x’s cantidad de pulgadas los lunes a las ocho, mientras por el canal sony transmiten mi serie televisiva (o “la novela”, como le decimos en la casa): Medium. La serie en cuestión trata sobre una mujer llamada Allison Dubois (inspirada en otra Alison DuBois, medium de la vida real) caracterizada por Patricia Arquette. Allison tiene tres hijas ultra-rubias, un marido maravilloso y escandalosamente inteligente, y trabaja para el fiscal de Phoenix. Allison tiene “visiones”, y estas llegan a ella de diferente manera, la mayor parte de las veces en sueños. Algunos de estos sueños son fáciles de descifrar, otros son simbólicos, y otros cuantos son engañosos. Estas visiones le sirven, la mayoría de las veces, para esclarecer crímenes (he ahí por qué es tan importante que trabaje como asistente del fiscal) y en otras, para cuestiones familiares, de amigos, etcétera. ¿Qué tiene de maravilloso este programa? Que la estructura narrativa es súper creativa, a comparación de otros programas. Toda la tercera temporada ha sido genial, las historias son cada vez más complejas (no complicadas) y los personajes son adorables. Además, los guiones son buenos, y esta tercera temporada incluye además la voz de Allison como narradora, algo que no aparecía en la primera y segunda. Estas “reflexiones” preliminares te ayudan a ponerte en sintonía con el sentimiento o situación que ocurrirá durante el episodio, y te dan por supuesto el primer vistazo a la historia.
Si no la han visto, tienen que verla. Yo la verdad no soy muy adicta a la televisión, y tengo muy pocas series favoritas (CSI solía serlo pero ya no, y también me gusta Wonderfalls), así que no empiecen a compararla con otras series de moda, porque no las conozco y no me interesan :P viva Medium, jajaja.

pd: Cuando intenté categorizar este post, descubrí que no tengo uno que se llame “televisión”. No la agregaré sólo por este post, así que considero que el segundo mejor debe ser “obsesiones”. Sí, así será.

hey mr. dj

Luego de muuuucho, por fin pude ver Crossing the bridge, un documental sobre la música de Istambul realizado por Alexander Hacke (bajista de Einsturzende Neubaten, nunca sé si lo escribo bien) y dirigido por Fatih Akin, de quien también compré Contra la pared. Esta última no la he visto (estoy esperando a que sea domingo y podamos tendernos agusto en el sillón), pero Crossing the bridge es simplemente maravilloso. Hacke compuso un par de canciones para Contra la pared, y en esta incursión musical en la película le llevó a conocer la ciudad de Istambul y por lo tanto su música, de la que quedó prendado -según cuenta la historia- y por eso decide lanzarse a investigar los diferentes (muy diferentes) sonidos que pueden encontrarse en esta ciudad. Rap, noise, alternativo, dj’s, tradicional, kurda, muchos tipos de música son presentados aquí, mostrando una diversidad musical apenas sospechada. Quiero ir a Turquía malditasea. Al que le interese ver este documental, que me invite a su casa y ponga las palomitas, yo pongo el DVD, jiji.
El título de este post no se refiere a Madonna, sino al cover de Music realizado por Sertab Erener, canción que forma parte del soundtrack de este documental. Muy recomendable.

tumbas de sal

Pues que revive Héroes del Silencio, y estarán tocando el 6 de octubre en el Foro Sol de este nuestro centralizado país. Yo estoy medio contenta y medio no. No me malinterpreten: yo amo a Héroes, me encantan todas sus canciones, soy hiper fan, etcétera. Y no se diga a Bunbury, tengo (tenía) sueños eróticos con él. Pero.

El año pasado… no, antepasado, Bunbury iba a venir a esta ciudad de las montañas. Yo quería obviamente el mejor boleto de todo el auditorio, así que me reconcilié con mi ex novio y utilicé su tarjeta para comprar los *dos* asientos mejor ubicados de todo el lugar en la preventa para clientes de esa tarjeta. Y pues nada, que cancela, y que el Huracán Ambulante se desbanda y yo con cara de oh por dios no puede ser, la última vez que lo vi fue con la gira de Pequeño. La verdad es que me rompió el corazón. Tenía todas mis esperanzas y mis ganas puestas en este concierto, había fantaseado con el momento, y qué diablos, mis asientos eran los mejores. Y nada. Cancelado, y adiós a Bunbury como lo conocía. Después sacó ese disco de sencillos, y luego esa cochinada de El tiempo de las cerezas. Nada fue igual, como que algo se había roto en mi interior, algo que todavía no ha podido arreglar.

Por eso, sí iré a ver a Héroes, pero no estoy brincando de gusto como debiera. Además me cae gordo que no venga acá, si es la segunda ciudad más grande del país, y tiene un gran gran cuerpo de fans en todo México. Sólo 10 conciertos para esta reunión. Bah. No se vale chiquitear los placeres.

bad haircut day

Todo iba bien, hasta que se me ocurrió gastar el último dinero que me quedaba en un corte de cabello. Ya tenía rato de no cortarlo, como desde… mayo, no sé. Así que fui con “mi” estilista (la que me hizo el cabello magenta y los churros el día de mi cumpleaños) y bueno, confié en ella como en la primera vez. Pero no sé si es cuestión de humor, de clima o de quién sabe qué esotéricos factores para que el corte quede bien.

Y la verdad es que no quedó mal. Quedó… igual. Excepto por mi fleco punk-emo (a falta de mejor manera para describirlo) incesantemente sobre mi cara, haciendo una curvita ridícula hacia el exterior de mi rostro. Ughh. ¿Por qué es tan complicado? Sólo quiero un cambio de look, nada excesivo, algo que no me quite el largo del cabello pero lo haga más manejable y con piquitos y que le pueda poner mus, etcétera. Pero no. Queda un corte desparpajado, un entresacado salvaje y un kilo menos de cabello logrando absolutamente… nada de cambio. Lo peor es que no lo secó: lo dejó húmedo esponjado, onda si le metes los dedos se te enreda y si le pones mus queda seco y duro. Me quedé viendo mucho tiempo al espejo, pensando cómo arreglar el caos. Para mí el cabello es muy importante, y claro, un buen corte es esencial. De tanto que me quedé viendo al espejo, descubrí que el maquillaje se me hace grumos en el párpado, que si no lo cuido el delineador se mete en el lagrimal, que ya necesito sacarme la ceja y que por alguna razón mi cutis se ha vuelto reseco en algunas áreas y más propenso a los barritos en otras. Conclusión: never ever again cortarme el cabello. Es sólo caos.