cambio de horario

Cuando me “quitan” una hora, es espantoso: tardo casi dos semanas en acoplarme al nuevo horario; se me quita el hambre, tengo ojeras, estoy cansada. Pero cuando me regresan esa hora, la sensación de “mira qué temprano hago ahora todo” dura cuando mucho dos o tres días. Qué cosas.

Macarons

No recuerdo cuál fue la primera vez que probé los macarons, este delicioso, finísimo y super fotografiable postre francés. Veanlos ahí, todos elegantes y coloridos, carísimos ellos.


O más bien sí lo recuerdo: fuimos con Liz y Raúl a esa tienda super fresa, donde compramos como 500 pesos en dulces y nos trataron como si fuesemos plaga malvestida. Nos atascamos de estos postrecitos lo que pudimos, pues tan dulces que son ellos empalagan luego de un rato. El asunto es que siempre se me había hecho como una cosa muy refinada y difícil de preparar -digo, en esa tienda fresa cuestan como 16 ó 18 pesos cada uno, y lo más barato que los había comprado es a 12 pesos la pieza- pero ahora que a mi hermana se le metió que no era tan complicado nos pusimos a hacerlos. Y la verdad es que lo más complicado del proceso fue convencerme de participar en él.

Los ingredientes son tan simples, que luego de tenerlos enfrente no sabes de dónde sale tanto glamour: huevo, azúcar, más azúcar (glass) y almendras. En serio, es todo. Lo primero fue “esponjar” las claras, que creo fue lo más estresante de todo. Luego le pones el azúcar, el otro azúcar, y la harina de almendras. Obviamente no así nadamás, hay una forma para mezclar los ingredientes sin que se corte el huevo, etcétera, pueden encontrar videos en youtube por doquier.
Luego puedes pintar la masa, ponerle alguna esencia de sabor, meterla en una duya y colocarla sobre papel para hornear en una charola. Vean para qué estudió mi hermana durante 5 años artes visuales… voilá!

También tiene otros talentos, como recortar, pegar y colorear, pero no hubo necesidad de echar mano de ellos durante la elaboración de esta receta (JAJAJAJA). Ya en serio, le quedaron muy bien sus macarons, yo eché a perder la mitad de la masa rosa por querer hornearlos en una tapa cóncava… ajá, soy bien lista yo. Pero bueno.
Ya que están todos lindos en la charola, debes dejarlos como 10 minutos para que se les forme una capita dura en la superficie (quesque) luego levantas la charola como 15-20 cm y la dejas caer, para que se les forme “el faldoncito” a los macarons antes de ser horneados. Se meten al horno 15 minutos exactos, ni uno más, ni uno menos. Vean qué lindos todos felices dentro del horno.

Una vez que salen del horno, hay que ponerlos a enfriar.

Aquí ya agarrando el fresquito (nota: ¿ven mis mantelitos? son la onda. Están hechos de revistas tailandesas).

El relleno puede ser de diferentes sabores. Mi hermana había propuesto el ganache (chocolate derretido con crema para batir) el cual preparamos, pero en el super encontramos una mermelada cremosa sabor plátano con cereza. DELICIOSA. Así que utilizamos ambos rellenos.

Los rositas los rellenamos de plátano/cereza y los morados de ganache. Y fuera de que quedaron un poquito huecos, sobrevivimos a la preparación… la verdad es que saben muy ricos.

Nos tardamos menos de 2 horas en hacerlos, y nos hubieramos tardado quizá un poco menos de tener una bandeja para hornear más grande, pero el asunto es que no resultaron tan difíciles como pensábamos… bueeeno, no quedaron así perfectísimos pero ¡lo logramos!.
Admito que siento que perdieron un poco la magia… yo siempre había pensado que era la cosa más complicada del mundo, imposible de hacer para manos mortales, glamorosos y lejanos… okok, exageré jajaja pero sí, fue un poco como cuando mi amigo Can me explicó cómo era que los puentes se construían sobre el agua… también perdió un poco la magia. En fin.
Macarons: DONE.

El atril

Ayer que fui a la Feria del Libro, caí por fin en la tentación de comprarme un atril. Los he visto durante años y oh, de lo que me he perdido. Hoy que he estado ahogada en la tesis lo estrené, y verdá de Dios es una maravilla. Cómprenlo que todavía hay chanza.

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Además ahora incluye un cuadrito que colocas en la parte superior del libro, para abrir las hojas sin maltratarlo. Es la onda.

de bodas y dramas mayores

En teoría este post debería pertenecer a mi otro blog, pero debido a que la boda ha pasado a ser un tema principal en mi vida -sobre todo porque ya faltan menos de 3 meses- no puedo dejarlo fuera de este blog.
Durante una época, digamos de agosto hasta marzo, me la pasé viendo blogs de bodas y revistas de bodas, obsesivamente. Leí libros sobre bodas offbeat, sobre proyectos DIY… en fin, traté de estar al pendiente de todo. Desde hace como un mes, empecé a desuscribirme de los blogs que leía obsesivamente. Poco a poco los he eliminado, quedándome sólo con mis favoritos. Dejé de comprar revistas, porque llega un momento en que te saturas, y más bien debes concentrarte en lo que concierte a tu boda y no a las bodas del mundo.
Ahora lo que leo son foros; cambié de una adicción a otra. Leo uno donde hay novias de esta ciudad, y otro que se encuentra en la página de Offbeat Bride. Y vaya que si hay drama. Nunca se me ocurrió pensar en las posibles complicaciones de una boda, y no me refiero sólo al evento, sino a todo lo relativo a los preparativos, las elecciones de decoración, comida, música, vestido… todo, y quiero decir TODO puede ser causa de un drama mayor. El otro día me reía mucho porque una novia se quejaba en un foro de que su novio no quería darle 15 mil pesos para un vestido porque le parecía demasiado. Si yo fuera su novio tampoco se los daba, pero cada quien piensa como quiere y puede. Hoy leía en un foro de OBB la historia de una chica que quiere una boda en un museo (con dinosaurios) y cuando ya tenían todo armado, enviaron los STD (“save the date”, que acá casi no se usa pero es una pre-invitación) los padres de ella decidieron que no querían pagar esa boda que ella quiere -con juegos de mesa, un vestido locochón (la chica está tatuada) y una barra de nieves en el salón de la era glacial-. Lo malo es que ahora ella no puede pagar lo que ya ha planeado y separado, y tampoco puede cambiar la fecha porque ya envió los STD.
Otra chica pelea con su suegra (FMIL – future mother in law) porque la boda será en TX, y la suegra, que vive en NY, no podrá viajar allá por falta de lana… aunque todavía falta un año y todos los veranos se va a Inglaterra. Mientras, hay chantaje y llanto para hijo (que es soldado y está fuera del país), por no haber hecho la boda cerca de su mami.
En fin, hay tantas y tantas y tantas historias… es como ver varias telenovelas al mismo tiempo. La diferencia es que estas son reales. Y así hay muchas chicas, y uno que otro chico, leyendo, comentando, dando consejo y consuelo a perfectos extraños. Hasta a mi me ha tocado exponer mis penas y dudas, y de verdad que los consejos de tantas novias me ha ayudado en algunos de los casos.
Lo que sucede es que en una boda, y en la organización de, hay muchos sentimientos expuestos, de muchos tipos. Por lo tanto es bien fácil regarla, salirse de “lo deseado”, mandar a la chingada la etiqueta sin querer (o intencionalmente) y crear tremendas broncas…
Por eso, espero con ansia el momento en que el avión despegue del suelo y nos aleje, a mi y a mi entonces esposo, de todas estas complicaciones. Estoy segura de que será el primer vuelo transatlántico en el que podré dormir como bebé.

magentuosa y los carbohidratos

Todos los que me conocen saben que me gusta mucho el azúcar. Mucho mucho MUCHO. Podría ser postreriana, como alguna vez dijo el célebre Calvin (el de Hobbes). Cada que tengo hambre, y como no sean las 2 de la tarde, todo lo que se me ocurre comer es dulce. En diciembre me la pasé atascándome de chocolates y toda la comida deliciosamente engordativa que se me atravesara.
Por supuesto, el vestido lo resintió, porque ya no cierra tan fácilmente como antes. Yo misma lo empecé a sentir cuando me sentaba, agachaba o intentaba algún movimiento en el que hubiera lonja de por medio. Total que en enero dejé de tomar cocacola (sufro), en marzo volví al yoga y además empecé una dieta: la dieta de los asteriscos.
La nutrióloga me dijo que sí tenía algo de grasa que debería bajar, y dos kilos de más. Los que me conocen saben que me veo flaquérrima, pero eso de tener dos kilos de más fue totalmente una novedad: jamás me hubiera imaginado que en mi cuerpo pudiera sobrar grasa, hasta ahora. Supongo que, como dicen, es la edad.
La cosa es mucho más difícil de lo que parece. La nutrióloga me dio un listado de alimentos agrupados en cuatro colores: rojo, azul, verde y amarillo. Cada que comes debes combinar una cosa de cada color, aunque de lo verde puedes comer todo lo que quieras, ya que son casi puras verduras. Mi mamá también está haciendo esta dieta, y ya todo lo vemos en función de su color. Los amarillos son los carbohidratos. Uno en su sano juicio pensaría que comerse una fruta, digamos, plátano, manzana, mandarina, etc. es lo más saludable del mundo… pues sí, pero oh sorpresa, cuenta como amarillo! TODO lo delicioso en este mundo es amarillo. Y si la indicación de la nutrióloga es “cuida tus amarillos” pues la neta no se me ocurre otra cosa que comer lechuga -y cómo me aburren las ensaladas. Me resulta escalofriantemente difícil pensar en algo que no sea dulce en el momento en que tengo hambre. AMO LOS CARBOHIDRATOS, detesto las hierbitas.
Lo peor es que ya no sólo es el engordar, sino el riesgo de obtener diabetes… no por nada la gran cantidad de enfermos de diabetes que hay en este país… en fin… ¿alguien sabe de alguna botana saludable baja en carbs?

Los balazos

La primera vez que los escuché sentí un horror indescriptible. Eran las 4 de la mañana, yo vivía sola. Los escuchaba tan cerca, como si estuvieran en la calle de enfrente, como si estuvieran justito afuera de mi ventana dándose en la madre. Mao, como curioso que es, se subió al marco de la ventana para ver de dónde provenían esos ruidos. Yo, espantada, lo bajé y le expliqué que en esos casos lo mejor era ni asomarse. Beny dormía plácidamente.
Eso fue un día de junio de 2010, no recuerdo bien, pero sí recuerdo que fue un mes antes de mi cumpleaños. Sé que es un mes porque durante todos esos días, e incluso varios meses después, no pude dormir con la luz apagada. Esa madrugada estuvimos cerca de 40 minutos escuchando todo aquello, incansable, martilleante, asesinante. Toda mi paz se fue bala tras bala, granada tras granada, mientras acostada en la cama sentía cómo la sangre se me iba a los pies y mi cara se ponía pálida. El primer mensaje que recibí fue el de Liz, que espantada, escuchaba lo mismo que yo pero unas cuadras hacia el otro lado. Luego de moverme a rastras hacia el estudio, encendí la computadora y desde el piso hablaba con mi papá, los dos estábamos incrédulos ante lo que sucedía. Cuando ya todo iba terminando, me moví con algo de miedo hacia la sala (una de las paredes era un gran ventanal) donde el noticiero ya daba los detalles sobre la ubicación del enfrentamiento: 500 metros en línea recta de donde yo vivía. Al menos no tuve la suerte de L, otra amiga, que lo vivió a una casa de distancia mientras desde su refugio en la ducha escuchaba los casquillos percutidos chocar contra la reja de su casa.
Incluso eso: palabras como “enfrentamiento”, “percutido”, “balazos”, “balacera” entre muchas otras, se han vuelto parte tan cotidiana del vocabulario que ya no asustan. Vaya, que sí asustan pero ya son parte de una realidad tan triste.
A lo que voy es que, a fuerza de presenciar tanta violencia y temer por tu vida (aunque sea un poco) cada que sales a la calle, es imposible dejar de verlo con humor, o tan así como si nada.
Hace un rato mi papá me dijo “cerré tu ventana para que no te despierten los balazos” y dos emociones quisieron salir a la par: la indignación y la risa. Y es que hoy domingo, a las 7 am, nos despertaron los balazos. No es la primera vez, pero ahora en lugar de asustar, encabrona: antes no podía dormir por el trauma psicológico y el shock de estar viviendo una realidad invivible, y ahora, además, no puedo dormir por el ruido.
Por twitter circulaba una frase que decía algo así como “dado que salir en la noche es muy peligroso, ahora las balaceras serán en la tarde”. De risa loca, en verdad. De risa, que la risa es el síntoma más claro de la angustia. Quizá por eso el mexicano le encuentre la gracia a todo.
Por eso, a mí los balazos ya me dan risa.