Sangre eterna, aka, Vampire: The movie

Hace varios años, en tiempos de Sonitus Noctis (snif, lagrimita) leí por ahí de una película chilena llamada Sangre eterna. Mi fijación con los vampiros se remonta a tiempos inalcanzables con la memoria, o sea, por ahí de secundaria. (nota al pie que no está al pie: siento MUY cercana la secundaria, como que no me cae el veinte que ya pasaron 10 años desde que salí). Total, que esta película es chilena, vi algunas fotos del vestuario que me gustaron mucho, leí algo sobre el soundtrack, etcétera. Y pensé: uts, jamás la veré, esas películas no llegan acá.
Pues nada, que el otro día pasando por pubertópolis de garza sada, vi en la cartelera: Sangre eterna. Y pensé… mmh… ese nombre me suena… y sí, en efecto, era aquella película de 2002. Total que el miércoles fuimos a verla, y bueno, qué les puedo decir. Si les gustan los vampiros y/o los juegos de rol y/o los darkis, esta es la película para ustedes. La historia es… simple, y quisieron complicarla con una interpretación religiosa (hay por ahí un maestro que oportunamente da clases sobre la historia del cristianismo) pero la verdad no veo, no encuentro la relación. Si quedamos en que es una historia de unos darkis que juegan Vampire: The Masquerade *perdón* Sangre Eterna, y se encuentran con que en la vida real también hay vampiros y ellos también se convierten, todo está bien. Pero si uno de ellos, el más inteligente que no cae en la “trampa” de los vampiros, el master (a huevo) se da cuenta en sus clases de filo que “hay una explicación para todo esto”, puaj, no, arruinas mi historia simple y linda.
Visualmente está padre. Los vestuarios no son nada que encontrarías en un Hot Topic -incluso más allá, no es algo de lo que encontrarías dos piezas. Y están padres. La música, bueno, todos son grupos desconocidos para mí, excepto Lucybell que *sabía* tenía que aparecer por algún lado (por lo chileno, no por lo vampírico. Aunque por qué no.)
Con la peli recordé mis bellos tiempos en que jugaba LARP de Vampire, era divertido, eran tiempos más simples en donde mis habilidades sociales no habían decaído tanto como ahora. Era lindo disfrazarse, meterse en el personaje, y jugar tremendamente mal pero luciendo espectacularmente bien. Algún tiempo jugué en World of Darkness, no era Vampire sino alguna otra cosa creada por el master, pero con el mismo sistema de dados de 10. Tengo mi set, que originalmente es de Vampire: The Dark Ages, pero funciona igual, la diferencia es el color.
Y con esta última partida de WoD, terminó mi encuentro con los juegos de rol. Nunca me llamaron particularmente la atención, no me divierten así mucho que digamos, y en general no les tengo paciencia. Intenté desarrollarla con el Vampire de mesa, pero nunca hubo alguien que se tomara la molesta de “meterme” de lleno en el mundo, siempre quise ser storyteller y tener mi propio grupo, pero nunca se armó, y pues, así fue como desistí y ahora no me gustan.

Otra cosa que se me antojó a raíz de la peli fue una fiesta gótica. Gótica gótica de veras. Nada de performances ridículos, nada de grupos en vivo, nada de cosas electrónicas que bien podrías escuchar en cualquier otro antro, nada de electroharsh ni cosas inbailables. Gótica old school. Con velitas y Corpus Delicti. Jijiji. Bueno soñar no cuesta nada.

And the devil in black dress watches over

La conocí por casualidad en la estación de tren, cuando ambas íbamos rumbo a la universidad. Se acercó a preguntarme si yo era “siniestra”, con ese español italianado que me encanta. Hablamos durante todo el trayecto y salimos juntas esa noche. En ese entonces ella tenía el cabello rubio.
A partir de ahí, las noches de los viernes y los sábados eran completamente nuestras. A veces también entre semana, en ocasiones las tardes o las mañanas. Nos convertimos en refugios mutuos, extranjeras en un lugar que nos fascinaba. Lo curioso es que todo lo que ocurría en torno a nosotros era siempre más bien superficial, pero no por eso dejaba de ser importante.
La despedida no fue tan difícil como imaginábamos. Me acompañó al aeropuerto, cargó mi maleta, y nos despedimos en el punto en el que ella ya no podía seguir adelante. Creo que no hubo lágrimas.
El problema es que el correo tarda demasiado, y la distancia entre carta y carta cada vez era más grande. Yo pensé que todo había valido madre hasta que ella decidió visitar México. Aunque le falló la puntería, y en vez de esta ciudad eligió Playa del Carmen (a lo cual no puse objeción alguna), así que nos volvimos a ver. Un par de años después, una graaan diferencia entre las dos. Lo mismo la pasamos muy bien, pero me di cuenta de que habíamos crecido en direcciones completamente opuestas. Ella seguía con su tema favorito (hombres, qué otro va a ser) y yo pensando más bien en relajarme del trabajo y la ciudad. Al final yo regresé, no sin antes intoxicarme con la comida del avión y ella y su amiga se quedaron internadas en el hospital dos días más, debido a las cantidades industriales de alcohol que había ingerido en esos días. La marcha no es la misma de este lado del Atlántico.
Un año y medio después, aproximadamente, me tocó a mi ir a visitarla a ella. Roma es una ciudad hermosa, que te obliga a abrir mucho los ojos, a impresionarte a cada paso. Me tocó pasar con ella el martes de carnaval, la noche antes del miércoles de ceniza. Compramos máscaras iguales, bolsas de confeti y nos lanzamos a las calles a fiestear. Terminamos en la noche gay de cierto antro de 3 pisos que hay allá, bailando con un tipo vestido de novia, comprando una copa a un lado de un hombre que tiene las piernas más hermosas que jamás le he visto a una mujer. Ese día me siguieron dos Paolo, uno de los cuales dijo que yo era espectacolare. Es una de las cosas chidas de los italianos, que son extremadamente coquetos. ¿Te sientes deprimida? Da una vuelta a la plaza. Eso bastará para que al menos 5 personas del sexo opuesto te hagan comentarios halagadores.
El punto es que otra vez la pasamos bien, caminando las calles, comiendo en la tavola calda, recordando, siempre recordando. Hasta pudimos volver a Madrid y pisar por segunda vez sus calles. A mi me entristeció, pero a ella le deprimió profundamente que nada fuera lo mismo. La caminata por la Gran Vía, un sábado a las 3 de la mañana, con ella llorando y cayéndose de borracha. Es curioso que yo siempre haya tenido la necesidad de cuidarla, como se cuida a una niña, como le curas los raspones y le dices que no se vuelva a subir al resbaladero, pero en menos de cinco minutos ya está haciéndolo de nuevo.
Últimamente hemos hablado mucho por messenger. Me cuenta cómo -otra vez, incontable vez- terminó con otro chico. Me pregunto si su corazón estará permanentemente roto. Recuerdo que me contó cómo su madre lloró durante todo su embarazo. Es como si ella se hubiera alimentado de tristeza.
Nos queremos de una manera extraña. Compartimos algún tiempo, espacio, amigos. Quizá algo de intereses musicales. Pero somos personas radicalmente distintas, ella ve las cosas de una manera tan diferente a como las veo yo. Y mientras no entremos en esos terrenos todo está bien. Lo curioso es que nos aferramos a no perder la comunicación.

“Temple of Love” de los Sisters of Mercy fue la primera canción que bailamos juntas. Y la que, mucho tiempo después, nos sigue recordando que somos amigas.

Me pregunto si a veces nos hace sentir menos solas el hecho de que alguien, en otra parte lejana del planeta, está ahí para apoyarte, aunque sea con ocho horas de diferencia.

más de lluvia

Llevé el coche al autolavado antier, pagué el paquete más caro, así que era de esperarse que pronto lloviera. Lo chistoso es que cuando llueve en Monterrey hay caos, muerte y destrucción. Monterrey es como una sopa Maruchan, con diferencia en el resultado: al agregar agua no obtienes comida instantánea, sino pendejos instantáneos. Apenas caen las primeras gotas y empiezan los derrapamientos (jajajaaj mis palabras), los choques por alcance, los postes que se atraviesan, las sirenas de ambulancia, el drenaje pluvial eternamente tapado, etcétera, etcétera, etcétera. Aunque claro, siempre es emocionante que llueva en este desierto.

La lluvia por las mañanas y en días grises es siempre Madrid. Es como un sentimiento matutino de desolación, de cosas pintadas de gris, de recuerdos que escurren en un paraguas y encharcan todo. La vez que volví también llovía, y eso que el invierno había pasado. Y claro, con la lluvia me asaltaron los recuerdos, pero ni los lugares ni la gente era igual. Era triste sentirse como una pieza de rompecabezas que conoce perfectamente su sitio, pero por alguna razón las piezas de alrededor habían mutado. Era imposible encajar en un mapa construido en el recuerdo; difícil caminar buscando bajo el polvo huellas antiguas. Así es el recuerdo. Pero luego llueve y se reblandece la materia del recuerdo, la nostalgia, los bloques de memoria que conectan sus puertos. Y uno termina ahogándose de palabras, tratando de elegir algunas para escribir en una bitácora binaria.
Para luego descubrir, con una triste calma, que nunca será escritora.

refrito

Ya sé que no se vale estar meta-blogueando (jajaj metiendo posts viejos de otro blog en este blog) pero considerando que el otro blog está vedado, se vale. Además me puso de buenas releer este post y recordar momentos tan hermosos. Del 14 de septiembre de 2005.

El lunes les encargué a mis alumnos el libro de texto y el diccionario. Pero como siempre sucede, supuse que se les olvidaría. Así que me acosté pensando “ah, se les va a olvidar el libro… a ver cómo le hago” y me dormí.
Pues soñé que los ponía a hacer planas de Debo traer el libro cuando lo pida la maestra. Me levanté de maravilloso humor, pues mi querido subconsciente me había dado la solución perfecta. Así que el martes en la mañana, les pedí a mis alumnos que sacaran libro y diccionario. Y como era de esperarse, hubo varios que no llevaron uno de los dos.

-Ok, todos los que no traigan libro o diccionario, van a escribir 50 veces Debo traer el libro cuando lo pida la maestra o lo mismo pero con el diccionario.
-(mirada incrédula, una que otra risa nerviosa)
-…es en serio, chicos.
-¡QUÉEEE?!
-Saquen sus libretas. Cincuenta veces. Empezando ahorita.
-(todavía con cara de incredulidad, sacan la libreta y empiezan a escribir)
-(yo me río malévolamente. mwa ha ha ha feel the power!)
-Maestra, ¿puedo poner cuando lo pida la miss en vez de la maestra?
-…pero por supuesto que no. Esta es una clase de español.
-Miss, y si no traje ni el libro ni el diccionario, ¿puedo poner debo traer el libro y el diccionario?
-…NO. Cincuenta por cada cosa olvidada.
-(risas de los que sí cumplieron)

Lo disfruté como no tienen idea. Claro, les volví a encargar el diccionario para hoy, y como era de esperarse, algunos no cumplieron -de nuevo. Sin que yo les dijera nada, sacaron sus libretas y empezaron a escribir Debo traer el diccionario

Por ahí tengo las hojas. Sísí, las guardé y las usaré para forrar alguna libreta. Ñacañaca.

ester píscore

Mi primer encuentro con el baile fue a los 3 años, cuando mi madre me inscribió en clases de ballet con la maestra más estricta de la ciudad. Ni sé cuánto duré: la susodicha me corrió por platicadora. “Señora, su hija no tiene interés en aprender ballet. Quizá cuando esté un poco más grande…” Claro, lo que pasaba es que ahí mismo estudiaban mis amigas del kinder, y me parecía loquísimo verlas fuera del colegio. Luego siguieron los bailables de la escuela en los que me encantaba participar, y luego las clases de tahitiano. Sólo de recordarlas me da risa: estaba en cuarto de primaria… usábamos una ridícula faldita hecha de… ¿rafia? y un top pedazo-de-tela-mal-cortado-y-ajustado. Y bailábamos… tahitiano! jajajaj qué ocurrencia. Un día nos presentamos frente a la escuela en el festival del día de las madres… y a una niña se le cayó el top. Laura, se llamaba.

Mi siguiente encuentro “serio” con el baile, fue cuando entré a la prepa y quise ser parte del equipo de porristas (SHAME ON ME!). Duré… ¿un mes? y me arrepentí toda la vida. Pero peor cuando quise participar en esos concursos de baile, también mientras estudiaba la prepa, y OBVIAMENTE todas las que audicionaron para ser parte del grupo de baile, habían tenido clases de ballet y jazz y esas cosas que te hacen ser grácil y flexible y tener buena coordinación. Obviamente también, no llegué ni a la segunda ronda.
Muchos años y cheves después llegó el yoga, que por supuesto no es un baile pero me enseñó que mi cuerpo podía ser fuerte y flexible, y me ayudó a encontrar músculos que no sabía que existían. Y eso, dio lugar al raks sharki, que es una de las actividades más divertidas que he realizado. No sé a qué venía al caso todo este cuento. Quizá es porque he estado pensando que pude haber hecho muchas cosas antes, de haber sabido que podía hacerlas. Pero bueno, por ahora el baile me hace feliz, mientras no piense en esas niñas de once años que bailan igual o mejor que mi maestra. Y es lindo encontrar actividades que te distraen del cotidiano trajinar y del hastío que ronda como ave carroñera, esperando que te duermas para entonces sí.

días pasados

Estoy releyendo mi antiguo blog, ahora vedado para los ojos internetarios. Empecé por el mes de enero, y además de descubrir que cumplí con 5 de mis 7 propósitos para el 2006 (¡récord!), me topé esta simpática historia que ya no recordaba y la conté un 28 de enero de 2006.

El otro día fui a Galerías a entregar un trabajo que recién terminaba, un pequeño librito que corregí. Lo puse en manos de la mamá de la dueña, y me pagó con un billete de 500 doblado; yo le di un doblez más y lo metí en el fondo de mi bolsillo. Luego de despedirnos, ella fue al cajero para pagar el estacionamiento (¡putos! valle oriente nomás vino a poner el mal ejemplo) y yo entré al sanborns, di una vuelta, vi unas novelas que me parecieron interesantísimas y carísimas, y salí. No traía dinero para el cajero.
Caminé al coche en ese laberíntico estacionamiento, encontré afortunadamente 10 pesos, salí del coche y fui al cajero a pagar mis 15 minutos de estancia. Cuando iba caminando de regreso al coche, un angelote de la guarda comisionado especialmente para cuidar a personas taradas, me hizo que mirara al piso y oh, qué sorpresa: un billete de 500 doblado exactamente igual al mío. Mmh. Es el mío.

A veces me leo, y no me reconozco. No hablo de la historia, sino de mi manera de contar las cosas. Es raro.