lunes horrible

Este lunes es horrible. Desde ayer siento el estómago raro, pesado, como si… como si estuviera pesado. Ja. Siento que de un momento a otro voy a vomitar, o indigestión, o etcétera. Tengo sueño. Mucho trabajo. Además puse un mail en el correo que quizá no debí haber enviado pero ya lo hice: había demasiadas señales que me pedían que lo hiciera. Incluso hasta una frase que leí en el periódico mural del yoga, que hablaba sobre el perdón y la paz interior. A veces, muchas, no me doy cuenta de en qué momento y/o por qué la regué. Desgraciadamente me pasa muy seguido. Luego pasa el tiempo, y hasta mucho después, cuando el daño ya es muy grande o insignificante (dependiendo) me voy enterando. Detesto eso. El punto es que el mail se fue, quién sabe si acarree consecuencias y quién sabe de qué tipo sean.

Tengo sueño y me duele la panza.

por donde pasas

El otro día estaba pensando en que la publicidad de desodrantes masculinos (específicamente axe y old spice) es ridículamente machista. En un principio era simpática, refiriéndome a la de axe, pero ahora es simplemente de mal gusto. Me distrae sobremanera ver a viejas tetonas en parabuses dicendo “pídeme lo que quieras”. Porfavorrrr, ¿realmente un aroma nos pondrá de rodillas y a disposición del deseo masculino? El que huelan rico sólo da puntos extras sobre lo ya existente.
Ahora, lo chistoso es que los desodrantes para mujeres, es que están anunciados como para “aguantar” la friega del día sin oler feo. Bueno, creo que vi UN comercial donde el aroma era para atraer a un vato en una fiesta de noche en la playa (o algo así), pero los demás sacan a Bárbara Mori cual Indiana Jones en misión jungla-de-asfalto. Bueno, y las otras marcas, incluso.
Es chistoso que, generalizando brutalmente, la publicidad de artículos de consumo femenino (exceptuando perfumes) como tintes, champús, desodrantes, maquillaje, cremas, están planeados para aumentar la confianza y la comodidad de la mujer *para ella misma*. O sea, primero soy yo, y si lo que veo en el espejo me gusta, basta. La publicidad de estos artículos para hombre están enfocados a conquistar a las damitas. Curioso, muy curioso.

Post scriptum: recuerdo una vez que estaba terminando una clase, un alumno se acercó a preguntarme algo. Me distrajo su aroma, y le dije “oye, qué rico hueles!”. Recuerdo que se puso rojo y dijo “gracias” así bien bajito. Luego se acercaron dos chavas de la clase y dijeron “miss, qué rico huele por aquí, qué es?” “es mike”, les dije. Y las tres dijimos “Mike, qué te pones? hueles bien rico!” y empezamos a caminar hacia afuera del salón. En el camino, nos topamos a otras dos chicas, que tuvieron absolutamente la misma reacción. Resultado: Mike rojo a más no poder, y como seis viejas diciéndole que qué rico olía, con ese tonito de “oyeee, qué rico hueles!”. Jajajaja para desacreditar (casi) por completo mi comentario anterior. Nada más lindo que contradecirse a uno mismo :)
Ustedes, ¿qué piensan?

el maratón

Ayer fui a la juguetería. Tenía añosssss de no entrar a una con la firme intención de comprar algo. La última vez que entré fue cuando el cumpleaños de Luna, pero me escandalicé del horror de muñecas que había y mejor no compré nada ahí. El caso es que este fin de semana me toca la guardia en el trabajo (meaning: estar encerrada de 10.30 a 8.30 sábado y domingo) y decidí que un plan de contingencia sería lo mejor para no morir de aburrimiento. Así que el señor Kowalsky y yo tuvimos la grandiosa idea de que deberíamos jugar maratón, porque somos bien ñoños. Y tarán, heme ahí en la julio cepeda comprando el maratón, que por cierto, es el primer maratón que jugaré que es mío.

Hace muchos años, cuando trabajaba en la Fábrica Literaria, hubo una época maravillosa en la que hacíamos las tardes ñoñas, que básicamente se trataban de jugar maratón y scrabble. Lo admito con vergüenza: nunca he sido buena para el scrabble, pero siempre me ha gustado. En fin. El maratón. Ayer en la noche jugué con el Piantado (por respeto a él, no diré que I totally kicked his ass… ups, lo dije) y por cierta manera en que dije “artes, deportes, y entretenimiento” tuve un ligero flashback a mil novecientos ochenta y… ¿ocho? y los tiempos de Corre GC Corre. Mi hermana la Plantita Carnívora y el Piantado, porrrrsupuesto que no se acordaban de nada. ¿Ustedes se acuerdan?



Una pena no poder encontrar más fragmentos. Me acuerdo de la pregunta ecológica (“verde seráaaa, veeeeerde seráaaa”) y a ver qué pareja aguantaba el maullido más largo, jajajaja. De esos recuerdillos que andan deambulando por ahí.

En otras cosas, y después de leer el post de Miss P en Ocho Cuartos, tuve la desdicha de escuchar el comercial al que hacía referencia. DIOS MÍO. No sé quién tuvo la magnífica idea de hacer ese comercial, pero tiene que tener algo MUY mal en la cabeza, y un pésimo sentido de la mercadotecnia. Además de ser una mala publicidad, me parece una falta de respeto al personaje y a los que crecimos viéndolo. Si acaso algún allegado a los realizadores de ese comercial me está leyendo, comuníquenles este mensaje: su comercial me ha dejado sin palabras, y sin ganas de tomar joya por un buen rato. ¿En qué chingados estaban pensando?

un poco tardío, pero es que las cosas hay que procesarlas

La semana pasada (¿realmente fue hace tanto?) pude ver por primera (y quizá única) vez a Héroes del Silencio. Sí, todo mundo habló de eso, y subió fotos a sus fotologs y puso recaditos en su mazinger*. Tenía ya rato de no escuchar a Héroes, fui su dedicada fan por muchos años, y ahora sólo es un grupo chido que me gusta. O al menos eso pensaba, pero cuando estaba en el concierto cantando todas y cada una de sus canciones, fue extraño. Simplemente las palabras fluían a mi boca, aún cuando no recordara el título de la canción conocía exactamente cada parte, y descubrí que muchas de esas canciones seguían siendo mis favoritas. El concierto en sí fue como un flashback obligado a mi época de secundaria y prepa, sobre todo prepa. Los sentimientos que me provocaba cada canción me remitió a personas importantes en esa época, a lugares, a sensaciones. Hubo un momento en que me sentí tan saturada de recuerdos y sensaciones empolvadas, que pensé que si empezaba a llorar en ese momento simplemente no iba a parar.
Me pareció curioso que, cuando apagaron las luces para iniciar el concierto, sonó una canción que no era de ellos. Como si hubiera sido un “intro” al concierto, o como si la hubieran regado al apagar las luces en ese momento y la banda no estuviera lista. Esa canción es nada más y nada menos que “Song to the siren”, versión de This Mortal Coil. Haya sido intencionalmente o sin querer, el detalle me encantó. También me encantó que tocaran canciones que no esperaba escuchar en vivo… digo, la banda tuvo suficientes hits en el radio como para llenar todo el concierto, pero que tocaran “En los brazos de la fiebre”, o “Bendecida” fue lo mejormejormejor. Bueno está bien, lloré un poquito en “La herida”. El punto es que de ese concierto salí borracha, afónica y feliz. Qué noche. Qué bueno que no me lo perdí.

*Hay gente que le dice así, es simpatiquísimo.

there is only you

Hace no mucho tiempo, hará unos 5 ó 6 años, descubrí a Human Drama. Y dije “no mucho” porque Human Drama existe(ió) desde hace mucho más de 6 años, así que me tocó conocerlos relativamente tarde. Lo descubrí en una época donde no podía hacer otra cosa que descubrirlos, a la par que un buen amigo, en una temporada de cambios radicales y tristes. Johnny Indovina tocó en solitario poco después de que descubrí a su banda (¡vaya suerte!) y justo al siguiente día de que muriera Abraham. Era en La Casa de Pancho Villa, Indovina y dos o tres guitarras, sus cigarros y su voz… su voz que me encanta y me acaricia y me hizo derramar muchas lágrimas (mentales) ese día. Recuerdo que pasé una parte del concierto hincada frente a la tarima donde cantó, con la cámara en la mano pero sin poder tomarle una foto. Sólo mirándolo. Al final, recibí el abrazo más honesto y paliativo que un extraño me ha dado jamás: Johnny me recibió con los brazos extendidos, me apretó muy fuerte, sonrió. Como si supiera.
Yo, por supuesto, no pude decir una palabra. Pero desde ese momento supe que el trabajo de ese hombre sería mi soundtrack en muchos momentos por venir.
Y así ha sido.
Cuando Human Drama terminó, me entristecí mucho, pero pensé “bueno, al menos tenemos su música”. Tiempo después, escuché el disco que Indovina hizo con su nuevo proyecto, Memory Burn. Más progre, más rockero, más pianito. Misma voz, mismo Johnny. Pero aparentemente (no lo sé de cierto) no llegó muy lejos con él, por lo que después volví a escucharlo con otro proyecto, Sound of the Blue Heart, disco que amablemente me regalaron mis hermanos el día de mi cumpleaños (¡gracias hermanos!).
Y bien, ahora viene la pregunta interesante… ¿a qué suena cada cosa? Yo tengo un vocabulario pésimo para describir sonidos musicales, mi conocimiento de los géneros es vago e impreciso. Y obsesiva como soy con la precisión, es raro que alguna vez utilice géneros musicales para describir música, a menos que sea *evidente* la categoría a la que pertenece. Pero podríamos decir que en términos generales, Human Drama es triste y luminoso. Memory Burn tiene un toque como… pinkfloydesco a ratos, rockero clásico. Sound of the Blue Heart suena más a rock pero suavecito, aunque hubiera sido perfecto si su momento más fuerte (en la rola “Mad Mad World”) se hubiera esparcido a todo el disco.

Y como en efecto soy pésima describiendo, aquí les dejo algunas canciones de las tres bandas. De Human Drama fue dificilísimo elegir (tienen como 13, 14 discos), pero creo que estas tienen esos sentimientos que tanto me gusta encontrar. Enjoy.

Human Drama
* Love’s Way (Solemn Sun Setting)
* Blue (Songs of Betrayal Pt. 2)
* Bonus: This forgotten love, versión en vivo desde La casa de Pancho Villa (Monterrey, 12 de junio de 2002). En algunas partes se oye medio mal, había mucho viento. Ignorando eso, la calidad de la grabación es increíble.

Memory Burn – A Life of its Own
* Why
* Down to the ground

Sound of the Blue Heart – Beauty?
* Mad, Mad World
* River of Love

it’s just a little pinprick

Mi ancestral miedo a las agujas ha determinado en gran medida mi relación con la medicina y los(as) médicos(as). Recuerdo que la última vez que me sacaron sangre para un análisis, antes de mi edad “adulta”, fue cuando tenía… no sé, seis años. Un grupo de enfermeras me sostuvieron a la camilla de un cuarto blanco en el hospital del niño de Saltillo, yo gritaba y pataleaba y berreaba y todo ese espectáculo que hacemos los niños cuando hay agujas de por medio. La última vez (en mi vida) que me inyectaron en el glúteo, fue cuando tenía 11 ó 12 años, y casi salgo corriendo de la casa/consultorio de la dra. Lupita allá por Mitras Centro.
De verdad, detesto las agujas.
Muchos años después, a mis 21, cuando estaba a punto de irme de intercambio a España (oh, Madrid, Madrid), resultó que me tenía que hacer un examen de sangre como uno de los requisitos para obtener el visado. Yo palidecí… ¿sangre? ¿agujas? ¿hospitales? ¿alcohol frío en la coyuntura de mi brazo evaporándose y anunciando al mismo tiempo el acercamiento de la laceradora aguja? Pos bueno, qué le hago, España es España y ninguna aguja en el mundo me la va a quitar. Así que fui valientemente, y bueno, tampoco dolió tanto, pero igual me juré a mi misma que esa sería la última vez.

Un par de años después de eso, quise ponerme un arete en el ombligo. Obviamente eso incluía una aguja, y mucho más gruesa. Pero en ese momento estaba harta, confundida, estresada, enfrentando un cambio y perdiendo la protección que te otorga la escuela mientras eres estudiante. En pocas palabras, acababa de graduarme y entrar a mi primer trabajo. Así que fui a un puestucho rascuache ahí en el mercado fundaposers, y zaz. El vato batalló un chorro, dijo -a manera de reproche, por supuesto- que estaba demasiado tensa y al intentar atravesar la aguja, ésta se regresaba. Eventualmente (y no con poco dolor) logró atravesar ese pedacito de carne y colocarme descuidadamente un arete, que hasta la fecha conservo y hasta me lo cambio de vez en cuando por algunos más lindos cuando me toca bailar. Me sentí orgullosa en el momento porque voluntariamente había accedido a la aguja; las endorfinas no se hicieron esperar y me sentí mucho más relajada. Me fumé un cigarro, agarré un camión a casa de la Nutria quien, después de mirarme con ojos reprobatorios, me curó la perforación con isodine.

Un año y medio después de ese arete, cuando perdí ese primer trabajo por razones que nunca podrán justificarse, decidí hacerme otra perforación. Para entonces yo era om yoga om, y las yoginis sabemos manejar perfecto nuestra respiración, y sabemos que el cuerpo se expande cuando estás concentrado y exhalas. Fuuuuuuuuuu. Inhalas en 6 tiempos y exhalas en 6, abres tus pulmones, tu cuerpo se abre, etc etc etc. Así que calmada y serenamente o muy en la onda Dalshim, fui a ese lugar de piercings en Morelos para perforarme la parte superior de la oreja. Cuando exhalé, la aguja atravesó mi oreja sin mayor problema, sin dolores, sin siquiera estremecerme un poquito. Rubí (la perforadora en cuestión) me dijo wow, ¿cómo le hiciste? las viejas son bien chillonas. Y yo le contesté: pequeña saltamontes, es el yoga. Bueno, hasta el mail me sacó y me dijo que quería entrar y nosequé. Yo salí feliz, con mi orejita portando orgullosa un nuevo arete. Eso fue hace… casi dos años.

La semana pasada, el doctor dijo que necesitaba un examen de sangre. Oh no, not again. Quesque si las bajas defensas, la anemia o ve tú a saber. El punto es que ahora no me quejé (bueno, quizá un poquito) pero el lunes pasado en la mañana yo estaba muy valiente con el brazo extendido sobre una almohadita, mirando hacia otro lado que no fuera la acción en sí. La cosa duró casi nada. Salí feliz (recordé aquellos tiempos de la infancia, ahora ya superados) y me sentí entrar en una nueva etapa de mi vida, sin miedo a las agujas. Portaría orgullosa ese moretón que me quedó en el lugar de donde extrajeron la sangre.

Al siguiente día, me sentía verdaderamente mal. Mal. Así, moribunda. Llegué a rastras con el doctor y le dije que por favor por favorrrr me diera algo en calidad de urgente. Me dijo pues deja veo que te inyecto. ¿Inyecto? No, si tanta *tanta* prisa no tengo. Pastillitas está bien.

Y esa es la larga historia de por qué toda la semana he cargado una bolsa de cartón con cinco cajas de medicina adentro. Una semana después, ya casi me las termino.